Análisis StratforPublicado en inglés por Stratfor Global Intelligence bajo el título From Gadhafi to Benghazi. Traducido con autorización especial. Por George Friedman. La semana pasada, cuatro diplomáticos estadounidenses murieron cuando un comando armado atacó el consulado de EUA en Bengasi, Libia. La motivación aparente de los atacantes era que alguien, al parecer estadounidense, pero con una identidad incierta, había publicado un video en YouTube hace varios meses que deliberadamente difamó al profeta Mahoma. El ataque en Bengasi fue presentado como represalia por la difamación, con los atacantes condenando de igual manera a todos los estadounidenses por el video, aunque es probable que hubiera un pretexto para agravios más profundos. Los disturbios se extendieron a otros países como Egipto, Túnez y Yemen, aunque no se informó de bajas estadounidenses en los otros disturbios. La intensidad de las protestas parece haber reducido el fin de semana.

Bengazi y la caída de Gaddafi

Para comenzar a dar sentido a estos ataques, hay que observar que tuvo lugar en Bengasi, la ciudad donde la oposición a Muammar Gaddafi había sido mayor. De hecho, Gaddafi había prometido masacrar a sus oponentes en Bengasi, y fue esa amenaza que provocó la intervención de la OTAN en Libia. Muchas teorías de conspiraciones han surgido para explicar la intervención, pero, al igual que previamente en Haití y Kosovo, ninguna de las teorías sostiene. La intervención se produjo porque se creía que Gaddafi podría realizar sus amenazas en Bengasi y porque se suponía que capitularía rápidamente ante el poder aéreo de la OTAN, abriendo la puerta a la democracia.

No queda duda de que Gaddafi era capaz de asesinar en masa. La idea de que Gaddafi caería rápidamente estuvo errada. De que una democracia surgiría como resultado de la intervención resultó siendo la más dudosa suposición de todas. Lo que surgió en Libia es lo que es de esperar cuando una potencia extranjera derroca a un gobierno existente, por represivo que sea, y no impone su propio estado imperial: una inestabilidad persistente y el caos.

La oposición libia era una colección caótica de tribus, fracciones e ideologías que compartían poco más allá de su oposición a Gaddafi. Un puñado de personas querían crear una democracia al estilo occidental, pero ellos eran líderes sólo ante los ojos de los que querían intervenir. El resto de la oposición estaba compuesta por los tradicionalistas, los militaristas en la tradición de Gaddafi y los islamistas. Gaddafi había mantenido unida a Libia mediante la formación de coaliciones con distintas facciones a la vez que aplastaba brutalmente cualquier oposición.

Quienes se oponen a la tiranía asumen que deponer a un tirano mejorará la vida de sus víctimas. Esto a veces es cierto, pero únicamente en pocos casos. El zar de Rusia fue claramente un tirano, pero es difícil argumentar que el régimen leninista-estalinista que finalmente lo reemplazó fue superior. Del mismo modo, el Sha de Irán fue represivo y brutal. Es difícil argumentar que el régimen que lo reemplazó fue una mejora.

No hay garantía de que los opositores de un tirano no violen los derechos humanos al igual que había hecho el tirano. Hay mucho menos garantía de que una oposición demasiado débil y dividida para derrocar a un tirano se una para formar un gobierno una vez que un poder extranjero destruya al tirano. El resultado más probable es el caos, y el ganador será probablemente la facción más organizada y bien armada con la más despiadada claridad sobre el futuro. No hay promesa de que constituya una mayoría o que sea respetuosa de sus críticos.

La intervención en Libia, que discutí en The Immaculate Intervention, fue construida en torno a una suposición de que tiene poco que ver con la realidad – a saber, que la eliminación de la tiranía conducirá a la libertad. Ciertamente, puede hacerlo, pero no hay seguridad de que así será. Existen muchas razones para esta suposición, pero la más importante es que los defensores occidentales de los derechos humanos creen que, al ser liberados de la tiranía, cualquier persona sensata va a querer fundar un orden político basado en los valores occidentales. Podrían, pero no hay ninguna razón obvia para creer que lo harían.

La alternativa a un matón puede ser simplemente otro matón. Se trata de una cuestión de poder y voluntad, no de la filosofía política. También podría resultar el caos total — esa lucha permanente que no conduce a nada fuera de la miseria. Pero la razón más importante occidentales activistas prod derechos humanos podrían ver sus esperanzas frustradas se debe en principio al rechazo de la democracia liberal occidental por parte de los recién liberados. Para ser más precisos, la oposición podría abrazar la doctrina de la autodeterminación nacional, e incluso de la democracia, y luego seleccionar un régimen que, en principio, se opone seriamente a las nociones occidentales de los derechos individuales y la libertad.

Mientras que algunos tiranos sencillamente buscan el poder, otros regímenes que ante los ojos occidentales parecen ser tiranías en realidad son cuidadosamente considerados sistemas morales que se ven como formas superiores de vida. Hay una paradoja en el principio de respeto a las culturas extranjeras seguidas por las demandas de que los extranjeros que se adhieran a los principios básicos del occidente. Es necesario elegir una u otra vía. Al mismo tiempo, es necesario entender que alguien pueda tener principios morales muy distintos, ser respetado, y sin embargo ser un enemigo de la democracia liberal. Respetar a otro sistema moral no significa simplemente renunciar a sus propios intereses. Los japoneses tenían un complejo sistema moral que era muy diferente de los principios occidentales. Ambos no tuvieron que ser enemigos, pero las circunstancias les hizo chocar.

El enfoque de la OTAN en Libia asumió que la eliminación de un tirano de alguna manera conduce inevitablemente a una democracia liberal. De hecho, esta fue la premisa sobre la Primavera Arabe en el Occidente, donde se pensaba que que los regímenes corruptos y tiránicos caerían y que regímenes que adoptarían los principios occidentales brotarían en su lugar. Implícito en ello fue una profunda falta de comprensión de la fuerza de los regímenes, de la diversidad de la oposición y de las probables fuerzas que surgirían después.

En Libia, la OTAN simplemente no entendió o no le preocupó el torbellino que se estaba desatando. Lo que reemplazó a Gaddafi fue una guerra constante entre clanes, tribus y las ideologías. A partir de este caos, los islamistas libios de diversas tendencias han surgido para aprovechar el vacío de poder. Varios grupos islamistas no se han vuelto lo suficientemente fuertes para imponer simplemente su voluntad, sino que se dedican a las acciones que han resonado en toda la región.

El deseo de derrocar a Gadafi vino de dos fuentes. La primera era librar al mundo de un tirano, y la segunda dar a los libios el derecho a la autodeterminación nacional. No se dio consideración cuidadosa a otras dos cuestiones: si simplemente derrocar a Gaddafi produciría las condiciones para la determinación de la voluntad nacional, y si la realidad nacional de hecho coincidiría con los valores de la OTAN y sus intereses

Consecuencias inesperadas

Los acontecimientos de la semana pasada representan consecuencias imprevistas e indirectas de la eliminación de Gaddafi. Gaddafi fue implacable en la supresión del islamismo radical, como lo fue en otros asuntos. En ausencia de esta represión, la facción islamista radical parece haber planeado cuidadosamente el asalto al consulado de EUA en Benghazi. El ataque fue programado para cuando el embajador de EUA estuviera presente. La multitud estaba armada con una variedad de armas. La justificación fue un video poco conocido en YouTube que había disturbios antiestadounidenses en todo el mundo árabe

Para los yihadistas libios, aprovechar la ira por el video fue un golpe brillante. Después de haber estado en declive, se han reafirmado mucho más allá de las fronteras de Libia. En Libia misma, se mostraron como una fuerza respetable – por lo menos para tenerse en cuenta en la medida en que puedan organizar un ataque exitoso contra los estadounidenses. Los cuatro estadounidenses que murieron podrían haber sido asesinados bajo otras circunstancias, pero que murieron bajo las circunstancias siguientes: Gadafi fue eliminado, ningún régimen coherente tomó su lugar, nadie suprimió a los islamistas radicales, y por lo tanto los islamistas lograron actuar. Hasta dónde crecerá su poder no se sabe, pero lo cierto es que actuaron eficazmente para lograr sus fines. No está claro qué fuerza existe para suprimirlos. Tampoco está claro cuál es el impulso que esto ha creado para los yihadistas en la región, pero va a poner a la OTAN, y más concretamente a EUA, ya sea en la posición de involucrarse en otra guerra en el mundo árabe en un momento y lugar que no ha elegido, o permitir que el proceso siga adelante y esperar y resultado positivo.

Como he escrito en previas ocasiones, con frecuencia se hace una clara distinción entre la posición idealista y la realista. Libia es un caso en el que se ha visto la incoherencia de esta distinción. Si la posición idealista se refiere a los resultados que son morales desde su punto de vista, entonces simplemente pedir la muerte de un tirano no es suficiente. Garantizar el resultado requiere que el país sea ocupado y pacificado, como Alemania o Japón. Pero el idealista consideraría este acto de imperialismo como inaceptable, en violación de la doctrina de la soberanía nacional. Más concretamente, EUA no está militarmente en condiciones par ocupar o pacificar Libia, ni esto sería una prioridad nacional que justificara la guerra. La falta de voluntad del idealista para llegar a la conclusión lógica de su posición, que es que la simple eliminación del tirano no es el fin sino sólo el principio, se ve agravada por la insuficiente voluntad realista de llevar a cabo una acción militar para el fin político. Los fines morales y medios militares deben engranar.

Sacar a Gaddafi era moralmente defendible, pero no por sí mismo. Después de haberlo retirado, la OTAN ha adoptado una responsabilidad que transfirió a un público libio sin la capacidad de manejarlo. Pero más aún, no hizo provisión alguna para la posibilidad de que lo que podría emerger como la voluntad nacional de Libia sería un movimiento que representaba una amenaza para los principios e intereses de los miembros de la OTAN. El problema de Libia no era que no entendiera los valores occidentales, sino que una parte significativa de su población rechazaba esos valores en el terreno moral y un segmento de la población formado por aguerridos luchadores los consideraban inferiores a sus propios valores islámicos. En algún lugar entre el odio a la tiranía y la autodeterminación nacional, se perdió el compromiso de la OTAN a la libertad como la entendía.

Esto no es una cuestión simplemente limitada a Libia. En muchos sentidos, se ha visto en la totalidad del mundo árabe, mientras las potencias occidentales buscaban comprenderlo que estaba sucediendo. Hay un caso más inmediato: Siria. Allí la premisa es que la eliminación de otro tirano, en este caso, Bashar al Assad, dará lugar a una evolución que va a transformar Siria. Se dice que el Occidente debe intervenir para proteger a la oposición siria de las masacres por el régimen de Al Assad. Se puede elaborar un argumento a favor de ello, pero no es el argumento simplista de en la ausencia de al Assad, Siria se convertirá en una democrática. Para que esto suceda, debe tener lugar mucho más que la eliminación de Al Assad.

Esperanzas ilusas vs. control de las consecuencias

En 1958, un libro llamado The Ugly American se publicó acerca de un país del sudeste asiático gobernando por brutal dictador pro-estadounidense y sacudido por una brutal revolución comunista. La novela tenía un personaje que era un nacionalista en el verdadero sentido de la palabra y comprometido con los derechos humanos. Como líder, no iba a ser simplemente una marioneta estadounidense, pero era la mejor apuesta que tenía EUA. En 1963 se vio en Vietnam un caso real de dicho régimen cuando Ngo Dinh Diem fue asesinado en un golpe de Estado. Él había sido un brutal dictador pro estadounidense. La esperanza que siguió su muerte fue que un liberal nacionalista decente lo reemplazaría. Tuvo lugar una larga búsqueda por tal personaje, que nunca fue encontrado.

Deshacerse de un tirano para alguien tan poderoso como EUA y la OTAN, por el contrario, es la parte fácil. Saddam Hussein está tan muerto como Gaddafi. El problema es lo que viene después. El que un nacionalista democrático liberal sencillamente aparezca y tomar el timón puede suceder, pero no es el desenlace más probable a menos que estén preparados para una ocupación. Y si existe la disposición a ocupar, es mejor estar preparado para luchar contra una nación que no quiere que sea otro quien determine su futuro, no importa cuáles son sus intenciones.

No sé qué saldrá de movimiento yihadista libio, que ha demostró estar motivado y poseer la capacidad de realizar acciones que se escuchen en el mundo árabe. Sé que Gaddafi era un salvaje malvado y que es mejor que haya muerto. Pero simplemente no me es claro que la eliminación de un dictador mejora automáticamente las cosas. Lo que tengo claro es que si se libra la guerra por fines morales, también existen la obligación moral de gestionar las consecuencias.

Artículo en inglés