Ikibunda en autoIkibunda pasea en carro. Hoy tocó paseo en carro, por un sitio que según el señor que me da la comida es un mierdero y según Santa Mónica Bogotá. Ella me advirtió que ojo, que no me fuera a vomitar.

Juan Manuel UrrutiaLa suben a una en el carro, no muy cómodo, por cierto.

Ellos van sentados todos amarrados y yo dando botes cada vez que el aparato se mueve, lo que no sucede de a mucho que digamos.

La mayor parte del tiempo la pasamos detenidos oyendo unos ruidos infernales que ellos llaman pitos.

De ahí salió la frase del señor que me da la comida. Esto es definitivamente un mierdero. Y pensar que ahora toca elegir alcalde. Estamos jodidos dijo.

Santa Mónica, siempre optimista, dijo, pero si ahí está Rafael Pardo, que sería muy buen alcalde.

Eso es lo malo, que el tipo podría ser muy buen alcalde pero tiene más appeal la tapa de una alcantarilla. El tipo no atrae.

Pero si está empatado con Peñalosa en las encuestas, dice ella.

Si pero si esos dos siguen le abren la puerta a otros cuatro años del Polo.

No hay derecho. Bogotá está sumida en el caos.

Tras doce años de gobierno de la izquierda el deterioro de la ciudad no puede ser peor. No solo son los huecos, ni esta porquería de movilidad, dice él, mientras escuchamos un concierto de pitos en un monstruoso trancón.

En el medio hay una moto y un taxi que se tocaron, al de la moto se le rayó el casco y al taxi se le torció el espejo lateral, están esperando la policía para que haga el croquis.

Lo malo es que no hay paso porque hay cinco camionetas negras, limpias, blindadas estacionadas en el carril derecho, debajo de un círculo con una letra P rayada y un furgón descargando huevos en el izquierdo.

Continúa el señor que me hace la comida: Se acabó la civilidad. Los bogotanos ya no respetan nada. Hay de que uno le diga algo a alguno de los conductores que se saca las espinillas mirándose en el espejo lateral de la camioneta, o a alguno de los guardaespaldas que no para de hablar por el celular con cara de importante, para que lo miren a uno con cara de ¿y a usté que le importa viejo pendejo?.

Ahora si el reclamo es a una señora que le mandó a uno la camioneta mientras uno atravesaba por el peatonal, la cebra que tanto defendió Mockus, la mamá del viejo pendejo queda dedicada al trabajo sexual automáticamente.

¿Y eso que tiene que ver?

Pienso yo y Mónica que me entiende todo le dice al señor, Iki pregunta que eso que tiene que ver.

¡Pues todo!

Primero Antanas y luego Peñalosa nos propusieron una ciudad moderna, civilizada, respetuosa. La gente respetaba a los demás, la autoridad protegía el espacio público. Cierto Peñalosa le hizo un enorme daño a Bogotá con su estreches mental en contra del metro, afortunadamente ahora dio la vuelta canela y lo apoya, aunque ya es tarde.

Luego llegó el Polo, y como en la canción cubana, “llegó el comandante y mandó a apagar”.

Primero fue Lucho que le devolvió el espacio púbico a la informalidad. Luego el torombolo, Samuelito, con su hermanito y con la complicidad de la sobrinita pálida en la secretaría general, se robaron lo que quedaba de ciudad.

El loquito de ahora se salió del Polo porque sabía que por ahí no ganaba. Los babosos, todos santistas y ministros hoy en día mostraron su miopía y lo dejaron ganar.

Doce años de gobierno de izquierda y ya no queda ciudad termina diciendo el señor.

Hay que atajar a Clara. A toda costa. No puede premiarse el daño que le hicieron los mamertos a esta ciudad.

Ojalá Peñalosa y Pardo entiendan.

A todas estas, llegó la policía movieron la moto y el taxi.

Pero en ese momento salió el personaje del restaurante y las camionetas negras se atravesaron en la calle para que él pudiera irse cómodamente sentado con la mona sin falda que lo acompañaba.

Yo le pregunté a Mónica ¿A esa niña no le dará frío tan destapadita de arriba y de abajo?

Ella me explicó, Iki esa niña, no es tan niña, debe ser la mamá de uno de los políticos que tiene a Bogotá así.

El señor que me da la comida soltó la carcajada y dijo, vámonos a vivir a la finca y ya.

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