Juan-Manuel-26-300x270Dice la tradición que con los años viene la sabiduría.

Eso siempre y cuando uno oiga a los que saben. A quienes tuvimos la suerte de ver crecer y educarse a nuestros hijos, los años nos traen la sabiduría de ellos siempre y cuando estemos dispuestos a escucharlos.

Yo tuve esa suerte y tengo la de encontrarme en un momento de la vida en que comparto mucho con las hijas de mi esposa y con mi hija.

Tres maravillosas mujeres, cada una más sabia que la otra, cada una en su campo, ambientalista, bióloga, internacionalista. De cada una aprendo a diario, pero por encima de todo, mis conversaciones con ellas me ayudan a ver el mundo desde otra perspectiva.

En una de esas conversaciones, hace un par de días, con tres mujeres jóvenes científicas que hacen sus doctorados en una prestigiosa universidad en los Estados Unidos, brillantes las tres, me encontré con un profundo desencanto con la política.

No es un desencanto desinformado.

Por el contrario, saben de lo que están hablando.

En general, la gente de ciencia no habla de lo que no sabe. No especulan.

Comencé a indagar sobre sus preferencias de voto para las elecciones presidenciales.  No van a votar porque no le creen a ninguno de los candidatos y un viaje de cinco horas para votar en blanco, tal vez no.

No me encontré con la típica respuesta superficial, “soy apolítica”.

All contrario, cada una de ellas tiene y articula una opinión informada e inteligente sobre los temas esenciales.

Son radicales en sus posiciones, sin caer en extremismos militantes enceguesedores.

Y me han puesto a pensar. Con el tiempo uno se va acostumbrando a ciertas cosas. Yo voté por primera vez en las elecciones parlamentarias de 1976. Desde entonces he votado en todas las elecciones presidenciales, en la mayoría de las de alcalde de Bogotá y en muchas parlamentarias.

Y como se vuelve costumbre, pues uno vota, por el candidato que le gusta a uno, o por el que uno cree que conviene o por el que menos le disgusta.

Confieso que la opción del “menos peor” se ha vuelto cada vez más frecuente.

De pronto el equivocado es uno que vota por costumbre y no por convicción.

Soy consciente de todos los argumentos en contra del voto en blanco.

Pero hay que reconocer que tiene sus méritos.

La última encuesta que vi, ponía el voto en blanco como la opción preferida por los votantes.

Obviamente los políticos se las arreglarán para dar un sinúmero de explicaciones sobre porque el voto en blanco no cuenta. Sería, sin embargo, maravilloso que si el voto en blanco obtiene la mayoría simple en la primera vuelta, hubiese que repetir las elecciones pero sin que los candidatos que perdieron con el voto en blanco puedan presentarse, y así hasta que aparezca un candidato que convenza, no que convenga.

Soñar no cuesta nada ¡elegir o reelegir mal cuesta demasiado!

Requesoncito: Publicar hoy sin referirse a García Marquez es sacrílego. No soy crítico literario. Lo que si soy es lector. Sin citas, sin sabiondeces pero sin empaches digo tranquilo que seguiré releyendo algunas de sus obras para poder olvidar sus posiciones políticas.