Juan-Manuel-26-300x270En medio de la avalancha de noticias políticas, de agarrones entre expresidente y entre dignatarios del Estado, y entre ministros y parlamentarios; entre convenciones políticas amañadas y procesos de renovación “de patrá” como dicen en la República Dominicana; nos enteramos de los resultados de las pruebas PISA que miden la calidad de la educación de niños y niñas de quince años en 65 países en tres categorías.

Lamentable.

Echamos para atrás.

El examen evalúa la capacidad de poner en juego, en situaciones cotidianas, habilidades en matemáticas, ciencias y lectura, además de otros indicadores como el compromiso de los estudiantes con su educación, el sentimiento de felicidad, entre otros.

Un país que no ha sido capaz de llevar a cabo la reforma estructural de la educación no puede hablar de equidad.

Un país que tras tres años de pretendidas exitosas políticas sociales muestra un retroceso en la calidad de la educación no hizo la tarea.

Este tipo de prueba se aplica a niños y niñas de quince años, que han completado la mitad de la educación básica.

La prueba no está diseñada para evaluar a los pupilos sino al sistema y a los educadores.

No pienso que este tipo de prueba mida el corto plazo.

La rajada del 2012 refleja varios años de malas políticas, no tres. No le podemos echar la culpa a un solo gobierno, les cae a todos. El problema no es, pues, coyuntural.  Es estructural y su remedio tiene que ser estructural.

Es muy posible que algún lector de esta columna me corrija, pero a mí me parece que la responsabilidad de la rajada les recae a los gobiernos de los últimos quince años y a los maestros organizados en Fecode.

A unos por no haber sido capaces de desarrollar e implementar políticas educativas que permanezcan en el tiempo a los otros por oponerse a cualquier proceso de evaluación y promover el statu quo ante todo.

Por ahora las noticias en Colombia se limitan a comentar la “rajada”.  Algunos expertos comienzan a enjuiciar.

Ya veremos.

Lo monstruoso de esta noticia no es que los niños y las niñas colombianos se rajaron, es que esa generación en la que se invirtieron sumas importantes en su educación ha perdido la oportunidad de haber desarrollado capacidades que les permitirían acceder a mejores oportunidades.

Me atrevo a pensar que los resultados de las pruebas PISA lo que nos dicen es que vamos en vías de subdesarrollo.

Por mucha mejoría en el control de la inflación, en la generación de empleo, en la firma de tratados de libre comercio, vamos para atrás porque por falta de políticas educativas estamos perdiendo a una generación.

No he visto en las intervenciones del presidente/candidato defendiendo su obra de gobierno referencias serias a la educación.

Lo último que tengo registrado de este gobierno es la fallida reforma que tumbaron los estudiantes y que se iba a volver a presentar.

De los defensores de la equidad, la gloriosa y combativa izquierda,  solo he oído voces en defensa de la educación pública y en defensa de los privilegios de los maestros sindicalizados en Fecode.

Defensa que incluye el rechazo a la evaluación de los educadores, una de las primeras medidas necesarias para instaurar reformas educativas que se sostengan en el tiempo.

De los partidos de la Unidad Nacional, ocupados en la retro renovación con los Serpas y los Gerleines, nada de nada.

De Fecode y sus aliados en el Polo, que se apresuran a publicar costosas cartas abiertas a ministros y presidentes para defender privilegios, un silencio asombroso, parecido al que rodeó el robo a Bogotá.

A todo señor todo honor, Oscar Iván Zuluaga ha planteado la necesidad de hacer una revolución educativa que garantice educación de calidad para todos los niños y niñas como uno de los cinco pilares de su propuesta. 

Se me está oscureciendo el voto en blanco.

De pronto, si como parece veo que esa es una propuesta seria, soy capaz de perdonarle su uribismo.  Eso sí, prefiero ver propuestas que demagogia culpabilizante.

La culpa doctor Oscar Iván es de todos los que hemos tenido algo que ver con los temas de educación y de infancia en los últimos quince años, y ahí caemos Usted y yo.