Análisis StratforPublicado en inglés por Stratfor Global Intelligence bajo el título The Israeli Crisis. Traducido con autorización especial. Por George Friedman. Las crisis son asuntos normalmente cortos, agudos e intensos. La situación de Israel ha desarrollado en un marco de tiempo diferente, es más difusa que la mayoría de las crisis y no ha llegado a un momento decisivo e intenso. Pero sigue siendo una crisis. No es una crisis exclusivamente sobre Irán, aunque el gobierno israelí se centra en esa cuestión. Más bien, es sobre la realidad estratégica de Israel desde 1978, cuando firmó los acuerdos de Camp David con Egipto.

Tal vez el aspecto más profundo de la crisis es que en Israel no existe un consenso interno sobre si en realidad es una crisis, o si tal es el caso, en qué consiste la crisis. El gobierno israelí habla de una amenaza existencial de las armas nucleares iraníes. Yo diría que la amenaza existencial es más amplia y profunda, parte de ella muy nueva, y parte de ella está surge de la fundación de Israel.

Israel vive ahora una crisis a largo plazo en que se esfuerza por desarrollar una estrategia y política exterior para hacer frente a una nueva realidad. Ello está causando gran tensión interna, ya que el consenso nacional sobre la política israelí se está fragmentando al mismo tiempo que está cambiando la realidad estratégica. Aunque esto ocurre periódicamente a las naciones, Israel se considera en una posición débil en el largo plazo debido a su tamaño y población, no obstante su superioridad militar actual. Más precisamente, considera que la evolución de los acontecimientos a través del tiempo trae el potencial de socavar la realidad militar, y por lo tanto, se siente presionada a tomar medidas para preservarla. Al centro de la crisis israelí es el dilema de cómo preservar su superioridad en el contexto de la realidad estratégica emergente.

Egipto

Desde 1978, la realidad estratégica de Israel había sido que no enfrentaba la amenaza de una guerra periférica total. Después de Camp David, el amortiguador de la península del Sinaí ha separado Egipto e Israel, y Egipto tenía un gobierno que no quería romper este acuerdo. Israel todavía enfrentaba Siria, formalmente hostil. Siria había invadido el Líbano en 1976 para aplastar a la Organización para la Liberación de Palestina con base allí y consolidar nuevamente su control sobre el Líbano, pero sabía que no podía atacar a Israel por cuenta propia. Siria se mantenía contenta con llegar a acuerdos informales con Israel. Mientras tanto, Jordania, relativamente débil y aislada, dependía de Israel para su seguridad nacional. Solo Líbano era inestable. Israel había intervenido periódicamente, sin mucho éxito, pero a un costo no muy elevado.

El más importante de los vecinos de Israel, Egipto, ahora se mueve en un rumbo incierto. Este fin de semana, el nuevo presidente de Egipto, Mohamed Morsi, retiró a cinco líderes claves de las Fuerzas Armadas y del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas y revocó de las enmiendas constitucionales introducidas por los militares. Hay dos teorías sobre lo que ha sucedido. En la primera Morsi — quien hasta su elección fue un importante líder del movimiento de la corriente principal islamista del país, la Hermandad Musulmana — es en realidad mucho más poderoso que el ejército y está actuando con firmeza para transformar el sistema político egipcio. En la segunda, todo esto es parte de un acuerdo entre los militares y la Hermandad Musulmana que ofrece a Morsi la impresión de tener un poder más grande, cuando en realidad deja el poder con los militares.

En términos generales, tiendo a pensar que el segundo es el caso. Sin embargo, no está claro cómo va a evolucionar: la impresión de poder se puede convertir en la realidad del poder. A pesar de los acuerdos secretos entre los militares y Morsi, no se sabe cómo va a evolucionar la situación en el curso de un año o dos, a medida que el público percibe a Morsi como responsable — lo cual limita las opciones de los militares y consolida el poder Morsi. En igual sentido, Morsi ha apoyado las medidas de seguridad adoptadas por los militares contra los militantes islamistas, como se vio en las operaciones de la semana pasada en la península del Sinaí.

El Sinaí sigue siendo una zona de amortiguación frente a las principales fuerzas militares, pero no contra los paramilitares vinculados a islamistas radicales que han aumentado sus actividades en la península desde la caída del ex presidente Hosni Mubarak en febrero de 2011. La semana pasada, atacaron un puesto militar en la frontera egipcia de Gaza, matando a 16 soldados egipcios. Esto fue seguido por varios ataques contra puestos fronterizos israelíes. Morsi, condenó el ataque y ordenó una ofensiva militar a gran escala en el Sinaí. Dos problemas podrían surgir de esto.

En primer lugar, la capacidad de los egipcios para derrotar a los militantes islámicos depende de la redefinición de los acuerdos de Camp David, al menos informalmente, para permitir que Egipto despliegue sustanciales fuerzas allí (aunque incluso esto podría no ser suficiente). Es posible que estas fuerzas militares adicionales no presenten una amenaza inmediata para Israel, pero el establecer un precedente para una mayor presencia militar egipcia en la península del Sinaí eventualmente podría convertirse en una amenaza.

Esto sería especialmente cierto si Morsi y la Hermandad Musulmana, imponen su voluntad sobre el ejército egipcio. Si aceptamos que Morsi es, como él mismo dice, un moderado, la pregunta es quién la sucederá. La Hermandad Musulmana está claramente en ascenso, y la posibilidad de que del levantamiento en Egipto emerja una democracia secular es poco probable. También está claro que la Hermandad Musulmana es un movimiento con muchas facciones rivales. Y elecciones pasadas han mostrado que la Hermandad Musulmana representa el movimiento más popular en Egipto, y que nadie puede predecir cómo va a evolucionar o cuales facciones dominarán ni cuáles nuevas tendencias surgirán. Egipto en los próximos años no se parecerá al Egipto de la generación pasada, y eso significa que el cálculo de Israel por lo que pasará en su frente sur tendrán que tomar en cuenta a Hamas en Gaza y tal vez un Egipto islamista dispuesto a aliarse con Hamas.

Siria y Líbano

Una situación similar existe en Siria. El régimen secular y militarista de la familia al-Assad está en serios problemas. Como mencioné, los israelíes tenían una relación de trabajo con los sirios que se remonta a la invasión siria de Líbano en contra de la Organización de Liberación de Palestina en 1976. No fue una relación cordial, pero era predecible, sobre todo en la década de 1990: Israel permitió que Siria obrara con las manos libres en el Líbano, a cambio de que Damasco limitar las acciones de Hezbollah.

Líbano no era exactamente estable, pero su inestabilidad caía dentro de un marco previsible. Ese entendimiento se rompió cuando Estados Unidos aprovechó una oportunidad para forzar Siria a retirarse de Líbano en 2006 tras el asesinato en 2005 del primer ministro libanés Rafik al-Hariri. Los Estados Unidos utilizaron la Revolución del Cedro que se levantó desafiando a Damasco para tomar represalias contra Siria por permitir que Al Qaeda enviara yihadistas a Iraq desde Siria.

Esto no despertó los actuales disturbios en Siria, que parece incluir una coalición de suníes, incluyendo elementos de la Hermandad Musulmana y otros islamistas. Aunque Israel prefería al presidente sirio, Bashar al Assad, sobre ellos, al mismo Assad estaba cambiando su comportamiento. Cuanto más presión sentía, más aumentaba su dependencia en Irán. Israel comenzó a enfrentar la desagradable perspectiva de que emergiera un gobierno islamista sunita o un gobierno altamente dependiente en Irán. Ninguno de ambos resultados era apetecible para Israel, que tampoco podía controlar ninguno de los resultados.

Igualmente peligroso para Israel sería la libanización de Siria. Siria y el Líbano están vinculados en muchas maneras, aunque el orden político del Líbano era completamente diferente y Siria podría servir como una fuerza estabilizadora. En la actualidad existe una probabilidad razonable de que Siria se convierta como Líbano, es decir, un país altamente fragmentado dividido a lo largo de líneas religiosas y étnicas en guerra consigo mismo. El mejor resultado para Israel sería que el Occidente tenga éxito en preservar en Siria un régimen militar secular sin al-Assad. Pero no está claro cuánto tiempo sobreviviría un régimen apoyado por Occidente, que descanse sobre la estructura creada en Siria por al Assad. El mejor resultado incluso tiene su propio peligro. Y aunque Líbano ha estado relativamente estable en los últimos años, cuando Siria se resfría, el Líbano tiene neumonía. Así, Israel se enfrenta a la perspectiva de una disminución de su seguridad en el norte.

El papel de EUA y el aislamiento estratégico de Israel

Es importante tener en cuenta el papel de EUA en esto, porque en última instancia, la seguridad nacional de Israel se apoya en EUA — sobre todo si se deteriora su entorno estratégico. Para EUA, la situación actual representa un triunfo estratégico. Irán venía extendiendo su poder hacia el oeste, a través de Irak, hasta Siria. Esto representó una nueva fuerza en la región, que desafió directamente los intereses estadounidenses. Mientras que Israel originalmente tenía interés en que al Assad sobreviviera, EUA no lo hizo. El interés primordial de Washington consiste en bloquear Irán e impedir que represente una amenaza para la Península Arábiga. Estados Unidos veía a Siria, sobre todo después del levantamiento, como un títere iraní. Si bien EUA estaba encantado de que Irán enfrentara una derrota en Siria, Israel era mucho más ambivalente respecto a tal resultado.

Los israelíes siempre se oponen al aumento de la fuerza regional. Cuando fue por el líder egipcio Gamal Abdel Nasser, se centraron en Nasser. Cuando fue Al Qaeda y sus simpatizantes, se concentraron en Al Qaeda. Cuando fue Irán, se concentraron en Teherán. Sin embargo, la mera oposición a una tendencia regional ya no es un fundamento suficientemente sólido para la estrategia israelí. Al igual que en Siria, Israel potencialmente debe oponerse a todas las tendencias, mientras que EUA puede respaldar una. Eso crea una falta de coherencia en la política israelí. Al carecer de la facultad de imponer su voluntad a Siria, lo mejor que Israel puede hacer es apostar al equilibrio de poder. Cuando las opciones son es entre un poder pro-iraní y una potencia islamita sunita, que ya no puede jugar el equilibrio de poder. Debido a que carece de la facultad de imponer una realidad, termina en un bloqueo estratégico.

La capacidad de Israel para influir en los acontecimientos en sus fronteras nunca fue muy grande, pero los acontecimientos que están teniendo lugar en los países limítrofes ahora están completamente fuera de su control. Si bien históricamente la política israelí se ha centrado en la principal amenaza, usando el equilibrio de poder para estabilizar la situación y, finalmente, dependiente en el uso de la fuerza militar decisiva, ya no es posible identificar la principal amenaza. Hay amenazas en todos los países vecinos, inclusive Jordania (en el reino está creciendo la influencia de la rama de la Hermandad Musulmana, mientras que la monarquía hachemita está reactivando sus relaciones con Hamas). Esto significa que utilizar el equilibrio de poder dentro de estos países para crear unas fronteras seguras ha dejado de ser una opción. No está claro que existe una facción que pueda Israel apoyar o un equilibrio que se pueda lograr. Finalmente, el problema es más político que militar. La capacidad de imponer una solución política no está disponible.

En ese marco, las negociaciones serias con los palestinos son imposibles. En primer lugar, los palestinos están divididos. En segundo lugar, ellos están observando cuidadosamente lo que sucede en Egipto y Siria, ya que esto puede ofrecer nuevas oportunidades políticas. Por último, dependiendo de lo que ocurre en los países vecinos, cualquier acuerdo que Israel logre con los palestinos podría convertirse en una pesadilla.

La ocupación sigue, pues, con los palestinos en la iniciativa. Las movilizaciones comienzan cuando ellos quieren comiencen y toman la forma que desean dentro de los límites de sus recursos. Los israelíes están en un modo de respuesta. Ellos no pueden erradicar la amenaza palestina. Extensos combates en Gaza, por ejemplo, tienen consecuencias políticas y límites militares. Ocupar a Gaza es sencillo, pacificar Gaza no lo es.

Los desafíos militares y políticos internos de Israel

La crisis que enfrentan los israelíes es que sus palancas del poder, las relaciones abiertas y encubiertas que tenían, y su fuerza militar no bastan para controlar eficazmente su entorno inmediato. Han perdido la iniciativa estratégica, y el tipo de poder que poseen no será decisivo en lograr sus objetivos estratégicos. Ellos ya no están operando en los extremos de poder, sino dentro de una esfera compleja en donde la fuerza militar no resuelve.

Israel depende de la fuerza militar convencional. No alcanzan a entender ni controlar las fuerzas que actúan en sus fronteras, pero si entienden la amenaza nuclear iraní. Esto les lleva a centrarse en el tipo de conflicto convencional en que saben sobresalir, o por lo menos antiguamente sobresalía. La guerra de 2006 contra Hezbolá fue bastante convencional, pero Israel no estaba preparado para una guerra de infantería. Los israelíes eligieron en lugar de tratar con el Líbano a través de una campaña aérea, pero que no logró alcanzar sus fines políticos.

Los israelíes quieren redefinir el juego para encontrar algo en que puede ganar, por lo que su atención se dirige al programa nuclear iraní. De todas las opciones en la región, un ataque contra las instalaciones nucleares de Irán, al parecer, juega a su favor. Dos cosas hacen que esa medida luzca atractiva. La primera es que eliminar la capacidad nuclear de Irán es deseable para Israel. La amenaza nuclear es tan devastadora que no importa qué tan realista sea la amenaza, eliminarla es importante.

En segundo lugar, permitiría a Israel demostrar su poder en la región. Ha pasado algún tiempo desde que Israel ha tenido una victoria militar a gran escala significativa. La invasión del Líbano 1980 no terminó bien; la guerra de 2006 fue un emparte; y mientras que Israel puede haber alcanzado sus objetivos militares en la invasión de Gaza en el 2008, el conflicto fue un revés político. A Israel le sigue tomando en serio en la región, en una dimensión psicológica, pero el sentido de inevitabilidad que Israel disfrutó después de 1967 está hecha añicos. Una victoria de las dimensiones de la destrucción de las armas iraníes reforzar la importancia de Israel.

Por supuesto no está claro que los israelíes tienen la intención de lanzar tal ataque. Y tampoco está claro que un ataque tendría éxito. Tampoco está claro que la lucha contra Irán en el Estrecho de Ormuz no crearía para Israel una situación política difícil, y mucho menos que las facciones en Egipto y Siria quedarían impresionadas por los ataques lo suficiente para cambiar su comportamiento.

Israel también tiene un problema interno, una crisis de confianza. Muchos militares y los líderes de inteligencia se oponen a un ataque contra Irán. Parte de su oposición se basa en el cálculo. Parte de ella tiene sus fundamentos en la falta de éxito contundente en una serie operaciones militares que han sacudido su confianza en la opción militar. Tienen miedo tanto del fracaso como de la irrelevancia del ataque a las cuestiones estratégicas que enfrenta Israel.

La inercia política se ven entre los políticos israelíes. El primer ministro, Benjamin Netanyahu, trató de formar una coalición con el partido centrista Kadima, la cual se desplomó sobre la cuestión parroquial cuestión de si los Judios ortodoxos deberían prestar el servicio militar. En lugar de elevarse al nivel de un diálogo estratégico, el movimiento laico Kadima se enfrentó a los grupos religiosos de la coalición del Likud y fueron incapaces de crear un gobierno que diseñara una plataforma para una acción decisiva.

Esta es la crisis de Israel. No es un problema repentino que amenacela vida, sino que es el producto de las estrategias regionales que se han deshilvanado, la falta de confianza obtenida través del fracaso y un sistema político incapaz de la unidad en cualquier curso particular de acción. Israel, un pequeño país que siempre ha usado la fuerza militar como su última arma, ahora se enfrenta a una situación en la que el único uso posible de la fuerza militar — contra Irán — no sólo es riesgosa sino que no está claramente vinculada a ninguna de las cuestiones principales que Israel enfrenta fuera de la cuestión nuclear.

La Tercera República francesa se caracterizó por un sentido similar de amor propio superpuesto sobre una profunda ansiedad. Esto llevó a la parálisis política y la incapacidad de París para entender la naturaleza exacta de la amenaza y dar forma a su respuesta. En lugar de tratar con los asuntos candentes de la década de 1930, se guiaron en las glorias de su pasado. No produjo muy buenos resultados.

Artículo en inglés