Para la periodista colombiana Olga Behar este tercer proceso de paz en Colombia en casi treinta años podría ser el definitivo.

Behar basa su optimismo en las diferencias que se viven hoy con los intentos anteriores (en 1984 bajo la administración de Belisario Betancur y en 1994 bajo el gobierno de Andrés Pastrana).

Señaló, en respuestas escritas a tres preguntas de El Molino Online, que esta vez los protagonistas son la “segunda generación de fuerzas en conflicto”.

Tanto el actual presidente Juan Manuel Santos como el comandante de las FARC Timochenco, “Vieron desaparecer a sus antecesores en medio de la guerra”, indicó la autora de varios libros sobre el conflicto colombiano.

“Y creo que, en ambos lados, hay  una conclusión: para qué desangrar al país durante otros sesenta años”.

Los previos procesos son ricos en lecciones, dice Behar, destacando que, “No es conveniente negociar treguas y ceses del fuego en la primera fase. Solo si hay una voluntad evidente de llegar hasta el final”.

Sobre las dificultades de reintegrar a los desmovilizados a la sociedad civil, dice que es indispensable ofrecerles verdaderas oportunidades y no caridad.

En conclusión, Behar lanza un desafío a la nación entera: “Hay que llegar hasta las últimas consecuencias y, de pronto, perdonar lo imperdonable — a guerrilleros y a militares. Es el precio que, como sociedad, tendremos que pagar”.

El próximo 15 de octubre comenzarán las discusiones formales entre representantes de las FARC y del gobierno de Juan Manuel Santos, primero en Oslo, Noruega, y luego en La Habana, Cuba.

A continuación, las respuestas de Olga Behar a las tres preguntas de El Molino.

EM: ¿Por qué ahora?–Porque después de más de ocho años de guerra feroz, ambos bandos han llegado a la conclusión de que ninguno puede derrotar al otro. Hay que entender también que estamos hablando de la segunda generación de las fuerzas en conflicto:

Juan Manuel Santos, es hijo de quien, desde su trinchera en el periódico El Tiempo, vio surgir y desarrollarse a las FARC. Por su parte, Timochenco y sus compañeros de lucha son la segunda generación de combatientes.Ambos vieron desaparecer a sus antecesores en medio de la guerra.

Y creo que, en ambos lados, hay  una conclusión: para qué desangrar al país durante otros sesenta años.

Finalmente, para las FARC, está el ejemplo tan cercano de Venezuela. Independientemente de cómo ha sido el mandato de Hugo Chávez, las FARC tienen claro que es posible buscar transformaciones de fondo en la sociedad, por la vía democrática.

Pienso que los consejos de Chávez a Timochenco (que según informaciones de prensa se dieron hace unos meses, durante ocho horas de reunión), son claros: ahora o nunca.

EM: ¿Por qué este si y los otros no?–Porque por primera vez, ambos sectores han llegado a la conclusión expresada anteriormente. En el pasado, el gobierno buscaba aire político, o eran posturas románticas que planteaban que por encima de los conflictos, la paloma de la paz podía volar y las banderitas blancas ondear.

Pero no logró convencer a los principales actores del conflicto: las fuerzas armadas y los políticos de derecha y ultraderecha.

Hoy, los militares están con Santos y la derecha también.

De la ultraderecha no hablemos: está disminuida pero sigue representando un grave peligro para la sociedad.

Por el lado de las FARC, los esfuerzos anteriores (el del 84 con Belisario y el de la zona de distensión del Caguán, con Pastrana), fueron oportunidades que tomaron, no para buscar la paz, sino para descansar, reorganizarse y armarse hasta los dientes.

EM: ¿Qué se aprendió de los previos procesos que se pueda implementar ahora?–Que hay que ir paso a paso y que elementos como zonas de concentración solo pueden darse en momentos muy definitivos y no al comienzo de los procesos.

Que no es conveniente negociar treguas y ceses del fuego en la primera fase. Solo si hay una voluntad evidente de llegar hasta el final.

Que las negociaciones no pueden ser eternas. Ponerle plazos relativamente fijos (un año a lo sumo) es un taxímetro que puede jugar en contra si no hay verdadera voluntad y empiezan las dilaciones, pero es lo más apropiado para dar los pasos lo más rápidamente posible.

Que la reintegración a la vida civil no se logra con taxis o minifundios para los desmovilizados. Si estuvieron en el monte durante 60 años, es porque necesitan mucho más que eso, pero no en dádivas, sino en oportunidades.

Que en lo jurídico casi todo es negociable y que tenemos que convencernos de eso. Hay que llegar hasta las últimas consecuencias y, de pronto, perdonar lo imperdonable (a guerrilleros y a militares). Es el precio que, como sociedad, tendremos que pagar.