En medio de mis duras críticas a la reelección, de mis constantes cuestionamientos al gobierno y al Presidente, no pierdo la esperanza que el proceso de paz que se está desarrollando y que hay que reconocer bastante ha avanzado, culmine con éxito.
EN estos días hubo noticia refrescante. Hay acuerdo oficial y concreto sobre la participación de las víctimas en la mesa.
Crítica fácil sería decir que se trata de un acuerdo superficial que sólo atañe a asuntos de logística. No me parece.
El que las FARC hayan reconocido que se van a sentar a hablar con las víctimas hay que interpretarlo como que las FARC han reconocido que son victimarias. Por momentos le daba a uno la impresión que los voceros de las víctimas eran Piedad Córdoba e Iván Cepeda, ambos más orientados hacia la defensa de las víctimas del Estado y de los paramilitares.
El acuerdo incluye la participación de Naciones Unidas, de la Universidad Nacional y de la Iglesia Católica en el acompañamiento del proceso.
Reconocidas las víctimas me surge una me surge una enorme preocupación. Siento que si no tenemos mucho cuidado habrá víctimas visibles y víctimas invisibles.
El grupo que más me preocupa son los niños y niñas reclutados por las FARC y por el ELN. Lamentablemente, como dice la noticia del El Espectador, Luis Carlos Restrepo y Álvaro Uribe desaparecieron a los que habían sido reclutados por las autodefensas. Conocía este caso por otras fuentes muy creíbles y los había denunciado.
Cuestiono muy seriamente el discurso de Uribe, hoy en día, que pretende defender a los niños y niñas reclutados por las FARC. Porque conozco el tema de primera mano no acepto la hipótesis generalizada del reclutamiento forzoso.
Muchos niños y jóvenes, de ambos géneros, se han unido a los actores del conflicto por falta de oportunidades o para huir de condiciones de explotación, de abuso y de maltrato en sus hogares. A otros se los llevan, es cierto.
Muchas niñas han sido abusadas por los jefes de las cuadrillas, otras se enamoraron de un “muchacho” y se fueron con él.
Las generalizaciones no ayudan casi nunca. La única generalización que si nos puede ayudar es si consideramos a todos los menores de dieciocho años reclutados como víctimas y si como tal les damos su propia voz en las negociaciones.
En El Ralito el afán era logar un pacto que excluyera a los líderes paramilitares de la acción de la justicia internacional por sus crímenes de lesa humanidad, de no ser así ellos no firmaban. Para eso excluyeron esos crímenes.
Así los que se acogieron a la ley de justicia y paz están por salir, 200 el 19 de agosto de este año, de la cárcel tras pagar condenas mínimas. Los que no cumplieron con lo pactado, fueron extraditados y pagan condenas negociadas por delitos de narcotráfico y lavado de activos. Van saliendo de las cárceles gringas y se quedan allá.
No hay un tipo de esos respondiendo por reclutamiento forzoso de menores de edad cosas porque a esos menores de edad los escondieron, los hicieron invisibles.
Señores negociadores, señor presidente, hagamos visibles a los niños y las niñas como víctimas del conflicto. A los huérfanos, a los mutilados, a los desplazados y a los reclutados.
Aseguremos que tengan su propio espacio y lugar en la mesas, sin voceros, sin representantes.
Ese sería un lindo ejercicio de construcción de una paz duradera.