Una aplanadora llamada TrumpComo hemos dicho en este espacio en repetidas ocasiones, en términos políticos (y repetimos estrictamente políticos), el presidente Trump es mucho más valiente que la gran mayoría de su oposición.

Él dice y hace lo que le venga en gana mientras que los demócratas se guían por una serie de normas, pautas, protocolos que dada la situación actual no son más que obstáculos.

En su frustración, los demócratas acusan a Trump de haber “secuestrado” el partido republicano, obligándolo a aceptar una agenda racista, en beneficio de los pocos, a costa de los muchos. Pero ese ha sido el partido republicano desde la década del 70, cuando Richard Nixon y sus secuaces implementaron la llamada “Estrategia Sureña”, que básicamente reclutó al partido a los segregacionistas blancos que se oponían a las reformas que habían resultado del movimiento por los derechos civiles.

BREVES DATOS HISTÓRICOS: Desde el periodo que siguió la Guerra Civil (1861-1865), que culmina en la liberación de los esclavos los descendientes de los esclavistas en el sur estaban organizados en el partido demócrata.  Esto cambió cuando Martin Luther King logró que los presidentes demócratas Kennedy y Johnson apoyaran cambios hacia la integración del país.

A raíz de lo anterior, las campañas de inscripción de votantes registraron (sufriendo atentados y enfrentando amenazas) a muchos afroamericanos al partido Demócrata. Hubo intentos de crear un tercer partido para los segregacionistas, hasta que Richard Nixon los invitó a apoyarlo. En 1968, primero, luego en 1972.

Así, con esa gente, floreció el partido Republicano. En los estados del noreste de EUA, se presentaron como “conservadores social, y fiscalmente”. Pero sus políticas fiscales siempre implementaron medidas para beneficio del 1% que controla EUA, a costas del resto. Y también rechazaron toda política que abrieran oportunidades para la gente de color, enriqueciendo al país con el aporte de estas masas negras, latinas, asiáticas. Su práctica siempre ha sido obstaculizar en vez de agilizar.

Estos políticos republicanos — y la gente que los financia — vienen implementando un plan social y político en contra del avance de los trabajadores, los pobres, las minorías. Se quejan cuando se da acceso a la educación superior a las llamadas minorías. Lamentan que los programas de asistencia a los pobres son muy costosos. No hay plata, dicen a gritos.

Sin embargo, jamás han cuestionado el presupuesto militar, donde los contratos son milmillonarios y benefician a compañías que ellos controlan. Igual con las prisiones privadas de inmigración — otro negocio redondo; o las compañía farmaceúticas; o las de energía que destruyen el medio ambiente.

Por ser Trump como es — alardeando, edificios enchapados en oro, su apariencia grotesca, su falta de modales, su bajo nivel de educación (solo hay que ver los errores ortográficos del presidente), su vulgaridad — y porque en 2016 llevaba las de perder, inicialmente el grueso de los republicanos lo despreció y fueron pocos los que lo apoyaron.

Pero esto no duró mucho, porque el hombre ganó y todo el partido republicano se unió detrás de él. La diferencia siempre ha sido de forma. No de sustancia.

Ellos implementaban políticas contra las minorías; él también las implementó, pero empacadas en un lenguaje incendiario y abiertamente racista.

En todo fue así: Salario mínimo; derechos reproductivos; igualdad de salarios; seguro médico; impuestos; oportunidades para las minorías, las mujeres, los inmigrantes, la comunidad LBGT.

El partido republicano hoy por hoy es Trump. Algunos quisieran ser trumpismo (sus políticas) sin Trump (su forma).

Los demócratas, con unas cuantas excepciones, son un partido de cobardes. Terriblemente cobardes. E igual de oportunistas.

Dicen básicamente, ‘déjennos a nosotros, sus representates electos arreglar las cosas, luchar contra las políticas del presidente. Voten por nosotros y todo se solucionará.

Pero ganaron la Cámara de Representantes y nada se solucionó.

Los demócratas como esa caja que contiente otra caja, dentro de la cual hay otra más, y otra más, y más. Hasta que se llega a la última. Y es ahí que damos cuenta que no hay nada.

Abundan los casos.

BREVE EJEMPLO RECIENTE: En septiembre del año pasado, Trump nombró a Brett Kavanaugh para la Corte Suprema de Justicia. En medio del proceso de investigación de credenciales, se supo que el jurista (quién es un hombre de la derecha religiosa) tenía ciertas acusaciones pendientes de agresión sexual años en el pasado.

Primero no dijeron nada los demócratas. Luego, a último momento salió una acusadora. Se paró el proceso. Los demócratas presionaron para que el FBI investigara las acusaciones. Los republicanos denunciaron. Finalmente accedieron a hacerlo y , ¡sorpresa! Kavanaugh salió limpio.

Ahí está en la Corte Suprema.

Igual lo que se ha visto desde el comienzo de la investigación sobre Rusia. Mientras que los republicanos (y los medios que los respaldan) han dicho desde el primer día que es un montaje, los demócratas (y los medios que los respaldan) en su abrumadora mayoría han dicho que todo indica que Trump trabaja para Rusia, ya sea motivado por intereses económicos, o bien porque Rusia tiene “Kompromat” (capacidad de chantajearlo) sobre él.

Prometieron los demócratas que el Fiscal Especial Robert Mueller (ex jefe del FBI, héroe militar) estaba investigando y ello resultaría en imputaciones del círculo íntimo del presidente, incluyendo sus hijos.

Pasados dos años, Mueller entregó su informe al Fiscal General William Barr.

Barr hizo público un resumen ejecutivo. En un cargo, conspiración con Rusia, no hubo pruebas.

En otro cargo, aunque presentó 10 situaciones en que el Presidente pudo haber obstruído la justicia, no dijo que el presidente es culpable.

Soltó una fórmula “a la Poncio Pilatos”, en que no imputa ni tampoco exonera.

Eso presenta un serio problema de forma, ya que la presunción de inocencia hasta comparse la culpabilidad no tiene un espacio jurídico para la “no exoneración”. Correspondía a Mueller probar que Trump es culpable y de no serlo es inocente.

Sí algunos están encanados. Pero no por crímenes cometidos durante la campaña.

Los demócratas luego citaron a Mueller al Congreso, prometiendo que su testimonio “iba a darle vida” al informe. Pero como dijo un comentarista en vez de darle vida se la chupó.

Ello porque el fiscal Mueller que vieron millones en sus televisores y aparatos, fue un anciano, débil, titubeando, medio sordo, cansado, olvidadizo. Y no se apartó ni por un milímetro de los rieles que él había impuesto.

Y después del miércoles que presuntamente iba a comenzar el fin de Trump, no pasó nada. Todo sigue igual.

Por enésima vez el presidente ha cantado victoria y los demócratas siguen investigando.

Los demócratas dicen aquí hay mucho que escarbar.

Piden los impuestos de Trump, investigan a su familia, a sus empresas, sus relaciones de negocios, las acusaciones de agresión sexual. Todo ello consume la energía de tribunales, comités del congreso, etc.

Tal es el nivel de investigaciones que Donald Trump, el hombre que durante toda su vida se ha presentado como un bully, un matón que golpea al más débil y que invariablemente le cae al caído, hoy día se presenta como víctima de “hostigamiento” presidencial. Pobrecito.

Para los medios todo esto es un gran negocio, ya que las audiencias de gente que rechaza la política del presidente consume cuando informe salga — las audiencias son enormes. Las arcas se están llenando.

Al finalizar julio 2019, los demócratas en el congreso siguen investigando al presidente, sentando las bases para un proceso de impeachment. Al mismo tiempo, 20 y pico precandidatos presidenciales demócratas se preparan para los debates.

Algunos legisladores quieren que se realice ya el impeachment. Pero Nancy Pelosi, la presidenta de la Cámara de Representantes, dice que no, que hay que seguir el proceso.

Pero los que siguen el proceso son únicamente los demócratas, ya que la Casa Blanca de Trump sencillamente se ha negado a entregar los materiales. No los aflojan.

Algunos demócratas, viendo el caso de Puerto Rico, cuando al perder confianza en las instituciones, el pueblo se lanzó a las calles, han sugerido que tal vez éste sea el camino a seguir.

Silencio.

Y ahí es donde se nota que en cuanto a  valentía,Trump supera a cualquier otro político: Hace lo que le viene en gana y nadie se atreve a detenerlo.

Otra semana que pasó en EUA.

CFT
Director, El Molino Online
Pennsylvania, EUA, 7/28/2019