Kabul_Ciudad_InterrumpidaKABUL, Afganistán — Con la globalización de las comunicaciones, con las imágenes que desde que Bush decidió meterse a este país para vengar los actos de 9/11, descubrimos a Afghanistán y nos hicimos nuestra propia imagen

KabulDesde la ventanilla del avión la vista era casi idéntica a lo que yo había imaginado. Escarpadas montañas cubiertas de nieve. Valles áridos. La aproximación hacia el aeropuerto tiene momentos algo asustadores porque ve uno las cimas de las montañas tan cerca que se pueden contar las rocas, me recuerda la entrada a Katmandu.

Finalmente, el avión llega al valle en donde está Kabul que se parece a la Sabana de Bogotá con el Tablazo y Monserrate y Guadalupe nevados y mucho más árido.

Aterrizamos y se da uno cuenta que es un país marcado por una larga guerra. El aeropuerto tiene una presencia militar que impresiona.

Kabul es una ciudad interrumpida, por los retenes, las barricadas, las barras atravesadas en las calles. Sobre la ciudad flotan cuatro zepelines blancos. Pregunto ¿y eso? Tienen cámaras la ciudad está permanentemente monitoreada desde el aire. A intervalos de unos cuarenta minutos helicópteros artillados en grupos de tres sobrevuelan la zona de Kabul en donde están las embajadas, los bunkers de las organizaciones internacionales y los “compounds” donde nos quedamos los expatriados.

En el aeropuerto me recoge una camioneta blindada, con un guardaespaldas que si me lo encuentro por la calle salgo a perderme.

KabulEnorme, barbado con la cara adusta. Comienza el briefing de seguridad. Me entregan un tracker que debo llevar siempre. Con eso saben en donde estoy a cada momento. No debo salir de la oficina sin escolta.

Todo desplazamiento debe ser informado a “seguridad” con una hora de anticipación, ellos deciden si el desplazamiento y el lugar donde voy es seguro.

Estoy alojado en un compound “muy seguro”.

NO me veo con nadie.

No hay bar para comentar los acontecimientos del día o para intercambiar impresiones, estamos en un Estado Islámico, no venden licor ¡qué sed!

En mi primera visita al ministerio de salud me encuentro con tres funcionarios jóvenes, hablan un inglés decente. Me sorprende su interés por discutir y entender lo que yo planteo como un esfuerzo para incrementar la participación del sector privado en el sistema de salud. Afghanistán fue comunista, luego lo dominó el Talibán, luego vino la guerra y lo que ahora llaman el pos conflicto, este si. En estos años de ocupación los donantes internacionales han mandado la palabra en la financiación de las necesidades del Estado y mucho de ellos creen menos en el sector privado que el señor Chávez.

Pese a ello estos señores me siguen la propuesta, se interesan discuten y deciden que el cuento vale la pena. Me proponen que hagamos una reunión con todos los directores de área que son como 10, que le van a pedir al viceministro encargado de políticas y de planeación que convoque una reunión.

Salgo bastante escéptico, “me están dorando la píldora”. Ahora resulta que el vice está muy ocupado y que puede convocarla reunión la semana entrante cuando yo ya tenga una pata en el vuelo de regreso.

Pos no.

En lo que tardo atravesar unas veinte cuadras en el blindado, hablando del optimismo de estas nuevas clases dirigentes con respecto del futuro de su país, me han mandado un emilio convocando a la reunión para el miércoles. Miércoles digo, era en serio.

Pero no se puede uno confundir.

El mecanismo de protección que rodea a las oficinas de los diferentes organismos internacionales y embajadas es prueba real de peligro que aún subsiste.

La entrada a las instalaciones de la embajada de los Estados Unidos a donde fui a reunirme con la gente de USAID, para quienes estoy haciendo una consultoría, es impresionante por no decir aterradora. Llegamos en carro a una primera entrada fuertemente custodiada y con una barra de acero atravesada en la calle. Procedemos por entre una chicana construida con muros de concreto de un metro de ancho por tres de alto. Procedemos durante más de un kilómetro por una calle rodeada por dos muros de concreto de tres metros de alto.

A medida que nos acercamos a la entrada aparecen los blindados y por primera vez desde que llegué a Kabul, las fuerzas especiales, armados hasta los dientes. El ingreso es lento, lo revisan a uno varias veces. Circulan militares en carritos eléctricos. La misión de Estados Unidos en Kabul es la más grande del mundo y ahí residen todos los norteamericanos que allí trabajan, nadie sale a dormir a su casa, nadie sale a comer a un restaurante o a visitar a un amigo a su hotel. Ahí viven, comen, duermen y todo lo demás.

Juan_Manuel_UrrutiaYa dentro de la embajada no están los marines con su elegante uniforme y su kepis blanco. No, todo mundo en traje de fatiga y muchos de ellos armados. En las oficinas me impresiona que en cada puesto de trabajo hay un burro sobre el que reposan un casco y un chaleco antibalas y yo paseándome por Kabul con mi chompita azul fosforescente de The North Face.

Mamá quiero una copa de vino.

Imagenes: Mapa, Wikipedia Commons; Kabul, Philmofresh via Flickr; Kabul calle, JMU

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