Estamos a once meses de las elecciones legislativas y de las consultas internas para escoger los candidatos de las diferentes coaliciones que se van formando para la primera vuelta de las presidenciales que serán en 13 meses.

Juan Manuel Urrutia

Gustavo Petro se inventó el Pacto Histórico que se reclama progresista, de izquierda.  No les creo de a mucho.  Lo que si es claro es que su líder indiscutible, el senador Gustavo Petro, ha aprovechado el vacío que deja un centro que no se define para convertirse en el Gran Opositor, el mesías que va a salvar a Colombia.  Petro, oportunista y demagogo, autoproclamado candidato desde el día siguiente de la elección que perdiera con Iván Duque, ha logrado niveles de apoyo en las encuestas que lo dan como firme candidato a ser el próximo presidente de Colombia.  Allí han ido a aterrizar dos personajes que sintetizan la cochinada de la política en Colombia.  El uno, Roy Barreras, que se ofrece como precandidato para que el pacto histórico, pueda hacer la pantomima de una consulta “interna” que les permita estar vigentes y en campaña en las legislativas de marzo de 2021.  El otro, el cuestionado y cuestionable Armando Benedetti que ha encontrado en el movimiento petrista el lugar que en sus prácticas clientelistas perdió en otros partidos por los que ha hecho tránsito.   El petrismo se ha ido apropiando de los temas que más preocupan a los colombianos.  Proponiendo soluciones demagógicas e insostenibles a la múltiple problemática que afecta a los colombianos.  Son “los decentes” y todos los demás son los “corruptos”.   Petro saca del sombrero, cuando está en Colombia, no en Cuba inventando enfermedades o en Italia comprando zapatos, cuál mago de fiesta infantil, palomas desplumadas y conejos cansados disfrazados de fórmulas mágicas para resucitar a una Colombia postrada.  Los seguidores del tal pacto inundan las redes sociales con aplausos histéricos al mesías y sus áulicos y con insultos igualmente histéricos y de la peor calaña a sus críticos y rivales.  Se sienten los dueños de la verdad y los salvadores del “pueblo”.   El pacto que de histórico no tiene nada porque no tiene historia y no va a cambiar la historia, si tiene mucho de histérico.  El mesías se favorece de la infinita ineptitud del presentador presidente y ante la infinita rabia y frustración que ha producido un gobierno mentiroso, soberbio y dictatorial  adquiere el poder de convocatoria que demuestran las más recientes encuestas.  

El pacto histérico es un movimiento caudillista, demagógico y populista, así eran, por ejemplo, el nacional socialismo de Hitler, el peronismo, y más recientemente el trumpismo.    O si prefieren consumir local, así es el uribismo, idéntico.

Ambos movimientos responden a lo que diga le caudillo.  Ambos, tanto Uribe como Petro son considerados por sus seguidores como los salvadores de la patria y por sus detractores como sus enterradores.  Ambos son tan colombianos como Colombia.  Ambos han sido bueno s y malos, ying y yang.  Petro fue un respetado senador de la república, serio trabajador y un desastroso alcalde de Bogotá.  Uribe es aún peor, porque fue uno de los mejores presidentes que ha tenido Colombia y luego se auto reeligió por la vía de la Yidis política para ser el peor presidente de los últimos cincuenta años.  Y ambos acuden hoy en día a la más baja forma de hacer política, la demagogia.  Petro pretende cobrar unos votos que no son de su propiedad.  Uribe nos impuso a un pelele de presidente, lleva tres años mandando desde el Ubérrimo y usando el poder para tejer una red de impunidad y cuándo la cosa se pone peluda, como Judas traiciona a su marioneta y lo deja colgado.

Para rematar nutren su populismo y su demagogia con el “susto al otro” y encienden sus bodegas para lapidar la única opción de le puede dar viabilidad a una Colombia sumida en el caos: el centro.

Ni al Pacto Histérico ni al Centro Antidemocrático les interesa Colombia.     

¡Con esa gente vamos pal carajo!

Lamentablemente si por allá llueve, por acá no escampa.  La desafortunada imagen de unos platos servidos con esas mariconerías que llaman la “nouvelle cuisine” pretendiendo explicar la plataforma de la Coalición de la Esperanza me ha dejado sin esperanza.  Si el centro no construye rápidamente un programa y un discurso que nos muestre qué si tienen la capacidad de llevar al país por un sendero diferente de los extremos, Colombia se verá de nuevo enfrentada a escoger el menos peor entre Petro y el que diga Uribe.  

¡Qué entre el diablo y escoja!