Yo era como un pulpoMe había prometido que no escribía más sobre la elección americana entre otras cosas porque me parece que ese pobre país va por muy al camino teniendo que elegir entre la Hillary y el peluqín.

Reflexiones de Juan Manuel UrrutiaYo también era como un pulpo, pero estaba en tercero bachillerato y apenas descubría los encantos del cuerpo femenino.

Rápidamente aprendí el efecto de la caricia en lugar de la “agarrada”.

Siempre tuve lo que algunos llaman suerte con las mujeres y por muchos años la fidelidad como que no hacía parte de mi ADN, pero nunca traté de forzar ni siquiera un apercolle, eso que las niñas llaman “el tipo me lo arrimó”.

Las recientes publicaciones sobre la visión de la sexualidad del peluquín no son de poca importancia, “charlas de vestier” como las llama el violador ese.

Yo me he pasado un buen porcentaje de mi vida en los vestieres conversando con mis amigos y no recuerdo nunca que nadie haya hecho alarde de sus conquistas o métodos sexuales y menos que alguien haya dicho que uno lo que debe hacer es “Kiss the girl and grab her by the pussy”, entre otras cosas porque ¡eso no se agarra!

He viajado mucho, ya casi completo el millón de millas en los dos programas más populares de viajero frecuente del mundo. Siempre tuve la fantasía del “Mile High club” o sea sexo en las alturas. Muchas veces mi vecina de asiento alimentaba dicha fantasía. No se me pasó por la mente ni siquiera tratar de tocarle la mano. Lo más osado ha sido un “me encantaría volver a verte ¿me das tu número de teléfono?”

No sé cuántas veces me he subido a un ascensor para encontrarme con una mujer muy atractiva. No sé cuántas de esas veces he intentado el contacto visual para esbozar una sonrisa y eso me ha hecho sentir como que estoy haciendo algo malo.

Me dice mi esposa que a veces exagero la forma en que detallo a las mujeres, “el escaneo”. Me justifico ante ella y me siento más mal que bien.

No puedo entonces creer que las historias sobre Trump no hayan llevado a una desbanda total del partido republicano. Los que menos deberían votar por el peluquín ese son los hombres porque saben que el tipo descredita a nuestro género. La mayoría de los hombres no somos así, respetamos y amamos a las mujeres, no necesitamos forzarlas para obtener sus “favores” y en el peor de los casos pagamos, por eso existe el trabajo sexual.

Ya se ve una diferencia de seis puntos en el promedio nacional de las encuestas que publica la página RealClearPolitics

En algunas encuestas la diferencia llega al 11%.

Uff dirán algunos.

Ayayay digo yo. ¡Pensar que el 40% de los encuestados todavía dice que votará por el peluquín es muy atortolante!

Igualmente asustador, es que, ante semejante esperpento de candidato, la gente tenga que optar por una persona que tiene un pasado gris por decir lo menos. Desde Whitewater hasta los treinta y tres mil emilios borrados, la carrera política de la señora Clinton está marcada por incidentes en donde la transparencia y la ética no parecían importarle.

Los norteamericano merecen mejor suerte.

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