Viajando y vomitando. Michael Harthorne de Newser nos trae esta nota sobre la inimagible jornada del vuelo 944 de Delta, que partió de Punta Cana, República Dominicana con rumbo al aeropuerto Kennedy en la Gran Manzana.
Fueron 30 horas en un vuelo en el cual la vomitada masiva de los pasajeros no fue lo peor.
Todo comenzó cuando los pilotos tuvieron que desviar la nave hacia el aeropuerto de New Hampshire por la congestión en New York y la falta de combustible.
Al aterrizar, enfrentaron realizaron que no había aduanas allí; tardó dos horas para que llegaran los funcionarios. Esperaron en el avión. Finalmente salieron de 20 en 20 pasajeros; eran 160. Luego, el avión tuvo que permanecer en New Hampshire porque la tripulación había excedido el número de horas seguidas que se les permite trabajar.
Al día siguiente, rumbo a New York, encontraron vientos de 60 millas la hora. “Sentíamos que el avión se iba a quebrar en dos”, dijo una pasajera.
Fue entonces que comenzó la vomitadera.
Nuevamente, el avión tuvo que desviarse a Boston, donde tuvieron a los pasajeros encerrados por un buen rato.
Finalmente, el capitán permitió que salieran los pasajeros y muchos optaron por comprar un pasaje por tren e ir a casa.
Cuando finalmente el avión despegó hacia su destino en Kennedy, quedaban únicamente 90 de los 160 almas con que salieron de Punta Canas.
Treinta horas en vez de cuatro.