Juan Manuel UrrutiaTodavía no he logrado entender por qué ando siguiendo cuanta noticia aparece sobre el Papa Francisco.

Para sorpresa mía, y de quienes me conocen, ayer me vi buena parte del Angelus en televisión, mientras jugaba Chelsea en la liga inglesa y repetían el final del gran premio de Australia, que eran las alternativas normales para un domingo por la mañana.

Es muy probable que la atracción que tengo hacia todo lo “papal”, en este momento, sea una reacción de rechazo a la otra noticia que comentaba la semana pasada, la muerte del comandante.

Pienso que me ha dado cierta clase de pudor, de vergüenza, el haber dudado si Chávez había sido bueno o malo. Porque la sola duda hace pensar que de alguna manera había algo recuperable de los catorce años de gestión.  Resulta obvio que me equivoqué. Chávez fue malo, malísimo según medios serios como The Economist; corrupto, inepto, le llaman.

Y si quedaba duda, su sucesor elegido ha demostrado de qué está construido el “chavismo”. Horrible.  Entonces me alejo de mi equivocación y el subconsciente me empuja hacia una, hasta cierto punto inexplicable, atracción papal.

Creo que así como me equivoqué tratando de ser ecuánime con Chávez, acerté con el Papa Francisco, a quien con la misma ecuanimidad le “perdono” su conservadora posición doctrinal en los temas que tienen que ver con la sexualidad.

Tengo entonces una clara preferencia por mis aciertos por encima de mis errores.

Me dedico a “seguir al Papa” y borro de mi radar todo lo que tenga que ver con Chávez, Maduro, y compañía.  Solo me queda una duda ¿Evo Morales se retira de la presidencia en Bolivia para aspirar a la vicepresidencia de Maduro?

Me ha gustado el discurso de Francisco, tanto la forma como el contenido. El sábado reportaban dos o tres anécdotas sobre la forma. El día de la elección no quiso ponerse la capa roja de lujo que tanto usaba Benedicto; parece que le dijo al cardenal que se la ofreció que el carnaval se había terminado. Quiero pensar que hacía alusión al comienzo de la cuaresma.

Cuando lo llevaron, con pompa y circunstancia, al “apartamento papal” exclamó que era muy grande, hay cupo para trescientas personas, y él no necesita tanto espacio.

Fue personalmente a pagar la cuenta y a recoger sus maletas a la residencia donde se hospedó antes y durante el cónclave.

El sábado en su reunión con los medios habló claro.

Quiere una Iglesia más cerca de la gente, más humilde y más misericordiosa. En su discurso es evidente que le da prioridad a lo social sin alejarse de lo  espiritual. Con gran inteligencia recuerda que la Iglesia sin la fe no es más que una ONG y eso me llega al corazón, porque yo a ratos, en mi desilusión con la Iglesia, pretendo que se vuelva una ONG y pierdo la perspectiva.

Me gustó la homilía del primer ángelus.

Me gustó que se saliera del discurso escrito.

Me gustó que se tratara de salir del Vaticano.

Es un gran comunicador. Ya ha acuñado tres frases que darán mucho que hablar y mucho que pensar: “Quiero una Iglesia pobre para los Pobres”. “Una Iglesia cuyo centro sea Jesucristo y no el Papa”.  “Una Iglesia que sea espiritual y no política”.

Si el Papa Francisco logra convencer de esas tres máximas a la burocracia vaticana, si logra rodearse de un equipo que crea en esas máximas, es posible que estemos ante un gran remezón.

Una Iglesia cuyo centro sea Jesucristo y no el Papa significa que, como lo ha dicho Massimo Franco, el comentarista papal del Corriere de la Sera, “Se ha acabado la era del Papa-Rey y del Vaticano corte”.

Una Iglesia espiritual y no política es una Iglesia que reconoce sus pecados y sus virtudes. Una Iglesia que no tapa. Una Iglesia que reconoce sus errores, sus pecados, los admite, los corrige y sigue adelante con propósito de enmienda. Nace la esperanza de que desaparezcan del vaticano los banqueros corruptos y de las parroquias los curas pederastas.

Francisco ha dicho que escogió su nombre inspirado en el santo de los pobres, Francisco de Asís, quien además era un ser que amaba y protegía a la creación, anotando que en estos tiempos la humanidad no tiene una muy buena relación con la naturaleza. ¿Un Papa verde?

Me queda la espinita de la discusión entre la creación y la anticoncepción. Pero no se le pueden pedir peras al olmo o zanahorias a la mata de papa.

No voy a pasar de largo lo que el lector tal vez no me perdonaría: el episodio del superior de los Jesuitas Bergoglio, durante la dictadura argentina.

Crítica facilista.

Me remito al comentario del superior de los Jesuitas en Colombia Francisco de Roux, cuyas sólidas convicciones democráticas y humanistas conozco y admiro, en entrevista a El Tiempo este fin de semana.  Dice, palabras más, palabras menos, que la actitud del Papa cuando era Superior de los Jesuitas podría generar algunas preguntas éticas, pero que lo que se ve es que el Papa Francisco ha crecido espiritualmente y ha dejado esos tiempos atrás.

Yo llevo más de tres décadas muy alejado de la Iglesia Católica por muchas razones.

Debo reconocer que este Francisco me está poniendo a dudar y en una de esas acabo en misa.