Juan-Manuel-26-300x270Quien lea un diario colombiano superficialmente imaginará un país en donde se privilegia el debate.

Debaten el ministro de agricultura y el senador símbolo de la oposición.

Debaten la contralora con el fiscal.

Habiendo sido formado en el liceo francés, en un sistema educativo en el que se favorecía el debate y la reflexión, me parece sumamente interesante seguir de cerca los debates.

Se supone que el debate entre el ministro y el senador es alrededor de un tema trascendental, el modelo para la explotación de grandes extensiones de tierra, los baldíos que no tienen dueño y las unidades agrícolas familiares que tiene dueños a quienes de poco les sirve tenerlas porque no las pueden explotar.

Un debate en efecto trascendental.

Existen varias regiones colombianas en donde una agricultura intensiva en capital podría producir altos niveles de productividad haciendo el negocio agrario productivo, competitivo y por ende rentable.

Diferentes enfoques ideológicos permiten pensar diferentes modelos para la explotación de esas grandes extensiones de tierra.

Está el modelo capitalista absoluto, el que tenga la plata se apropia de los medios de producción y se queda con las ganancias.

Está el modelo socialista absoluto, la tierra es de quien la trabaja y el estado debe asegurar los medios de producción para que así sea.

La historia ha demostrado que ninguno de los dos modelos funciona, el primero genera inequidad y el segundo hambre.

Los hechos recientes han demostrado que la legislación colombiana es muy poco clara.

Entonces quienes soñamos con sociedades mejores esperamos que ese trascendental debate arroje las luces para poder escoger un modelo intermedio que funcione y promulgar una legislación que regule la implementación de dicho modelo.

Pailas.

El debate se vuelve personal.

El senador acusa, con pocas pruebas concretas, al ministro de haberse beneficiado personalmente de la poca claridad de la legislación, de haberse apropiado de terrenos baldíos y de estar inhabilitado para ejercer su cargo y sobre todo para presentar el proyecto de ley que tanto se requiere.

Arguye el senador que el ministro es socio de una empresa que sea beneficiado de la falta de claridad y que se beneficiaría aún más con la ley que promueve el Gobierno.

El ministro se defiende dando a conocer una extraña grabación, de origen desconocido, según la cual el senador está invitando a los trabajadores de una empresa a transgredir la ley para radicalizar una protesta social.

Y ahí se tuerce el debate.

Ya no sabemos qué es lo que le conviene a los campesinos, ni a los terratenientes, ni al país.

La seguridad alimentaria, el empleo, la equidad pasan a segundo nivel.

El senador aspira a seguir apareciendo como el mejor de los mejores, persiguiendo a los funcionarios, acusándolos con pocas pruebas, ya le tocó retractarse recientemente y cobrando feliz la cabeza de sus víctimas, mientras la inversión y la generación de empleo se paralizan.

El ministro, en lugar de mantener el debate con altura, recurre a una extraña forma de defensa que se supone es el ataque y lo que hace es darle papaya al senador para que desvíe el debate.

Acabamos asistiendo a un debate sobre la tenencia de la tierra entre un ministro que chuza a los senadores de la oposición y un senador que acusa falsamente a los funcionarios del Estado y promueve actividades ilegales.

Nod quedamos sin saber qué promueve el Gobierno y a qué se opone el senador.

Como gran cosa el ministro propone que si las acusaciones personales del senador son ciertas él renunciará y que si son falsas el senador es el que debe renunciar.

Parecería ser una buena idea.

Lo malo es que cualquiera que sea el resultado de tal reto, nos quedaremos sin el debate de verdad, el debate de altura, el debate de las ideas, el debate que construye.

En  la vida de verdad, eso que llamamos la realidad, nos importa un chorizo que uno u otro renuncie, eso no arregla nada.

En otro caso aún peor el país asiste estupefacto a una confrontación absolutamente absurda entre la contralora y el fiscal.

Se acusan mutuamente.

Se investigan mutuamente.

Utilizan su poder y todas las ventajas que este les confiere para zanjar una disputa personal cuyos orígenes desconozco.

Veamos, el fiscal investiga a la contralora por dos hechos.

El primero es unas supuestas chuzadas a periodistas por parte de la contraloría.

El segundo el excesivo precio que paga la contraloría por el alquiler del edificio en el que funciona.

La contralora no explica nada sino que responde acusando al fiscal de estar en la nómina de una empresa a la que se la ha demostrado que saqueó las arcas del sistema de salud y cuyos dirigentes tendrán que enfrentar procesos penales conducidos por la fiscalía.

Sorprende que exista la posibilidad de que la contraloría pueda oír las conversaciones de los ciudadanos, es decir que tenga esa capacidad de interceptar nuestras comunicaciones.

Espera uno un debate para establecer hasta dónde tiene el Estado derecho a metérsele en la vida privada a los ciudadanos.

Espera uno un debate sobre la conveniencia de la forma utilizada por la contraloría para solucionar un problema de infraestructura física.

Sorprende que el fiscal haya seguido en la nómina de Saludcoop, que es el nombre de la empresa.

Sorprende el monto de los honorarios que le cobraba el fiscal, antes de ser fiscal a dicha empresa.

Espera uno un debate sobre hasta dónde llegan las incompatibilidades.

Espera uno entender cómo va a hacer el fiscal para mantenerse totalmente apartado de la investigación contra clientes tan generosos.

Dice el fiscal que la contralora miente.

Dice la contralora que el fiscal miente.

Dicen los analistas que cuando se demuestre quien es el que miente, pues tendrá que renunciar.

De nuevo, en  la vida de verdad, eso que llamamos la realidad, nos importa un chorizo que uno u otra renuncie, eso no arregla nada.