Juan-Manuel-26-300x270Yo le tengo terror a la izquierda porque he visto su capacidad de destrucción.

Basta con ver el rumbo que han tomado Venezuela, Nicaragua, Bolivia y Argentina.

Brasil se salvó porque Lula renunció a la ideología e hizo un gobierno pragmático; Ecuador porque Correa ejecuta y habla carreta.

Más cerca de nosotros veamos el caso de Bogotá.

La izquierda nos ha montado en el Palacio Liévano a tres alcaldes: el primero Lucho Garzón, enredado con sus cuentos populistas.

El segundo, Samuelito Moreno? Rojas, alias Torombolo, un ratero consumado.

Y el tercero Petro, inepto, descarado y revisionista.

Para rematar, Petro ha resuelto reescribir la historia con una ignominiosa placa que ha colocado en el Palacio de Justicia, recordando a los desaparecidos de la toma del Palacio y negando de plano el negocio entre él, Navarro y los demás del M con Pablo Escobar para asesinar a los magistrados, quemar los expedientes y evitarles así la extradición a los peores criminales de la historia de Colombia.

Peor aún, descaradamente amenaza con volver a tomar las armas si el Procurador General, en uso de las facultades que le otorga la Constitución lo sanciona por su desafortunado y caótico manejo del cambio de modelo de recolección de basuras de la ciudad.

Esa es la izquierda.

Aplican todas las formas de lucha para tomar el poder y cuando lo tienen lo despilfarran. Cuando se les cuestiona, amordazan y amenazan a sus críticos.

Ahora, en reiteradas ocasiones he manifestado mi desacuerdo con los postulados de la extrema derecha. Algunos me espantan por guerreristas y otros por inhumanos.

Ante esos extremismos siempre ha existido una opción en el centro del espectro.

El Partido Conservador, antes de que se lo robaran los rateros que hoy lo manejan y conforman, el de Pastrana y Belisario y aún el de Álvaro Gómez,  era un  partido de centro derecha, pero más al centro que a la derecha.

El Partido Liberal siempre ha tratado de ser de centro izquierda, aunque muchas veces acabe a la derecha y otras en la izquierda. Lo demuestra la cohabitación de la compañera Piedad con el neoliberalismo de Cesar Gaviria y sus seguidores.

Yo considero a los partidos de la U y Cambio Radical únicamente movimientos políticos que suman oportunistas.

No puedo entender qué puede tener en común Armando Benedetti con Plinio Olano, cuyo hermano, que siempre se ha encargado del trabajo sucio, está más enredado que un rollo de alambre de púas en el carrusel de la contratación de Bogotá.

El partido Verde Opción Centro acabó en manos de los mamertos, basando su plataforma en un respaldo irrestricto a la desastrosa gestión de Gustavo Petro.  John Sudarzky da patadas de ahogado, tratando de forzar una consulta popular con Navarro para definir el candidato presidencial del partido. No le auguro éxito.

Peñalosa en su oportunismo acepta la plataforma verde para poder inscribir por enésima vez su nombre para una consulta en la que también saldrá derrotado.

Creo que Navarro los va a moler a los dos.

La Unidad Nacional, que debería agrupar al centro, es un caldo de lentejas: ahí todos están por los puestos.  Además su performance como fuerza legislativa es desastrosa.

Santos había prometido cinco reformas importantes y para sacarlas adelante contaba con la Unidad Nacional y la asesoría de McKinsey. Los resultados no pueden ser más tristes.

La reforma de la justicia se hundió ante el embate delincuencial de los congresistas de la Unidad Nacional que siguen yendo a Palacio a las reuniones con el Presidente, con la complicidad de unas Cortes corruptas hasta la médula.

La de la educación la tumbaron los estudiantes a punta de abrazos en un episodio que reivindicó el poder de la protesta no violenta.

La del fuero militar se cayó en una Corte Constitucional que ni siquiera tuvo el carácter de tumbarla por asuntos de fondo, inventando un estrambótico vicio de forma.

La de la ley de Justicia y Paz que se creó para asegurar la impunidad de los paramilitares a cambio de pírricas condenas por narcotráfico acabó en un Marco Jurídico para la Paz que a nadie gusta.

Y la de la Salud, que va por mal camino y fue comprada con una prima para los congresistas, ha suscitado protestas, marchas y movilizaciones desde todos los sectores involucrados.

Estoy, entonces, espantado con el rumbo que ha tomado la política colombiana en los últimos días.

Cada vez veo más cerca el peligro del extremismo.

De derecha o de izquierda. Tengo la impresión que Uribe con su Centro Democrático ha ido ocupando el espacio del centro derecha y los mamertos el de centro izquierda.

Santos trata de defenderse aconsejado por Samper, que le vendió su elección a los narcotraficantes y es capaz de convencer a Santos de que acelere la firma de acuerdos no tan santos con las FARC para sacar adelante el proceso de paz, que como van las cosas, será lo único que tenga para mostrar.

De los demás miembros de la Unidad Nacional poco se puede esperar. No entiendo que pitos toca un tipo serio, de centro derecha como Germán Vargas en ese sancocho.

Me asusta el discurso polarizador que tilda a quien cuestiona los diálogos de La Habana de buitres enemigos de la Paz, eso le queda bien a Iván Márquez, más no al señor Presidente.

¿Le venderá Santos su candidatura reeleccionista  a la izquierda y la patria a las FARC, como aseveran en el UCD?  Creo y espero que no.

¿Seguirán los partidos de la Unidad Nacional produciendo deshechos legislativos a cambio de suculentas lentejas? Estoy seguro que sí.

Sin un proyecto de centro coherente, me declaro partidario de la derecha.

Y si se trata de estar con la derecha mejor con los que están ahí por convicción que con los que allá llegan por oportunismo.

De los primeros sabemos que esperar, que vigilar y que exigir.

Los segundos son una caja de pandora, llena de sorpresas, casi todas malas.