JOhn McCainA la 1:30 am de la madrugada del 28 de julio, mientras la atención de los medios de EUA estaba centrada en la más reciente pelea intestina en la Casa Blanca, y no obstante su mayoría parlamentaria y el apoyo del presidente Trump, el senado republicano fue incapaz de derogar la ley de salud implementada por Barack Obama y conocida como Obamacare, que durante los últimos siete años ha sido el centro de los ataques republicanos.

Fue un cachetadón al líder mayoritario Mitch McDonald quien por ahora tendrá que aceptar a Obamacare, aunque no se descarta la posibilidad de que vuelva a resucitar sus intentos de borrarla.

Desde comienzos de la semana, el Senado había discutido varias versiones del proyecto de ley de rechazo de Obamacar — derogar y reemplazar, derogar ahora y reemplazar más tarde –, mientras intentaban en vano (y en secreto) crear su propia versión del proyecto de ley aprobado en mayo por la cámara. Esta última reencarnación, que se fue bautizada “rechazo escueto” (skinny repeal) falló.

Tres senadores republicanos votaron en contra de los lineamientos de su partido.

La senadoras Susan Collins, por Maine; la senadora Lisa Murkowski, de Alaska y quien fue atacada personalmente por el presidente Trump; y John McCain, por Arizona, y quien hace unos días fue diagnóticado con un agresivo cáncer en el cerebro e interrumpió su convalescencia para poder votar.

El New York Times describe la votación como “una humillante derrota” para McConnell, “quien cultivó su reputación como maestro de la táctica parlamentaria y durante tres meses intentó encontrar una manera de presentar un proyecto de ley que ganara el apoyo de sus colegas”.

Irónicamente, mientras el senado discutía el proyecto de ley de salud que afectaría a millones de personas y la sexta parte de la economía de EUA, los medios del país parecían centrar en otro drama: La bronca entre dos altos funcionarios de la Casa Blanca, con insultos que han bajado aún más el nivel dell discurso político estadounidense como no se ha visto en historia reciente.

Con solo días en su cargo como Director de Comunicaciones de la Casa Blanca, Anthony Scaramucci desató un huracán político el jueves cuando llamó al periodista Ryan Lizza de la revista New Yorker para “descargar”. Y amenazó con despedir a todo el personal de comunicaciones de la Casa Blanca. Luego, llamó al jefe de gabinete Reince Priebus un “esquizofrénico paranoico” y, también, tuvo generosos insultos para Steve Bannon, estratega y asesor de Trump, a quien acuso de intentar “construir su propia marca”.

Scaramucci había acusado de Priebus de cometer un crimen al hacer “filtrar” un documento financiero de Scaramucci — documento al cual cualquier persona tiene acceso.

El nivel de vulgaridad de Scaramucci, un millonario que maneja fondos de cobertura y de quien se rumora persigue el cargo de Jefe de Gabinete, escandalizó a los medios del país — incluso el canal Fox que es la voz de la administración. Logró desviar la atención de los medios.

No fue un buen día para los republicanos de EUA.

Y no es el único problema serio que enfrenta Donald Trump.

 

 

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