Nuevamente mercenarios colombianos ocupan titulares internacionales

La noticia de que 26 militares retirados colombianos participaron en el brutal asesinato del presidente Jovenel Moïse de Haití ensucia aún más la de por sí deteriorada imagen de la nación que presume ser la democracia más estable de América Latina. 

Coincide con la contundente denuncia del gobierno Uribe-Duque por parte de la Comisión Interamericana por los Derechos Humanos (CIDH) sobre su brutal respuesta a las manifestaciones, huelgas y bloqueos que se iniciaron en abril 28 como protesta al intento de aumentar los impuestos a los pobres. Para sorpresa de nadie, el gobierno la denunció afirmando que “nadie puede recomendarle a un país tolerar la intimidación”. 

La noticia de los mercenarios también viene enmarcada por una serie de escándalos relacionados con el narco tráfico que involucran avionetas, pilotos, embajadores y los familiares de importantes fichas de la administración, como el hermano de la actual vice presidenta y canciller Marta Lucía Ramírez. 

No esta la primera vez que se habla de mercenarios colombianos. El New York TImes, en una nota publicada en 2015, informe sobre “cientos de mercenarios colombianos” que combatían en Yemén, en un conflicto que ha cobrado más de 100,000 vidas y en el cual las bajas civiles superan las militares. Los colombianos están al mando de Arabia Saudita, acusado de matar miles de civiles en este conflicto.

Esto es lo que sabemos hasta el momento, según la BBC.

El ataque tuvo lugar en las primeras horas del miércoles 7 de julio, cuando hombres armados irrumpieron en la casa del presidente en Puerto Príncipe, lo mataron a tiros e hirieron a su esposa. Las autoridades encontraron a Jovenal Moïse, de 53 años, tirado boquiarriba, con 12 impactos de bala y un ojo arrancado,

Su señora, Martine Moïse, de 47 años, resultó gravemente herida y se encuentra en condición estable después de haber sido trasladada en avión a Florida para recibir tratamiento.

Después de un tiroteo en la capital, Puerto Príncipe, 17 mercenarios fueron detenidos, algunos en la casa que estaban usando, otros después de ingresar al complejo diplomático de Taiwán.

La policía mató a tres sospechosos y todavía buscan ocho más.

El jueves, los sospechosos arrestados, ensangrentados y magullados, fueron mostrados ante los medios de comunicación, junto con una gran cantidad de armas incautadas.

Agunas preguntas que merecen pronta respuesta.

¿Qué perseguían los mercenarios? 

¿Quién los contrató y en dónde entrenaron?

¿Fue éste su primer operativo?

¿Qué relación tenían entre ellos mismos? ¿Estuvieron en el ejército al mismo tiempo y en las mismas unidades? ¿Qué rango alcanzaron? ¿Existen relaciones con militares actuales? ¿Cómo se comunican entre ellos?

¿Dónde viven, cómo se llaman, cómo les pagaron, cuánto, qué tipo de cuentas bancarias tienen, cuáles son sus propiedades? ¿Qué se sabe de sus familiares y amigos?

Dada la falta de credibilidad de la justicia colombiana, que más que un organismo independiente funciona como un arma al servicio del estado, para ayer es tarde una investigación independiente. 

Hasta que se compruebe lo contrario, cualquier palabra del gobierno o de los medios a su servicio, debe considerar se como un intento de encubrir esta metástasis del cáncer que carcome la “democracia más estable de América Latina”.