GeoPolitical WeeklyPublicado en inglés el 30 de abril del 2013 por Stratfor Global Intelligence bajo el título “Redlines and the Problems of Intervention in Syria”Traducido con autorización especial. Por George Friedman, Fundador y Ejecutivo en jefe

La guerra civil en Siria, uno de los pocos legados duraderos de la primavera árabe, se viene desarrollando durante más de dos años. Ha habido una sustancial intervención extranjera en la guerra. Los iraníes, en particular, y los rusos, en menor medida, han apoyado a los alauitas bajo Bashar al Assad. Los saudíes y algunos de los Estados del Golfo han apoyado a los insurgentes sunitas de varias maneras. Sin embargo, los estadounidenses, europeos e israelíes en su mayoría han evitado involucrarse.

La semana pasada la posibilidad de una intervención aumentó. Los estadounidenses y los europeos no han mostrado apetito alguno por la intervención después de sus experiencias en Afganistán, Irak y Libia. Al mismo tiempo, no han querido encontrarse en una posición donde se descartara simplemente la intervención. Por lo tanto, se identificó una línea roja que, si se cruzaba, obligaría a reconsiderar la intervención: el uso de armas químicas.

Hay dos razones para este límite específico. La primera es que EUA y los países europeos tienen una aversión sistemática a la posesión y el uso de armas de destrucción masiva en otros países. En última instancia, ellos ven esto como una amenaza para ellos, sobre todo si esas armas están en manos de usuarios sin estados. Pero en Siria había otra razón más particular. Nadie pensó que Al Assad era lo suficientemente imprudente para usar armas químicas porque todos sentían que toda la estrategia de Al Assad dependía en evitar la intervención de EUA y Europa, y que por tanto él nunca cruzaría la línea roja. Esto era reconfortante para los estadounidenses y los europeos, ya que es permite aparecer decisivos, y a la vez evitar el riesgo de tener que hacer algo.

Sin embargo, en las últimas semanas, primero el Reino Unido y Francia, y luego Israel y EUA afirmaron que el régimen de Al Assad había usado armas químicas. Nadie pudo mostrar una incidencia de muertes masivas en Siria, y la evidencia de uso ha sido lo suficientemente imprecisa que nadie se vio obligado a actuar de inmediato.

En Irak, resultó que no hubo un programa nuclear ni un programa clandestino de armas biológicas y químicas como había indicado la inteligencia. Si los hubiera habido, la invasión de EUA podría haber tenido más apoyo internacional, pero es dudoso que hubiera tenido un mejor resultado. EUA igual hubiera colocado a los sunitas en una situación desesperada, los iraníes igual habrían apoyado las milicias chiítas y los kurdos también habrían tratado de usar el caos para crear una región autónoma kurda. El conflicto igual habría tenido lugar y su resultado final no habría sido muy diferente al de ahora.

Lo que EUA aprendió en Irak, Afganistán y Libia es que es relativamente fácil para una fuerza convencional destruir un gobierno. Es mucho más difícil — si no imposible — utilizar la misma fuerza para imponer un nuevo tipo de gobierno. El gobierno que sigue podría ser en algún sentido moral mejor que el que le precedió — es difícil imaginar un régimen más vil que el de Saddam Hussein — pero el régimen que lo sustituya primero se llamará caos, seguido de otro régimen que sobreviva en la medida en que tiene a EUA a su alcance. Por lo tanto, línea roja o no, pocos quieren involucrarse en otra intervención que gire en torno a las armas de destrucción masiva.

Argumentos e ilusiones intervencionistas

Sin embargo, algunos quieren intervenir por razones morales. En Siria, existe el mismo problema moral que existía en Irak. El actual régimen es corrupto y violento. No hay que olvidar que el régimen de al Asad llevó a cabo una masacre en la ciudad de Hama en 1982, en la que decenas de miles de sunitas fueron asesinados por oponerse al régimen. El régimen repetidamente violó los derechos humanos y ejerció una brutalidad constante. No hubo nada nuevo en ello, y el mundo fue capaz de actuar bastante indiferente a los acontecimientos, ya que todavía era posible crear apagones informativos en aquellos días. La Unión Soviética, patrona de Siria, la protegió, y desafiar al régimen sirio habría sido un desafío a la Unión Soviética. Fue una pelea que pocos querían librar porque los riesgos se consideraron demasiado elevados.

La situación es diferente en la actualidad. El principal patrón de Siria es Irán, que avanzaba (hasta su derrota en Siria) hacia una reformulación de la relación de fuerzas en la región. Por lo tanto, desde el punto de vista de la derecha estadounidense, la intervención es una obligación moral para hacer frente a los regímenes del mal. Algunos en la izquierda también quieren intervención. En la década de 1980, la principal preocupación de la izquierda era la amenaza de una guerra nuclear, y veían en cualquier intervención una desestabilización de un equilibrio precario. Esa preocupación ha desaparecido, y la defensa de la intervención militar para proteger los derechos humanos es un tema importante, si no universal, de la izquierda.

La diferencia entre los intervencionistas de derecha y de izquierda es las ilusiones que abrigan. A pesar de las experiencias de Afganistán e Irak, los intervencionistas de derecha siguen creyendo que EUA y Europa tienen el poder no sólo para derrocar regímenes sino también para pacificar a los países afectados y crear democracias de estilo occidental. La izquierda cree que hay tal cosa como una intervención neutral — una en la que EUA y Europa intervienen para poner fin a un mal particular y una vez pasado el mal, el país podrá elegir libremente una democracia constitucional al estilo occidental. Mientras que los intervencionistas de derecha no pueden absorber las lecciones de Afganistán e Irak, los intervencionistas de izquierda no pueden absorber las lecciones de Libia.

 

A todo el mundo le encantó la caída del comunismo en Europa del Este. ¿A quién no le iba a gustar? El Imperio del Mal se derrumbaba por la derecha; el respeto de los derechos humanos era universalmente adoptado por la izquierda. Sin embargo, Europa Oriental fue ocupada por José Stalin en 1945 después de la ocupación y  dominación por Adolfo Hitler. Los europeos del Este en realidad nunca habían aceptado a ninguno de ellos, y en su mayor parte los odiaban a ambos. El colapso les permitió ser lo que por naturaleza eran. Liberó lo que estuvo al acecho, siempre bajo la superficie, suprimida pero igualmente presente: la aspiración de una cultura política autóctona.

Eso no es lo que yacía bajo la superficie en Afganistán o Irak. Estos países no eran Europa ni quisieron serlo. Una de las razones por las que Hussein fue menospreciado es que era secular – que violó las normas fundamentales del Islam, tanto en su vida personal como en la forma en que gobernó el país. Fueron muchos los que se beneficiaron de su régimen y lo apoyaron, pero si se extraía el régimen, lo que quedaba era un país musulmán con ganas de regresar a su cultura política, tanto como Europa del Este regresó la suya.

En Siria, hay dos principales facciones luchando. El régimen de Al Assad es alauí, una rama heterodoxa del chiísmo. Pero su característica más importante es que se trata de un régimen secular, no guiado ni por la democracia liberal ni por Islam, pero con raíces en el marchito y secular socialismo árabe. Córtelo y lo que se encuentra no es otro movimiento secular, esta vez liberal y democrático, sino las fuerzas musulmanas subyacentes que habían sido suprimidas pero nunca fueron no erradicadas. Un artículo del New York Times de esta semana señaló que no hay fuerzas seculares organizadas en las zonas controladas por los insurgentes sunitas. Las fuerzas religiosas tienen el control. En Siria, el secularismo pertenecía al Partido Baath y los alauitas, y fue brutal. Pero con deshacerse de él no se obtiene la democracia liberal.

Esto es lo que muchos observadores no vieron en la Primavera Árabe. Pensaban que bajo la superficie del régimen opresor de Hosni Mubarak, que era secular y brutal, existía una fuerza democrática liberal secular. Esta fuerza estuvo presente en Egipto, más de lo que ha estado en Siria, Irak, Afganistán o Libia, pero aún así no representaba la clara alternativa a Mubarak. La alternativa – no tan clara como en otros lugares, pero aún así la alternativa – fue la Hermandad Musulmana, y no sin el ejército egipcio hay alternativa secular viable.

 

Las dificultades de una intervención

Hay enormes desafíos militares al tratar con Siria. Las intervenciones inmaculadas no funcionarán. Un ataque quirúrgico contra instalaciones químicas es una atractiva idea, pero la inteligencia en el campo nunca es perfecta, Siria tiene un sistema de defensa aérea que no puede ser destruido sin causar elevadas víctimas civiles, y volar edificios que contienen armas químicas podría liberar los productos químicos antes de que se quemen. El envío de tropas profundo en territorio de Siria no sería una cuestión de hacer un par de viajes en helicóptero. El país es un campo armado, y destruir o apoderarse de las reservas de armas químicas es complicado y requiere mano de obra. Para destruir las existencias, se debe primero asegurar los puertos, igual que los aeropuertos y carreteras que llevan a ellos, y luego es necesario defender las carreteras, de las cuales hay muchos.

La erradicación de las armas químicas de Siria — suponiendo que todas ellas están en el territorio de Al Assad — requeriría ocupar ese territorio, y los contornos precisos del territorio cambia de día a día. También es probable que, dado el dinamismo de una guerra civil, que algunas armas químicas caigan en manos de los insurgentes sunitas. No hay ataques aéreos ni incursiones quirúrgicas por parte de las tropas de operaciones especiales que puedan resolver el problema. Al igual que Irak, EUA tendría que ocupar el país.

Si al Assad y los líderes son retirados, sus seguidores — una minoría sustancial — continuarán resistiendo, igual que los suníes en Irak. Han ganado mucho con el régimen de Al Assad, y en sus mentes, se enfrentan a un desastre si los sunitas ganan. Los sunitas tienen mucha brutalidad de qué vengarse. En el lado suní, puede existir un grupo democrático liberal secular, pero si lo hay está mal organizado y el control está en manos de los islamistas y otros islamistas más radicales, algunos con vínculos con Al Qaeda. La guerra civil continuará a menos que EUA intervenga a favor de los islamistas, utilice su poder para aplastar a los alauitas y entregue el poder a los islamistas. Una variante de esto ocurrió en Irak, cuando EUA trató de aplastar a los sunitas, pero no quiso dar el poder a los chiítas. El resultado fue que todos se voltearon contra los estadounidenses.

Ese sería el resultado de una intervención neutral o una intervención diseñada para crear una democracia constitucional. Quienes intervengan se encontrarán atrapados entre la realidad de Siria y la variedad de fantasías que a veces guían la política exterior de EUA y Europa. No vendrá mucho daño en ningún sentido estratégico. EUA y Europa tienen enormes poblaciones y enorme riqueza. Pueden, en ese sentido, costear estas intervenciones. Sin embargo, EUA no puede permitirse derrotas continuas como resultado de la intervención en los países de interés nacional marginal, donde establece para la guerra metas políticas irracionales. En cierto sentido, el poder tiene que ver con la percepción, y no aprender de los errores socava el poder.

Hay muchas cosas que so fuera del alcance del poder militar de EUA. La creación de las democracias constitucionales por la invasión es una de esas cosas. Habrá quienes digan que la intervención tiene como fin parar el derramamiento de sangre, no imponer los valores occidentales. Otros dirán que una intervención que no imponga los valores occidentales no tiene sentido. Ninguno de los dos atina. No se puede detener una guerra civil mediante el ingreso de otra facción a la guerra a menos que dicha facción traiga un poder abrumador. EUA posee una gran cantidad de energía, pero no el poder abrumador, y el uso del poder abrumador significa bajas abrumadoras. Y no se puede transformar la cultura política de un país desde el exterior, a menos que esté dispuesto a devastársele como se hizo con Alemania y Japón.

EUA, con sus aliados europeos, no tiene la fuerza necesaria para terminar el derramamiento de sangre en Siria. Si lo tratara, simplemente sería considerado responsable por el derramamiento de sangre y sin lograr ningún objetivo estratégico. Hay lugares donde es necesaria la guerra, pero deben ser pocos y de crucial importancia. El derramamiento de sangre en Siria no es más importante para EUA que para los sirios.

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