GeopoliticalPublicado en inglés el 12 de novibere 2013 por Stratfor Global Intelligence bajo el título “The U.S.-Iran Talks: Ideology and NecessityTraducido con autorización especial. Por George Friedman.

Las conversaciones entre Irán y las potencias occidentales han terminado, pero no han fracasado. Volverán a reunirse la próxima semana. Ello en sí mismo es un cambio dramático con el pasado, cuando las conversaciones se iniciaban invariablemente en un fracaso. En mi libro The Next Decade, sostengo que EUA e Irán se moverían en dirección a una alineación estratégica, y creo que eso es lo que estamos viendo tomar forma. Por supuesto, no hay garantía de que las conversaciones producirán un acuerdo ni que van a convertirse en algo más significativo. Pero la mera posibilidad nos obliga a considerar tres preguntas: ¿Por qué está pasando esto ahora?, ¿qué aspecto tendría una solución? , y ¿si sucede cómo va a afectar a la región?

Precedentes

Es importante reconocer que no obstante todos los demás actores en el escenario, esta negociación es entre EUA e Irán. También es importante entender que, si bien esta fase de la discusión se centra exclusivamente en el desarrollo nuclear de Irán y las sanciones, una posible solución podría hacer frente a las relaciones entre EUA e Irán y cómo estas relaciones afectan a la región. Si se resuelve el problema nuclear y se eliminan las sanciones, entonces temas tales como el control a los extremistas sunitas, la inversión en Irán y el mantenimiento del equilibrio de poder regional estarían todos bajo discusión. En la solución de estos dos problemas pendientes, tendría que tomarse en serio la perspectiva de una nueva relación entre EUA e Irán.

Pero primero, hay que superar grandes obstáculos. Uno de ellos es la ideología. Irán considera a EUA como el Gran Satán. EUA considera a Irán como parte del Eje del Mal. Para los iraníes, siguen vivos los recuerdos de un golpe de estado patrocinado por EUA en 1953 y el apoyo de Washington para el Shah. Los estadounidenses mayores de 35 no pueden olvidar la crisis de los rehenes de Irán, cuando los iraníes sacaron a unos 50 empleados de la Embajada de EUA. Irán cree que EUA ha violado su soberanía, EUA cree que Irán ha violado las normas básicas del derecho internacional. Cada cual ve al otro como un bárbaro. Añádase a esto que la ideología del islamismo radical se refiere a EUA como corrupto y el malvado, y la ideología de EUA considera a Irán como brutal y represivo, y parecería que la solución es imposible.

Del lado estadounidense, existe un precedente para reconciliar las diferencias nacionales: China. Cuando EUA se abrió a China en la década de 1970, Beijing suministraba armas a los vietnamitas del Norte, que las utilizaban contra las tropas estadounidenses. La retórica de China sobre el imperialismo yanki, repleta de “perros corriendo”, pintaba a EUA como una monstruosidad. EUA veía en China, una potencia nuclear, como una amenaza mayor para la guerra nuclear de la Unión Soviética, ya que Mao había declarado abiertamente — y parecía en serio- – que en lugar de temerle a la guerra nuclear los comunistas deben darle la bienvenida. Dado el extremismo y la brutalidad de la Revolución Cultural, la barrera ideológica parecía insuperable .

Pero los intereses estratégicos de ambos países superaron la ideología. No se reconocían entre sí pero ellos se necesitaban mutuamente. El poder relativo de la Unión Soviética había aumentado. Hubo fuertes enfrentamientos entre China y la Unión Soviética a lo largo del río Ussuri en 1969, y una fuerte presencia de tropas soviéticas había sido desplegada a lo largo de la frontera de China. EUA había comenzado a redistribuir tropas desde Europa al sudeste de Asia, cuando quedó claro que estaba perdiendo la guerra de Vietnam.

Cada lado estaba preocupado de que si la Unión Soviética optara por atacar a China y la OTAN por separado, podría derrotarlos. Sin embargo, si China y EUA colaboraran, ningún ataque soviético sería posible a menos que Moscú quisiera iniciar una guerra de dos frentes que no podía ganar. No era necesario firmar un tratado de alianza militar ni siquiera mencionar esta posibilidad. Bastaba con reunirse, discutir y establecer relaciones diplomáticas con China para bligar a la Unión Soviética a considerar la posibilidad de que Washington y Beijing tuvieran un entendimiento tácito — o que, incluso sin un entendimiento — un ataque contra uno de ellos daría lugar a una respuesta del otro. Después de todo, si la OTAN o China fueran derrotados, los soviéticos tendrían la capacidad de dominar al otro a su discreción. Por lo tanto, al cambiar una relación de total hostilidad a uno a acomodamiento mínimo, el equilibrio estratégico cambió.

Al observar Irán, lo más importante a destacar es la diferencia entre su retórica y sus acciones. De escuchar a los funcionarios del gobierno iraní en el pasado, se podría pensar que se estaban preparando para el apocalipsis global. En realidad, la política exterior iraní ha sido muy medida. Su única guerra a gran escala, que combatió contra Irak en la década de 1980, no fue iniciada por Irán. Ha apoyado a terceros, tales como Hezbollah y Siria, mediante envíos de suministros y asesores, pero ha sido muy cauteloso en el uso manifiesto de su propio poder. En los primeros días de la república islámica, siempre que Teherán se enfrentaba a los intereses estadounidenses, se iba acercando a la Unión Soviética, un país ateo en guerra en la vecina nación Afganistán. Era necesario un contrapeso a EUA, para lo cual puso a un lado la ideología, incluso en sus primeros y más radicales días.

Nuevos intereses estratégicos

La ideología no es trivial, pero en última instancia no es el árbitro de las relaciones exteriores. Al igual que todos los países, EUA e Irán tienen problemas estratégicos que influyen en sus acciones. Irán intentó crear un arco de influencia desde el oeste de Afganistán hasta Beirut, la clave del cual era preservar y dominar el régimen sirio. Los iraníes fracasaron en Siria, donde persiste el régimen, sin gobernar gran parte del país. El resultado de este fracaso ha sido un aumento de la actividad militante sunita contra el régimen dominado por los chiíes .

Pero el arco de influencia se vio interrumpida en otros lugares, sobre todo Irak, que ha demostrado ser el principal reto de la seguridad nacional que enfrenta Irán. Junto con los fracasos en Siria, la degradación de Irak ha puesto a Irán a la defensiva cuando, justo un año antes, estaba a punto de cambiar el equilibrio de poder en su favor.

Al mismo tiempo, Irán descubrió que su programa nuclear ha conducido a la imposición de sanciones gravemente perjudiciales. Stratfor ha sostenido durante mucho tiempo que el programa nuclear iraní es principalmente una moneda de cambio para canjearse por garantías sobre su seguridad y el reconocimiento de su poder regional. Su objetivo ha sido aparecer amenazante, sin ser una amenaza. Por eso, desde hace años, Irán ha estado a “sólo mes”  de producir un arma nuclear. El problema fue que a pesar de su creciente poder, Irán no pudo soportar las repercusiones económicas del régimen de sanciones. En vista de lo sucedido en Siria e Irak, el programa nuclear fue un grave error de cálculo que produjo una crisis económica. Los fracasos en la política exterior y la crisis económica posterior desacreditaron las políticas del ex presidente Mahmoud Ahmadinejad, cambiaron la manera de pensar del líder supremo y en última instancia condujeron a la victoria electoral del presidente Hassan Rouhani. Puede que ideología no haya cambiado pero la realidad estratégica si cambió. Durante años Rouhani había estado preocupado por la estabilidad del régimen y por lo tanto era un crítico de las políticas de Ahmadinejad. Sabía que Irán tenía que redefinir su política exterior.

EUA también ha estado cambiando su estrategia. Durante la década del 2000, trató de hacer frente a los radicales sunitas a través del uso directo de la fuerza en Afganistán e Irak. EUA no podía seguir comprometiendo sus fuerzas principales en el mundo islámico, cuando ese compromiso daba a otros países, como Rusia, la oportunidad de maniobrar sin preocuparse por la fuerza militar de EUA. EUA si tenía un problema con Al Qaeda, pero le era necesaria una nueva estrategia para tratar con ellos. Siria proporcionó un modelo. EUA se negó a intervenir unilateralmente en contra del régimen de Al Assad , ya que no quería ayudar en la creación de un gobierno radical suní. Prefirió dejar que las facciones de Siria se contrarrestaran entre sí manera que ninguna de las partes tuviera control.

Un enfoque en el equilibrio de poder fue la alternativa a la intervención militar direct. EUA no fue el único país preocupado por el radicalismo suní. A Irán, en última instancia un poder chií  hostil a los sunitas gualmente le preocupan yihadistas. Arabia Saudí, rival regional de Irán, en ocasiones se opuso a los radicales islamistas (en Arabia Saudita ) mientras que le apoyó en otro lugar (en Siria o Irak). La relación entre EUA y Arabia Saudita, que descansa en gran medida en el petróleo, había cambiado. EUA tenía grandes cantidades de petróleo y las complejas estrategias de los saudíes sencillamente dejaron de encajar con los intereses estadounidenses. En el nivel más amplio, un Irán fuerte, alineado con EUA poodría contrarrestar las ambiciones sunitas. No abordaría la cuestión de África del Norte y otros temas menores, pero obligaría a Arabia Saudita a reformar sus políticas.

La primavera árabe fue también una consideración. Uno de los pilares de la política de Washington hacia Irán fue que en algún momento habría un levantamiento que lograría derrocar al régimen. El levantamiento de 2009, que nunca presentó una amenaza para el régimen, fue visto como un ensayo. Si era probable un levantamiento, entonce no habría necesidad de tratar con Irán. Fue entonces que se produjo la Primavera Árabe. Muchos en el gobierno de Obama interpretaron mal la primavera árabe, esperando que produjera regímenes más liberales. Eso no fue lo que sucedió. Egipto no ha evolucionado, Siria ha degenerado a una guerra civil, Bahrein ha visto a Arabia Saudita reprimir la sublevación, y Libia se ha encontrado al borde del caos. No surgió ni un solo régimen democrático liberal. Se hizo evidente que no habría ningún levantamiento en Irán, e incluso si lo hubiera, el resultado probablemente no beneficiaría a EUA.

Una estrategia de alentar a los levantamientos dejó de funcionar. Una estrategia de intervención a gran escala era insostenible. La idea de atacar a Irán no era nada apetecible. Incluso si el gobierno de EUA coincidiera con Israel y creyera que el programa nuclear estaba destinado a producir un arma nuclear, no era claro que el programa podría ser destruido desde el aire.

Por lo tanto, en el caso particular del programa nuclear de Irán, EUA sólo podía aplicar sanciones. En cuanto al tema más amplio de la gestión de los intereses estadounidenses en Oriente Medio, EUA tuvo que buscar otras opciones. No podía confiar enteramente en Arabia Saudita, cuyos intereses regionales son drásticamente diferentes. No podía confiar completamente en Israel, que por sí sola no puede resolver el problema de Irán militarmente. Estas realidades obligaron a EUA a recalibrar sus relaciones con Irán en un momento en que Irán tenía que recalibrar su relación con EUA.

Cualquier cosa es posible

Obviamente, las primeras conversaciones entre EUA e Irán enfocarían en el problema inmediato — el programa nuclear y las sanciones. Hay muchos temas técnicos que existen sobre el tema, siendo el principal que ambas partes deben demostrar que no les es necesario un acuerdo. Nadie que está negocianado nada simplemente acepta la primera oferta, menos cuando esperan que las negociaciones pasen a temas más serios. Alejarse de la mesa durante 10 días confiere a ambas partes algo de credibilidad .

Las negociaciones reales vendrán después de que se aborden la cuestión nuclear y las sanciones. Encajan dentro de las relaciones entre EUA e Irán en términos más amplios. Cada lado utilizará al otro a su favor. Los iraníes utilizará a EUA para reparar su economía, y los estadounidenses usarán los iraníes para crear un equilibrio de poder con los estados sunitas. Esto creará beneficios indirectos para ambos lados. Los problemas financieros de Irán serán una oportunidad para que las empresas estadounidenses inviertan. La necesidad de los estadounidenses de un equilibrio de poder dará peso a Irán contra sus propios enemigos, incluso después del colapso de su estrategia.

La región, por supuesto, será diferente, pero no de manera dramática. El equilibrio del poder no significa una ruptura con Arabia Saudita o Israel. El equilibrio de poder sólo funciona si EUA mantiene relaciones fuertes en todos los lados. A los saudíes y los israelíes no les gustará el reequilibrio estadounidense. Sus opciones en la materia son limitadas, pero pueden consolarse con el hecho de que una política estrictamente pro-iraní es imposible para EUA. La estrategia estadounidense con China en la década de 1970 era tratar de convertirse en la potencia que equilibraba a la Unión Soviética y China. Después de reunirse con los chinos, Henry Kissinger fue a Moscú. Por lo tanto, en términos de relaciones bilaterales, las relaciones entre Arabia Saudita, EUA e Israel se mantendrán iguales. Pero ahora crea otra relación y otra opción para EUA. A fin de cuentas, Irán es todavía una potencia secundaria y EUA es la potencia primaria. Irán aprovechará la relación, y EUA la manejará.

Es difícil imaginar esta evolución, teniendo en cuenta lo que EUA e Irán han dicho uno del otro durante los últimos 34 años. Pero las relaciones entre las naciones no son sobre sentimientos, sino sobre intereses. Si Roosevelt pudo aliarse con Stalin, y Nixon con Mao, entonces es claro que todas las cosas son posibles en la política exterior de EUA. Por su parte, los persas han perdurado durante milenios, adheriéndose a muchas ideologías, pero haciendo lo que fuera necesario para sobrevivir y prosperar. No cabe duda que todo esto podría desmoronarse, pero hay una lógica convincente para creer que no, y no va a ser una negociación tan modesta como ahora aparenta serlo.