22 mil ciudadanos se unen para ganarle la batalla a la inseguridad

Por Margarita Solano #PeriodismodePaz — A las 17:16 de un domingo cualquiera, la Central de Emergencias de Tlalnepantla de Baz recibe una llamada de una mujer que respira con dificultad.

“¡Buenas tardes por favor, acaban de robarme una camioneta aquí en la calle de Durango número 151, es una express van! me la acaban de robar por favor”.

En un municipio que según la Asociación Mexicana de Instituciones de Seguros (Amis), es la tercer ciudad en la lista de robo a vehículos, recuperar en dos minutos uno de los 3 mil 167 autos robados durante el último año se convierte en un hecho relevante.

Sucede que la mujer del otro lado del auricular, apretó un botón de emergencia a través de una aplicación en su teléfono celular que la comunicó con las autoridades municipales. 120 segundos más tarde, la policía municipal ubicó el vehículo a la altura de la Avenida 3 y arrestaron a los presuntos responsables.

Recuperar un vehículo robado en uno de los municipios más extensos del Estado de México, solo es posible con una mancuerna que durante años estuvo divorciada pero que hoy reaparece en la escena pública para ganarle la batalla a la delincuencia: sociedad y gobierno.

Así como un domingo, una víctima de robo apretó el botón de emergencia desde su celular para activar la alarma vecinal y recuperar su camioneta, 22 mil tlalnepantlenses en 74 colonias se han organizado a través de redes vecinales para cuidarse los unos a los otros. Y, por primera vez, la ciudadanía se integra a labores de seguridad como agentes productores.

Lupe integra la red vecinal de la colonia Gustavo Baz. Un barrio de calles empinadas con vista a la inmensidad de un caserío que se erige sobre la falda de una montaña. 232 vecinos como ella, se han organizado a través de una red vecinal donde a través de grupos por WhatsApp y una aplicación de emergencia, pueden activar la alarma vecinal para casos que requieran la ayuda de las instituciones de seguridad.

En el momento en que un vecino oprima el botón, los demás sabrán en tiempo real qué necesita su vecino, en dónde está ubicado y el Centro de mando C4 también. El actuar de las instituciones municipales está auditado constantemente por los miembros de las redes vecinales que se fortalecieron en la administración que encabeza Denisse Ugalde Alegría. Cada mes, la alcaldesa y los principales funcionarios de su gabinete, acuden a las reuniones de balance de esas redes vecinales en compañía de los vecinos que sin tapujos, se levantan a enlistar los compromisos que no se han cumplido.

Una comunidad organizada: el acicate para la autoridad.

Es lunes de fin de mes y hay reunión de evaluación en la colonia Gustavo Baz. En treinta días, el Centro de Control, más conocido como el C4, ha recibido de los vecinos de este barrio, 12 llamadas, nueve de prueba para confirmar si las autoridades están atentas al llamado de la comunidad a través de la aplicación móvil. Tres llamadas más son reales. Todas se han resuelto en cinco minutos y medio de tiempo aproximado.

El balance a un mes de haber estado en la misma colonia, lo hace el Comisario Alejandro Villar del Mazo que tiene brazos de Popeye el marino cuando come espinacas.

El principal  reto del cuerpo policiaco que coordina, es recuperar la confianza de la gente. Pero ahora ese pendiente ha dejado poco a poco de perturbarle porque cada mes debe pararse así como hoy, para escuchar de viva voz de los vecinos de la Gustavo Baz, si sus uniformados han cumplido o no a las peticiones que les hace la gente.

“Eso nos obliga a corregir, dar seguimiento y la gente empieza a recuperar la confianza perdida”, explica minutos previos a la junta de evaluación.

Para Denisse Ugalde, presidenta municipal de Tlalnepantla, las alarmas son el pretexto, el objetivo “es la organización de la gente desde su comunidad”. En una primera etapa, el municipio instaló más de 200 alarmas vecinales de 324 que tienen como meta de aquí a seis meses que termine la administración. Por cada una de las alarmas, se organizó una red vecinal integrada por 240 vecinos para trabajar de manera conjunta a partir de la proximidad de las autoridades con su población y construir poco a poco una cultura de paz donde los problemas se solucionen sin recurrir a la violencia.

La base de la estrategia es la palabra confianza y la única manera de generarla en una sociedad incrédula y alejada de las instituciones, es la cercanía.

Al fondo un señora de cabello plateado dice que su calle todavía está oscura. Ugalde la encamina con el encargado de instalar luminaria en el municipio. Le toman los datos de su colonia para saber exactamente dónde necesitan instalar los focos. En treinta días cuando los funcionarios regresen a una nueva reunión de evaluación, la calle de la señora debe estar iluminada. Lo mismo espera María, una vecina que se forma para entregarle al funcionario municipal un par de fotografías de una banqueta que no tiene una rampa para personas con capacidades diferentes.

Ahora la alcaldesa camina en medio de una decena de vecinos en la Gustavo Baz cuando el sol se oculta y con esos zapatos de colegiala blanco con negro como dibujando con su andar el significado del yin y el yang y esas energías opuestas tan complementarias a la vez.

“El reto es enfrentar la inseguridad de manera conjunta”, precisa sin tapujos Ugalde, sicóloga de profesión y política por vocación.

Es ella quien coordina los esfuerzos para llevar a buen puerto el eje rector de su administración: la cultura de paz. Paz en uno de los municipios catalogados con alerta de género, paz en un territorio que por años encabeza los primeros lugares en robo a transporte con violencia. ¿Se puede conseguir paz en un contexto adverso para la autoridad? Ugalde cree que sí.

El yin y el yang vuelven a pisar terreno hasta llegar a la Unidad Habitacional Valle del Tenayo.

“Faltan luminarias presidenta”, dice una vecina.

“No pusieron la rampa que prometieron el mes pasado”, alega otra.“Yo activé la alarma pero nadie me atendió”, reclama la vecina al Comisario.

“Desde hace más de doce años venimos pidiendo que ese lote baldío lo conviertan en un parque para niños”, conversa en voz alta la mayor de los vecinos.

“En doce años ya nos hubiéramos organizado y ya tendríamos ese parque amiga”, responde la de al lado.

Pasadas las 20 horas del lunes, los vecinos siguen sumando aliados para las redes vecinales, los funcionarios atajan las quejas, toman nota y prometen solución. El cerro se oscurece y la paz se asoma en Tlalnepantla. O por lo menos eso se promete.

Del linchamiento a la resolución del conflicto

En septiembre del 2016, Héctor tenía 21 años y llegó moribundo a la Cruz Roja de Tlalnepantla de Baz, que poco pudo hacer para salvarle la vida. Minutos antes, había sido atado de brazos y pies a un poste de energía eléctrica donde recibió patadas en la cara, puños en las costillas y una turba de golpes de unos cincuenta vecinos de San Andrés Atenco después de que el adolescente intentara robar el tren suburbano que corre hacia Matías Romero.

En Tlalnepantla como en otros municipios del país, la gente suele resolver los conflictos con violencia. Linchamientos como el de Héctor, riñas callejeras al exterior de las escuelas, pleitos al interior de la casa, son el pan de todos los días. En la Universidad de Harvard en Estados Unidos, han dedicado décadas ha investigar cómo resolver conflictos de una manera pacífica a través de la creación de lazos y partiendo de las diferencias entre los seres humanos.

En el municipio de Tlalnepantla, la apuesta es resolver los conflictos sin llegar a la violencia. Se crearon tres Centros de Mediación y una Unidad Móvil que se inauguró a principios del 2018, donde sicólogos, sociólogos, abogados, sirven de mediadores para resolver problemas de la comunidad.

Al mes, los centros reciben entre mil 500 y mil 800 vecinos para pedir asesoría sobre cómo hacer con el vecino que estorba en la entrada de la casa, o el vecino que tiene fijaciones de agua en su pared y se filtra en la de al lado o aquél que saca a sus perros a pasear y no los contiene al paso de niños que juegan en la banqueta.

Karen vive al Oriente de Tlalnepantla y necesita ayuda. Su vecina que tiene una tienda chica, siempre agrede verbalmente a sus hijos con insultos. Una tarde vio pasar la Unidad Móvil de mediación y entendió que podrían ayudarle con su vecina maleducada. Al siguiente día, el equipo de mediación acudió al domicilio de Karen y entregó una notificación para ella y su vecina fueran a conversar sobre lo que les incomoda para darle solución. Para Jorge Armando Chávez, coordinador de Justicia Municipal, se trata de faltas administrativas que si no se median a tiempo, puede desencadenar en violencia. Para Karen, la tranquilidad de poder mandar a sus hijos a la tienda.

Fotografías: Raúl Orozco y Edgar Enciso.