Juan-Manuel-2El pasado miércoles, siete de Agosto, se cumplieron los primeros tres años del mandato del presidente Santos.

Le queda un año.

O cinco si logra hacerse reelegir.

Desde el fin de semana anterior es decir hace ya 10 días comenzaron los análisis y la publicación de diferentes encuestas.

Sucede en este caso el lugar común de  la copa medio vacía o medio llena.

De todo lo leído y oído recato la opinión de Jorge Londoño, el director de Invamer Gallup, una de las firmas serias que hacen encuestas de opinión que dice que el país está miti-miti con Santos.  Es decir la mitad aprueba la mitad desaprueba.

Invamer Gallup lleva ya 19 años midiendo, cada tres meses, la favorabilidad, aceptación y otra serie de parámetros para el presidente de turno.  Ha medido la aceptación de los gobiernos de Samper, Pastrana, Uribe y Santos.

A Santos con el 50% le va bastante mejor que a Pastrana y a Samper pero no alcanza los espectaculares niveles de más de 70% que logró Uribe.

Para un gobernante que lleva tres años de desgaste una imagen favorable de 50%, no debería ser tan mala noticia.

En materia de reelección, dice Londoño, si uno incluye a los que nunca votan, que son cerca del 30% de los  encuestados, el 60% se opone a la reelección.  Lodoño sostiene que la cifra más significativa sería el resultado de “limpiar” a aquellos que nunca votan.

El resultado es que la solo la mitad de los que han votado en elecciones anteriores se oponen a la reelección.

Santos tiene el doble de intención de voto que cualquier otro pre-candidato.

Pero, de nuevo, la encuesta incluye a los que nunca votan que  obviamente no van a expresar intención de voto por nadie.

Un análisis desprevenido le diría uno que si las elecciones fuesen mañana, es muy posible que Santos saldría reelegido.

Sin embargo la revista Semana en su portada de hace 10 días propone que Santos “tendrá que trabajar mucho en su reelección”.

¿A quién creerle?

En los corrillos y tertulias se comenta el desgaste del gobierno de Santos, su mala imagen.

La gente de extrema derecha considera que el Gobierno es un desastre y que por eso la imagen es tan mala.

La gente más moderada considera que el Gobierno está pasando por su momento más bajo, pero que se recuperará.

Hace una semana la sensación era la de un país en caos.

El paro de la región del Catatumbo, con clara participación de las FARC y de alguna banda criminal, aunado a las violentas demostraciones de los mineros “informales” en Antioquia generaba esa sensación.

No ayuda para nada el violento y sanguinario ataque de las FARC a una patrulla del ejército en Arauca con más de 30 muertos, varios de ellos ultimados con tiros de gracia. Aún peor cuando esta monstruosidad se coteja con el cínico discurso de los voceros de esa organización en la Habana.

Pese al miti-miti arriba mencionado en el imaginario nacional, es un hecho que la imagen del Presidente anda muy mal.

Nosotros estábamos acostumbrados al caudillismo, al culto a la personalidad que mantenía a Álvaro  Uribe en  niveles de popularidad superiores al 70%, entonces el 50% nos parece bajo.

En la derecha se frotan las manos y la izquierda alienta sus esperanzas de lograr construir una tercería que se meta por entre la división de “la derecha” entre santistas y uribistas.

Anda tan mal la imagen del Presidente que una mejoría sustancial en las estadísticas relacionadas con la seguridad se refleja en una pésima evaluación por parte de los colombianos de la gestión del Gobierno en esa materia.  Por ejemplo en Junio de 2013 Colombia tenía las tazas de homicidios y secuestros más bajas de los últimos 30 años.

Si a uno le dicen que, cifras en mano, el Gobierno puede demostrar que en Junio de 2013 se ha llegado a una tasa de desempleo de un solo dígito, la más baja en los últimos 10 años, no puede uno creer que el 75% de la población desaprueba la gestión de ese Gobierno.  Y sin embargo así es.

¿Qué le pasa a este Gobierno?

Así suene a requesón, creo que la mala imagen de este Gobierno se debe a una muy descarnada y efectiva campaña de las oposiciones, la de izquierda y la de derecha.  Ambas, muchas veces tergiversando la información, se han encargado de marcar la agenda, de poner los temas sobre la mesa.  El resultado: la gente le cree más a Uribe o a Robledo que a las cifras.  Cuando Uribe dice que la seguridad se ha deteriorado, la gente le cree.

Cuando Uribe dice que el Gobierno ya pactó la impunidad, la gente le cree.

Cuando Robledo dice que el paro del Catatumbo es únicamente una legítima protesta social, la gente le cree.

En los tres casos la realidad es bien diferente. Pero, el Gobierno no logra cambiar esa percepción.

Los trinos de Uribe, con sus fieles escuderos, Fernando Londoño escribiendo y José Obdulio Gaviria alimentando la campaña de desinformación han logrado generar un imaginario de fracaso del Gobierno en todos los frentes.  El Centro Democrático, con cuatro pre-candidatos en campaña, atacando cada acción del Gobierno, recalcando desaciertos y negando o escondiendo aciertos han logrado fortalecer ese imaginario de fracaso del Gobierno.

Y la izquierda aprovecha el río revuelto.

Hay serios esfuerzos para buscar la unión de muchos sectores alrededor de una candidatura única, una tercería que se colaría a la segunda vuelta en medio de la pugna Santos Uribe.

Y las oposiciones van ganando.

Uribe y su gente han logrado evitar que el país se pregunte ¿de donde viene el surgimiento de las bandas criminales?

La izquierda ha logrado evitar dar explicaciones sobre la corrupción y la incapacidad de Gobiernos que eligió, defendió y apoyó hasta el último instante.

La campaña electoral apenas comienza.  La oposición seguirá apostando a un imaginario de fracaso.  Santos no solo tiene que ser efectivo sino efectista.  En un poco más de una semana enfrentará el dilema entre negociar y reprimir un paro que puede complicar aún más esa percepción de un Gobierno débil.

El país espera que en  Noviembre haya acuerdos en La Habana, las FARC quieren postergar, dilatar.  El Presidente deberá mostrarse firme.  Me asusta pensar que la reelección parezca más plausible si el Presidente se levanta de la mesa y suspende los diálogos.