JMU El MolinoPara millones de habitantes del planeta se trata de un mes en el que no vale sino el fútbol.

Yo voy a gozar muchos partidos, a sufrir los de Colombia y a aburrirme con más de uno.

Es tal la pasión que han creado los medios colombianos para hacer del campeonato un evento de magnas proporciones que hacia el final de la semana, el partido contra Grecia, Sábado once de la mañana, tendrá mucho más importancia que las votaciones del domingo.

Durante dos semanas se jugarán cuatro partidos diarios luego un poco menos.

Eso va hasta el 13 de Julio. Hay quien se va a clavar todos los partidos.

Un mes durante el cual la noticia será el mundial.

Habrá toda clase de pulpos y otros métodos de pronóstico.

Pululan las pollas, quinielas, apuestas.

El campeonato mundial de fútbol es ante todo un gran negocio.

Las cifras de dinero que se mueven alrededor del campeonato, que es, creo yo, el evento deportivo de mayor audiencia en el mundo, son impresionantes, casi obscenas.

Cada cuatro años se especula sobre los montos. Estando en Suráfrica tuve la oportunidad de ver la inmensidad de las obras emprendidas. Cuatro años más tarde hay quien se cuestiona sobre su utilidad. Para calmar las críticas siempre aflora el discurso que dice que el mundial de Suráfrica fue el mundial que le dio una cara positiva a África. Quedan dudas. Preguntas.

Aparte de una serie de empresarios surafricanos que construyeron, o que participaron en la construcción de estadios como el de Neelspruit ¿qué dejó el mundial de Suráfrica? ¿Más plata en el bolsillo de Blatter y sus colegas de la FIFA? ¿Las desagradables vuvuzelas en todos los estadios del mundo?

Los reportes de esta semana de inauguración del magno evento dejan más dudas que respuestas.

A los brasileños el mundial no es que los tenga locos de felicidad.

Circula una cifra obscena, el mundial de Brasil cuesta 14 mil millones de dólares. EN la fiebre del oro, mi emisora favorita, BluRadio, que me está dejando de gustar por parcializada hacia la reelección, ya mandó a parte de su equipo para Brasil.

Reportaba esta mañana Néstor Morales que tuvo que hacer cola por cuatro horas para acreditarse, y eso que el tipo es un periodista que va a cubrir el mundial, imagínese Usted lo que será el viacrucis de los que van a ver si consiguen boleta y las peluqueadas que le pegarán.

Una encuesta reciente dice que el 72% de los brasileños están descontentos con el rumbo del país. Esta cifra era de 55% hace un año. ¿Será que eso lo arregla el mundial? 60% creen que no, que el mundial no va a arreglar nada. Sólo 3 de cada 10 creen que el mundial traerá algún beneficio. Ante las constantes protestas menos de la mitad, 48% creen que afectarán la imagen de Brasil y 39% creen que el mundial no harpa nada para mejorar la imagen del país mientras 35% creen que la ayudará. 

No cabe duda que el mundial de fútbol es un evento maravilloso para los amantes del deporte. Baste con ver la euforia que genera en países como Colombia la mera clasificación y la tristeza colectiva que produce la lesión de una estrella como Radamel Falcao.

Pero cada vez más un mayoría de los habitantes del país sede lo único que ve en el mundial es corrupción, precios altos y una invasión de turistas, no todos muy bien comportados.

En el caso de Brasil Dios no quiera que la “verde amarella”, la selección, llegue a perder el campeonato o pero a quedar eliminada antes de la final.

Eso si el señor Blatter y sus cómplices que siguen contando los millones que le sacaron a Qatar para darles el mundial. Los hijos del señor Blatter vendiendo las franquicias alrededor de los flamantes nuevos estadios que la FIFA mandó construir o renovar, para que los negocios de los hijos del señor Blatter florezcan a sus alrededores.

El 14 de Julio se habrá acabado el mundial.

Habrá aficionados con síndrome de privación y otros jurando que no vuelven a mirar ni la repetición de un pinche gol en meses.

Blatter y sus cómplices estarán contando las moneditas que se ganaron con el mundial de Brasil y preparándose para usarlas para asegurar su reelección.

Empezará la campaña para otra reelección, la de Dilma Roussef, que podría enredarse.

El zarputtin empezará a contar los días que faltan para su mundial de él, en Rusia en 2018. Sus amigos a conversar con Blatter y sus cómplices sobre cómo se reparte esa torta.

Millones de niños pobres en el mundo seguirán pateando balones hechos con los más diversos materiales y soñando con que algún día serán como Messi, o Ronaldo, o Falcao o Drogba.

Triste que esos sueños puros sean los que alimentan el afán de riqueza y de poder que se forma alrededor del negocio del fútbol.

Foto cortesía dmahendra via flickr

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