Juan Manuel Urrutia V.Hoy amanecí tratando de entender el rollo de Corea del Norte a ver si se me ocurría algo medianamente inteligente. Luego supe que la baronesa Thatcher, la dama de hierro, se fue: la admiré enormemente. Tenía tema como para dos reflexiones.

El expresidente Álvaro Uribe arremetió hoy nuevamente contra el Presidente Santos. En una entrevista que oí lo acusó de mentiroso. Sin ambages, sin dudarlo. Lo acusó también, como lleva meses haciéndolo, de darle impunidad a las FARC.

Imposible callar.

Anoche el señor expresidente trinó o re trinó una información que según parece era reservada y tenía que ver con temas de seguridad nacional. La información en cuestión eran las coordenadas de una suspensión de unas operaciones militares. Uribe, mientras atacaba a Santos, decía que él es un ciudadano del común justificando así su derecho al trino irresponsable.

A mí me parece inaceptable que un expresidente pretenda que él es un ciudadano del común. El señor  Álvaro Uribe Vélez perdió el derecho a ser un ciudadano del común el día que se ganó la primera elección y el día que compró con dadivas y notarías la segunda.

El expresidente tiene los mismos derechos que todos los ciudadanos del común, pero además unas obligaciones que ha resuelto negar. Tiene acceso privilegiado a informaciones reservadas y  tiene derecho a recibir esas informaciones. Pero tiene la obligación de consultar los intereses del Estado colombiano y la obligación de mantener la reserva cuando esta le conviene al Estado. Así a él le convenga divulgar informaciones confidenciales.

Entre viernes y sábado hubo otro incidente en el que Uribe divulgó informaciones que había recibido, matizándolas. Según parece encontraron unos cilindros con metralla en La Guajira. Según Uribe muy cerca de la casa del Gobernador, según el propio Gobernador no tan cerca, a un kilómetro. De nuevo, un ciudadano del común puede resolver que un kilómetro es cerca. Un ciudadano del común puede entrar a un café en Riohacha y decir “parece que encontraron tremenda bomba al ladito de la casa del Gober” interpretando que un cilindro con metralla es tremenda bomba y que un kilómetro queda “al ladito”.

Pero un expresidente no puede traducir esa frase que empieza a circular en los medios sociales para “trinar” que las FARC trataron de atentar contra la vida del Gobernador. El derecho a esa irresponsabilidad de la exageración lo perdió en día que se volvió Presidente. Más aún, el trino como información no es gran cosa, pero el matiz de “mientras el Gobierno garantiza impunidad de asesinos de las FARC” es dañino e irresponsable.  Tan dañino e irresponsable que obligó al Presidente Santos a rectificar y a decir que Uribe estaba manipulando la información. Los ciudadanos del común pueden darse esas licencias, los expresidentes no.

Yo he expresado mi más profundo desacuerdo con el expresidente Uribe y sus amigos, muchos de ellos amigos míos con relación al proceso de paz. No me gustan sus prácticas ya que me parece que ha asumido una posición sumamente oportunista en su afán de vengarse de las desobediencias de su sucesor. Me refiero al proceso de Paz, y al fallo de CIJ sobre delimitación de aguas con Nicaragua, temas en los que Uribe ha pecado de un oportunismo posiblemente aceptable para un ciudadano del común, pero no para un expresidente.

Uribe tiene todo el derecho a criticar y a cuestionar las políticas del Gobierno. Exagerando un poco yo diría que los expresidentes tienen hasta cierto punto la obligación de tener por lo menos una clara opinión sobre las políticas del Gobierno. Pero ese derecho, que tiene como expresidente, tiene que ser ejercido en concordancia con las obligaciones que conlleva la investidura que le otorga el derecho, y que es la que le da acceso privilegiado a mucha información y a las audiencias.  A Uribe lo escuchan y lo entrevistan porque es un expresidente.  Además, porque fue un Presidente muy popular. Dice hoy Gabriel Silva que él nunca ha criticado al Presidente Uribe sino al expresidente, buena frase.

Los expresidentes no son ciudadanos del común. Los expresidentes no deben andar por ahí cazando peleas de ciudadanos del común. Un ciudadano del común puede gritar “Presidente Santos usted es un mentiroso, me prometió una casa y nada”. Un expresidente no puede andar diciendo que el Presidente de los Colombianos miente. Y mucho menos para tratar de obtener más popularidad. No le queda bien.

Un expresidente es una figura pública y no tiene derecho a comportarse como si fuera un ciudadano del común, se tiene que comportar mejor. Un ciudadano del común tiene derecho a parecerle correcto que un ex funcionario público se escape al exterior para evitar el peso de la Justicia. Un expresidente no. Un ciudadano del común puede anunciar que va a hacer pública la declaración de renta de sus hijos y después resolver que más bien no.  Un expresidente no. Un ciudadano del común, sobre todo si es sanandresano, tiene derecho a indignarse cuando le dicen que ha sido despojado. Un expresidente no puede salir a exigir que una nación desacate un fallo de una corte internacional a la que acudió. Un ciudadano del común puede confundir justicia transicional, reparación y perdón, con impunidad. Un expresidente no debería.

Las actuaciones de los ciudadanos del común tienen poco efecto sobre el devenir de las comunidades mientras las de los expresidentes y otras figuras públicas tienen mucho.

Colombia requiere hoy lo mejor de todos sus ciudadanos, incluidos los del común y los otros que no son tan del común. Si no somos capaces de ser grandes no seremos capaces de crecer.