Paz en ColombiaJMUAcabé el 2014 con cierto sabor amargo. Salvo la gran actuación de la selección de fútbol, casi todo me parecía cercano a un año horrible.

He tenido, comenzando el año, dos o tres conversaciones con gente a la que respeto. Pese a la caída de los precios del petróleo, a la devaluación del peso colombiano y al terror que nos produce, a todos, la elaboración de la declaración de renta del 2014 me encuentro con un optimismo que quiero compartir con el lector.

La reflexión va más o menos así.

La gran apuesta de Colombia es la terminación del conflicto armado. Tres elecciones y dos re-elecciones tuvieron como centro la terminación del conflicto. Con Pastrana y con Santos II los colombianos le apostaron a un proceso exitoso de negociación. Uribe se montó en la Seguridad Democrática. Su promesa era más la terminación de la grupos “narco Terroristas” véase las FARC y el ELN.

Todos sabemos cómo les fue a Pastrana y a Uribe. No pudieron. ¿Fracasaron? No creo. Uno y otro crearon las condiciones para que su sucesor encontrara nuevas posibilidades de terminar un conflicto que lleva más de cincuenta años desangrando a Colombia.

Apoyado en los logros de la Seguridad Democrática, y consciente, porque fue participe, de los errores del Caguán, Santos nos embarcó en un nuevo proceso de paz.

Y eso le está saliendo. Hoy se puede decir que estamos cerca de la firma de un acuerdo con las FARC en el que se tendrán que colinchar los elenos. Mucho más cerca que nunca antes.

Santos puso todo su empeño y empeñó su mandato en el proceso de paz. Si le sale pasará a la historia como el presidente que nos dio las condiciones para comenzar a construir una Colombia en paz. Si no le sale chau pescau. Su obra de gobierno quedará trunca.

El riesgo es alto. ¿Se puede ser optimista?

Veamos

Aunque muchos piensan que lo único que le interesa a Santos es la paz, hay evidencia de que ello no es así. Y ahí está la razón para el optimismo.

Desde el comienzo de su primer mandato Santos impulsó un proceso de reestructuración del sector de la infraestructura, sector que Uribe dejó en manos de una muy buena pero muy ineficaz persona. Para su segundo mandato, con el sector reestructurado, con proyectos de gran magnitud listos para salir a contratación, Santos encargó su vicepresidente de “sacar eso adelante”. A Vargas Lleras unos lo quieren y otros lo detestan. El tipo es echado para adelante y le ha metido una dinámica al tema que permite pensar en un futuro con puertos, carreteras, y aeropuertos de verdad.

Desde comienzos del siglo XXI venimos hablando de la urgencia de reformas estructurales de fondo en la Salud, la Educación y la Justicia. Desafortunadamente esa reformas dependen de otra que nuestra clase dirigente ha evitado por años, la de la política. Con el congreso que elegimos cada cuatro años nunca se podrán hacer las reformas de fondo.

Es posible que la urgencia de esas resulte de la implementación de los acuerdos, una Colombia en paz no sucederá sin reformas estructurales.

Al Presidente Santos le podemos achacar que no fue capaz de hacer las reformas que anunció a la educación, a la justicia y a la salud.

Pero resulta que con nadadito de perro, despacito, el Gobierno le ha ido entrando a los problemas.

El Ministro de Salud le salió al paso al tema de los precios de los medicamentos y puso en cintura a las compañías farmacéuticas. Se le ha parado de frente a las EPS. Se han intervenido y saneado hospitales. No es perfecta, pero la salud está algo mejor hoy que hace 5 años.

En materia de estilo admiro la forma como el ministro Gaviria ha enfrentado la “crisis del Chikunguña”. Empezamos el año con los medios rasgándose las vestiduras por la epidemia. Nadie recordó que el ministro había dicho por allá en Septiembre que si bien nos iba llegaríamos a los 600,000 casos. Eso era inevitable. No se dejó amedrentar, no entró en pánico, el ministerio le puso el pecho a la brisa y para adelante. Lo mismo sucedió con la crisis de la vacuna de virus del papiloma en la costa. No era nada y no pasó nada, o si pasó, pasó la histeria colectiva.

Por los lados del Ministerio de Educación las noticias son buenas, muy buenas. Este mes algo más de 10 mil beneficiarios del programa Ser Pilo Si Paga, jóvenes de escasos recursos estarán sentados en las aulas de las mejores universidades de Colombia compartiendo saberes y pensamientos con otros jóvenes seguramente privilegiados. Eso se ha debido hacer hace cincuenta años, dijo el rector de una de las prestigiosas universidades a la que asistirá un numeroso grupo de beneficiarios. No se había hecho y el Gobierno de Santos lo está haciendo.

A mí me parece maravilloso que se le abra la puerta que hasta ayer estaba cerrada para diez mil jóvenes. Pero lo que más me interesa es el impacto que esto habrá de tener en los otros 10 o 20 amigos de estos jóvenes, igualmente pilos que hasta ayer pensaban que la puerta estaba cerrada. Habrá entonces cien mil o doscientos mil niños y jóvenes que estarán pensando ser pilo paga, me voy a poner las pilas y de pronto exigiéndole a sus maestros y compañeros de clase que los dejen ser pilos.

Entonces se imagina uno que se firme y se ratifique un acuerdo que lleve al fin del conflicto y a la construcción de una Colombia en Paz.

La construcción de esa Paz tendrá que cimentarse en la competitividad, la equidad y la justicia. Y mientras Santos le dedica su tiempo, su esfuerzo y su prestigio a lograr los acuerdos de paz, su Gobierno, gobierna.

Y eso hace que se encuentre uno con personas optimistas.

No todos. Hay quienes piensan que la indisciplina fiscal que ha demostrado el Gobierno ha puesto en riesgo la estabilidad económica. La corrupción sigue siendo una gran preocupación de muchos colombianos. La sensación de que en La Habana el Gobierno ha sido débil y ha cedido demasiado le ha restado apoyo al proceso de paz. El campo sigue postrado.

Como estamos en Enero he decidido escoger el optimismo.

Ojalá.