JMU El MolinoDice Antonio Caballero citando a los franceses, en primera vuelta se elige por favoritismo en segunda por eliminación.

En todas las conversaciones que he tenido desde ayer noto pesimismo en las huestes de Santos y mucho optimismo en las de Zuluaga.

Hay quien sostiene que un triunfo de Juan Manuel Santos en la segunda vuelta es un imposible estadístico.   Dicen que la abstención no será superada, que ese sesenta por ciento de colombianos que no quisieron votar, no van a votar, que a esas personas no les produjo nada el debate actual.

Se me ocurre que lo que es un hecho estadístico concreto es que la participación electoral colombiana tiene un techo histórico de 58.5% en la segunda vuelta de la elección presidencial de 1998.

En esa ocasión la participación en la primera vuelta había sido de 51.12%.

Fue esa una elección marcada por el elefante del proceso ocho mil.

Sin embargo la decidió el tema de la paz. Es un hecho que Andrés Pastrana dio un salto de tres a seis millones de votos al anunciar que iniciaría un proceso de paz con las FARC. Como Pastrana, el país les creyó a las FARC, la decepción no tardó.

Uribe se eligió dos veces montado en el caballo del sometimiento de las FARC.

Siento que esa es la apuesta del candidato presidente.

Más que su voluntad de paz, que es innegable y admirable, Santos le está apostando a que la gente a él si le va a creer que puede convencer a las FARC que dejen su cinismo.

No se puede negar que los tres millones seiscientos mil votos de Oscar Iván Zuluaga son FARC-escépticos. No es que no quieran la paz, nadie es tan pendejo. Es que no le creen a la “voluntad de paz de las FARC”.

Se presentan múltiples interpretaciones del resultado de la primera vuelta y para cada interpretación hay múltiples especulaciones sobre lo que está por seguir.

¿Qué puede pasar con la participación en la segunda vuelta?

Un cálculo optimista nos podría colocar en un 45% de participación, eso significaría 14.7 millones de votos, mal contados y 7.4 millones para ganar.

Un cálculo pesimista nos colocaría en la misma votación o algo menor de la de la primera vuelta para la segunda, 13.2 millones y 6.65 para ganar.

Ahora bien, en los dos escenarios si el voto en blanco se mantiene en el 7 %, el número de votos necesarios para ganar en segunda vuelta disminuye, ya que el voto en blanco no se cuenta.

Así las cosas en el escenario que llamo pesimista, el candidato del expresidente necesitaría 2.5 millones de votos adicionales, mientras el candidato presidente necesitaría 2.9 millones.

Ni a Zuluaga le alcanzan los votos de Martha Lucía ni a Santos los de la sobrinita pálida. Eso asumiendo que sean endosables, lo que no es 100% seguro.

Algo servirán las alianzas.

No me imagino, por ejemplo a Robledo invitando a votar por Santos.

El voto conservador podría favorecer masivamente a Zuluaga, pero yo que voté conservador sigo pensando que no puedo votar por el candidato de Álvaro Uribe.

Zuluaga requiere de conseguir un voto de opinión apostándole a la poca credibilidad de las FARC. El voto uribista puro ya lo consiguió, ahora tiene que convencer a una opinión menos comprometida que la influencia de Uribe no será tanta.

Santos esperará una mejor performance de los caciques costeños que se le sume a un voto de opinión que le crea en su apuesta por la paz, tiene otro discurso que podría ser más efectivo pero sigue creyendo que su apuesta debe ser la paz. Su problema es que a las clases medias y altas urbanas los asusta más el fantasma de la impunidad y la inseguridad en las calles que una guerra que no los afecta.

La pregunta que se me ocurre es ¿Será que las FARC van a volver a definir una elección?

En adelante habrá encuesta diaria, habrá dos debates, habrá pronunciamientos desde La Habana, trinos de Uribe y no lo olvidemos, decisiones de la fiscalía.

No me atrevo al pronóstico.

¿A quién no le creerán, a quién eliminarán?

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