El 22 de noviembre de 1963, el presidente John F. Kennedy fue asesinado mientras viajaba en un auto convertible en Dealy Plaza en Dallas, Texas.

El presidente recibió dos balazos: el primero en la espalda y garganta y el segundo en la parte posterior del cráneo. El gobernador de Texas, John Connally, que iba con él en el automóvil también recibió un impacto pero sobrevivió.

Jacqueline Kennedy y Nellie Connally, las esposas de ambos políticos, resultaron ilesas.

Al cabo de un par de horas, la policía detuvo a Lee Harvey Oswald, ex marine de 24 años que en un momento había desertado a la Unión Soviética y lo acusó del crimen. Oswald, intentando escapar, asesinó a un agente.

El mundo quedó consternado.

A los dos días del asesinato, cuando Oswald era transferido a otra prisión y en vivo y directo, Jack Ruby, dueño de un cabaret de Dallas, asesinó a Oswald de un balazo.

Aunque la Comisión Warren del Congreso de EUA concluyera que tanto Oswald como Ruby actuaron solos, el dramático evento dio nacimiento a todo tipo de conspiraciones — y a una mórbida fascinación con el magnicidio — que perduran hasta el momento.

Eso sucedió hace 49 años.

Foto: Wikipedia

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