Publicado en inglés por Stratfor Global Intelligence bajo el título Considering a Sunni Regime in Syria. Traducido con autorización especial. Por Reva Bhalla y Kamran Bokhar  — La altamente publicitada deserción la semana pasada de la familia Tlass marcó un punto de cambio potencial para el régimen de Assad en Siria.

La familia Tlass ha sido el principal pilar de apoyo sunita para el régimen minoritario alauita. El patriarca de la familia, el ex Ministro de Defensa, Mustafa Tlass, tenía una relación estratégica y fraterna con el finado presidente sirio Hafez al Assad. Militares los dos, ambos sirvieron como miembros del gobernante Partido Baath en El Cairo entre 1958 y 1961, cuando Siria y Egipto existían bajo la visión nasserista de la República Árabe Unida. El fracaso de ese proyecto los llevó de regreso a casa, donde juntos ayudaron a llevar el partido Baath al poder en 1963 y soportaron una violenta época de golpes de Estado, purgas y contragolpes a través de la década de 1960.

Con Tlass silenciosamente a su lado, Hafez montó un golpe de estado pacífico para luego designarlo como su Ministro de Defensa en 1970. Desde entonces, Tlass ha sido el símbolo de la vieja guardia del régimen sirio. Sin el respaldo de Tlass, habría sido cuestionable si el novato político Bashar al Assad huhiera sido capaz de consolidar su control sobre el régimen en 2000, cuando su padre falleció. Mediante las extensas relaciones militares y de negocios de la familia Tlass, el vínculo entre sunitas y alauitas ha perdurado por décadas en las más altas esferas del régimen.

Pero la sangre aún corre espesa en la política del clan, y al ver el derramamiento de sangre sunita en las calles de Siria durante el actual levantamiento, la familia Tlass probablemente sintió una creciente presión de ponerse del lado de sus compatriotas sunitas. Lo que podría ser de mayor importancia, la familia Tlass evaluó que era hora de cambiar de lado antes de que tuviera que pagar un precio por su lealtad al régimen. Cualquiera que sea la principal motivación de la decisión, al Tlass romper un pacto de décadas con la familia de al Assad ha aumentado la presión sobre otros miembros de la élite de las comunidades militares y empresariales para elegir un bando.

Como explicó un acertado observador del conflicto sirio, el régimen de al Assad es como un bloque de hielo que se derrite. El núcleo alauí del bloque sigue congelado intacto, porque las minorías temen las consecuencias de perder el poder a una mayoría suní. Todavía no hemos visto las deserciones en masa ni la degradación en el mando y control dentro de los militares, algo que sugiera que grandes trozos de este bloque están quebrando. Sin embargo, las redes de clientelismo sunitas en torno a ese núcleo que mantiene el funcionamiento de la maquinaria del estado poco a poco comienzan a derretirse. Cuanto más se derrita este bloque, mayor su fragilidad y más probable que comencemos a ver la formación de grietas cada vez más cerca del centro. En dicho momento, el régimen de al Assad podría sufrir un golpe de palacio.

El eventual retorno de un gobierno sunita a Siria

El régimen de al Assad no se ha quebrado todavía, pero éste es un momento útil para dar un paso atrás y pensar en serio sobre las implicaciones regionales en caso de que Siria regresara a manos de suníes. En particular, nos gustaría examinar lo que tal escenario supondría para la posición de Irán en la región.

Primero recordemos por qué Siria está en juego. Los intereses de los derechos humanos por sí solos no se aproximan a explicar por qué este levantamiento en particular ha recibido una sustancial cantidad de atención y apoyo extranjeros durante el año pasado. La última década permitió a Irán a arrebatar Bagdad de las manos sunitas y poner a Mesopotamia bajo control chiíta. No hay duda de que Irak ahora, tan fracturado como es, está en la esfera de influencia de Irán, mientras que los suníes iraquíes han sido marginados. Los logros de Irán en Bagdad cambiaron el equilibrio de poder regional, creando una media luna chiíta que se extiende desde el oeste de Afganistán a la costa mediterránea.

Esta perturbación en el equilibrio de poder regional ha agravado una serie de actores regionales. Con el apoyo de EUA., Arabia Saudita, Turquía y Qatar se han unido en una coalición contra Irán. Es posible que Irak haya sido cedido a Irán a regañadientes, pero el levantamiento en Siria ofreció una nueva oportunidad para socavar la salida al Mediterráneo de Irán en el Levante. Arabia Saudita ha estado tratando de manejar los disturbios chiítas latentes en la Península Arábiga, mientras que Turquía está tratando de sentar las bases sunitas para su resurgimiento regional. Como resultado de ello, una mayor cantidad de dinero, suministros, armamento, entrenamiento y apoyo de inteligencia han llegado a los rebeldes sirios a través de canales secretos. La esperanza fue que, mediante una campaña encubierta, se evitaría la necesidad de una costosa intervención militar extranjera y se lograra impulsar la caída del régimen desde dentro. En teoría, el plan parece razonable. En la práctica, es mucho más complicado.

Una transición complicada

La transición a un gobierno de sunitas en Siria no va a ser nada fácil. Los alauitas de Siria están establecidos en Damasco y en otros centros urbanos claves en todo el país. La comunidad heterodoxa también ha dominado la mayor parte de las unidades élite del aparato de seguridad militar y de inteligencia, y se llevarán consigo estas habilidades en caso de que quedaran al margen del poder. A pesar de que los alauitas y otros miembros de minorías son superados en números, es poco probable que puedan ser fácilmente obligados a regresar a las tierras montañosas de la región costera de sus antepasados en el noroeste.

En cambio, podría esperarse que los alauitas, con respaldo iraní, monten una resistencia fuerte contra los sunis turcos y con respaldo árabe. Los alauitas, que actualmente dominan el Baath, el partido en el poder en Siria, han observado la rapidez con que se derrumbó el ejército (dominado por los sunis) baathista iraquí después de la caída de Saddam Hussein y ven el estado de marginalización de los antiguos baathistas de Irak. Los alauitas lucharán críticamente por su existencia para evitar un destino similar en caso de una guerra subsidiaria, mientras que Irán reforzará a los alauitas para intentar mantener su posición en la región. Este conflicto, inevitablemente, se extenderá al Líbano, un estado cuya existencia ha sido definida por esta lucha sectaria más amplia y que continuará sirviendo como un campo de batalla para los intereses de otras naciones.

Los yihadistas transnacionales también juegan un papel importante en Siria después de al Assad. La rebelión siria contiene un creciente surtido de islamistas sunitas, yihadistas salafistas y yihadistas transnacionales al estilo de al Qaeda. Se cree que los combatientes extranjeros que pertenecen a estas dos últimas categorías están entrando a Siria desde el Líbano, Jordania e Irak.

Durante muchos años, la inteligencia siria apoyó una compleja cadena de suministro yihadista, canalizando combatientes a Líbano y a Irak para servir a sus objetivos de política exterior. Se cree que ahora Arabia Saudita está utilizando los mismos canales en contra de Damasco, para enviar combatientes al teatro de guerra sirio. En base a experiencias pasadas, Riyadh desconfía del terreno que van ganando los yihadistas transnacionales en Siria y que causará más problemas en el futuro. Pero las preocupaciones de Arabia Saudita sobre Irán y sus seguidores chiítas parecen estar pesando más que sus reservas. De hecho, Arabia Saudita ha venido promoviendo lo que ha definido como una legítima la guerra santa contra el régimen sirio y sus aliados iraníes y chiítas.

Los saudíes no pueden librar su jihad y arraigar el yihadismo al mismo tiempo. Ingresar combatientes con motivos religiosos en un teatro es la parte fácil; controlarlos será difícil, especialmente una vez que lo que inicialmente fueron intereses comunes contra Irán y los chiítas se disuelvan en una agenda impulsada por la ideología del yihadismo transnacional.

¿Un renacimiento del campo de batalla en Mesopotamia?

Se puede asumir que Siria, entre la caída del régimen alauí y la turbulenta emergencia de un nuevo régimen de poder suni, podría experimentar un interregno definido por un caos considerable. En medio del desorden sectario, quedaría una generación de aguerridos combatientes motivados por la ideología que pertenecen a los campos de yihadistas sunitas nacionalistas y transnacionales, que en la última década han luchado contra los regímenes de Bagdad y Damasco. Estos yihadistas albergan expectativas de que serán capaces de ayudar a sus aliados que luchan en Irak, si obtienen el suficiente campo de maniobra en Siria. Bajo estas circunstancias, es fácil imaginar la reanudación de un flujo de combatientes a Irak, y esta vez bajo un control mucho más flexible.

Por ello, es poco probable que la campaña regional contra Irán termine en Siria. Si los sunitas ganan la superioridad en Siria, el bloque encabezado por los chiítas en el Líbano (liderado por Hezbolá y sus aliados) probablemente pierda su estatus dominante. El apoyo de Turquía, Arabia Saudita y Qatar para los suníes en el Levante y el ascenso de los islamistas en los países árabes se centrará en la creación de un baluarte más formidable contra Irán y sus aliados chiítas árabes.

El campo de batalla más importante para observar en este sentido será Irak. Hay una serie de actores regionales que no están satisfechos con el respaldo iraní al gobierno chiíta de Bagdad. También es probable que haya un nutrido flujo de combatientes sunitas extraídos de la crisis Siria. Estos militantes no sólo deben mantenerse ocupados, o de otra manera regresarían a casa para causar problemas, sino que también pueden servir un objetivo estratégico en la reactivación de la campaña de los sunitas marginados contra la dominación chiíta. Puede que Irán se sienta cómodo en Irak ahora, pero el efecto dominó de Siria podría colocar a Irán a la defensiva en Irak, que tiene el potencial de surgir nuevamente como el principal escenario para la más amplia lucha árabe suní contra chiítas persas por la influencia regional. Desarrollar estas tendencias tomará tiempo y el ritmo de empoderamiento sunita en Siria sigue en duda, sobre todo porque el núcleo alauí del régimen ha perdurado. Dicho esto, no se pierde nada con mirar hacia el futuro.

 Artículo original en inglés