Lupe CadenaCon esta cuarta entrega, continuamos la crónica Ciudad Juarez: La apuesta por la paz, sobre el centro urbano en la frontera mexicano-estadounidense que renace de una larga y profunda noche. Este recorrido por las calles de la ciudad donde no hace mucho reinaba el terror, consiste de cinco capítulos, y fue creada por nuestros amigos de www.utópicos.com.co, en Colombia y www.Lopolitico.com, en México. Aquí puedes leer el Capítulo 1: Juárez, ayer y hoy. Capítulo 2: Los piquetes de El Mix. Capítulo 3: Cindy, la mujer del rifle.

Por Margarita Solano. Jefa de Información de www.lopolitico.com. Corresponsal de www.utópicos.com.co en México

Villas de Salvárcar, 30 de enero de 2010. 9:30 pm. Suena el teléfono.

— ¿Papá me dejas quedar en la casa de Sanders?

— Sabes que no me gusta que duermas en casa ajena

— ¿Entonces pasas por mi cuando termine la fiesta?

— ¿A qué horas?

— Pues más tarde, Papá.

11:30 de la noche, segunda llamada y su última conversación.

— Hola papá.

— ¿Cómo estás, hijo?

— Bien, bien.

— A ver, hazme un cuatro- lo reta el padre por el auricular.

Al fondo la risa de los muchachos, se burlaban de ver a Rodrigo sosteniendo el equilibrio como si su papá lo estuviera viendo.

El viento frío que sopla se cuela por la espalda de Lupe mientras su esposo conduce rumbo a la colonia Villas de Salvárcar, al oriente de Ciudad Juárez. ¿Qué habrá pasado? se preguntan los padres de Rodrigo después de la llamada de la mamá de Sanders, un compañero del fútbol americano que les pide con voz nerviosa que vayan a la casa, que algo pasó. Los papás de Rodrigo tiemblan de frío y de pánico.

—Cuando llegamos a Villas de Salvárcar vimos a muchos policías. Dice mi esposo molesto ¿pues qué hicieron estos muchachos?, estaciona el carro a un costado, ya estaba encintada la zona, se pasa la cinta, me dice no te muevas del carro y al minuto lo escucho gritar, es el grito más ensordecedor que puede escucharse de un hombre. En ese momento yo supe que algo muy malo le había pasado a Rodrigo, salgo corriendo del auto, nadie me detiene, me topo con la mamá de Sanders y veo a mi esposo gritar.

Ella me dice “entraron unos hombres y le dispararon a Rodrigo”, cuando yo entro a la calle veo unos cuerpos tirados a un lado, en la casa de enseguida se veía sangre, entro en Shock, empiezo a gritar, me encierran en la casa de enfrente, pues no me podían controlar, desde ahí alcanzaba a ver la casa donde fallecieron los demás jóvenes y aquello era una escena terrible; yo creo que… la noche más larga de mi vida, recuerdo, gritaba que mi hijo tenía que ir a la universidad, que él no podía estar muerto..

De repente se acerca un oficial, yo no sabía cuántos jóvenes habían muerto, yo sabía que Medrano, Parra y Alan estaban en el hospital, que eran varios de sus compañeros de fútbol americano, pero yo no sabía cuántos había fallecidos; yo veía cuerpos, yo veía gente, escuchaba gritos, porque todos gritábamos, las madres gritaban, los familiares que iban llegando, los mismos policías lloraban. Se acerca el oficial y le dice a mi esposo “¿cuál es el nombre de su muchacho? a lo mejor está en el hospital”, yo todavía tenía la esperanza pero el oficial revisa y mueve la cabeza, entonces en ese momento supe que Rodrigo era el que estaba ahí en esa casa, mi muchacho estaba muerto

La ráfaga de disparos alcanzó a quince personas esa noche. La mayoría, jóvenes que aún no cumplían la mayoría de edad, algunos cayeron al piso intentando saltar la barda para sobrevivir. Allí, tendidos en el suelo con un tiro de gracia, perdieron la vida, Rodrigo Cadena, José Luis Aguilar, Horacio Soto, los hermanos Marcos y José Luis Piña, José Adrián Encinas, Jesús Armando Segovia, Brenda Escamilla, Juan Carlos Medrano, Carlos Lucio.

Cuatro adultos, padres de algunos de los estudiantes muertos, cayeron también abatidos por las balas.

Las autoridades municipales encontraron 89 casquillos de bala en la escena del crimen a donde un comando armado de quince hombres en cuatro camionetas, llegó y bloqueó el acceso a la calle Villa de la Paloma buscando a sus rivales, los Artistas Asesinos, ligados al Cártel de Sinaloa. Pero no, no eran ellos, eran jóvenes de bien que celebraban una victoria deportiva.

Rodrigo tenía 17 años; en la foto de su último cumpleaños aparece untado de pastel en la nariz. Cursaba su último año de colegio, tenía los brazos fuertes, fornidos, como todo un jugador de fútbol americano. Entrenaba en las noches con el equipo Jaguares, el mismo que quedó campeón en su categoría derrotando a los Borregos del TEC de Monterrey. Cuando no entrenaba, iba con los Jaguares a sacarles sonrisas a los ancianos en los asilos o a los niños enfermos de leucemia. El próximo siete de abril, Rodrigo cumpliría 24 años y sus tres hermanos estarían planeando a dónde irse de vacaciones.

—Mamá, el día que tú te mueras lo que más voy a extrañar de ti son tus huevos con jamón— fue lo último que Lupe escuchó de Rodrigo sin imaginar que horas más tarde, un viento helado la haría temblar camino al barrio Villas de Salvárcar.

***

Abrazos en el alma

Fernando tiene los brazos fuertes, prominentes y junto con su esternón extendido, podría pasar por fisiculturista, aunque le falta estatura. Pero no lo es, su físico es el resultado de varias horas a la semana entrenando fútbol americano de la mano de su papá, el coach de Los Jaguares, el equipo que integraban Rodrigo y Juan Carlos, asesinados en Villas del Salvárcar hace seis años.

Es un hombre católico. Los fines de semana, dirigía un grupo de jóvenes en la iglesia, rescatando valores como la solidaridad, el perdón, orando por las víctimas, intentando quitar el odio de tantos corazones envenenados. La mañana del domingo 31 de enero de 2010 hizo un rezo especial en nombre de los quince muchachos masacrados la noche anterior. Rodrigo era especial para Fernando. Estudiaba con su hermano menor, iban juntos al gimnasio a entrenar, visitaba la casa para hacer tareas, le apasionaba el fútbol americano. Todo eso pasó por la mente de Fernando esa mañana de domingo improvisando una oración en la iglesia principal de Ciudad Juárez.

Antes de trabajar en la casa naranja con verde donde hoy tiene su oficina, Fernando tuvo una oferta de trabajo más ambiciosa, quizás mejor remunerada. Le pedían dirigir un grupo de jóvenes capacitadores en el norte de México. Pudo aceptar la oferta pero en cambio apostó por comenzar desde cero la construcción de una asociación civil para recomponer el tejido social de una ciudad golpeada por la violencia.

Un joven toca la puerta con dos botellas de agua.

Delgado, veinteañero, brazos inflados por el ejercicio. Es el hermano menor de Fernando, que hoy tiene 24, la misma edad que tendría su amigo Rodrigo Cadena si la delincuencia organizada no lo hubiera confundido con un pandillero.

—Mi hermano iba ir a esa fiesta pero a último momento mi papá no lo dejó ir, recuerdo todavía ese pleito y cuando sucedió la masacre yo mismo me dije no puedo esperar a que asesinen a mi hermano para hacer algo por los jóvenes de mi ciudad.

Fernando y un grupo de treinta jóvenes rescataron una casa donde hoy funciona Jaguares, Jóvenes de Bien. Con brochas, cubetas, pintura donada, otra comprada con recolectas vecinales, lograron pintar, reconstruir, tapar los huecos, remodelar baños de una vivienda dada en comodato por unas monjas que les pidieron recuperar la casona a cambio de quedarse con ella.

Desde allí, Fernando Gallegos dirige una A.C. (Asociación Civil) que busca llevar talleres, charlas y capacitaciones de prevención, sexualidad y actividad física a escuelas ubicadas en zonas marginales de la ciudad fronteriza. La idea llegó después del asesinato de Rodrigo Cadena, de una mamá que clamaba justicia pero que no estaba dispuesta a cruzarse de brazos, de un coach de fútbol americano que inculca valentía, disciplina, perseverancia en sus muchachos. Y aquí están, a cinco años de una tragedia que dio paso a una bocanada de aire fresco en tiempos convulsos.

Un pizarrón blanco con letras verdes muestra un calendario de actividades con fechas, actividades, interrogantes, voluntarios. Uno de ellos se llama Familia, un programa apoyado por sicólogos y nutriólogos que consiste en realizar encuentros, dinámicas, pláticas y convivencia entre los padres e hijos de los equipos deportivos. Aunque Fernando reconoce que falta mucho por hacer, quinientas familias se han beneficiado de este espacio que les permite acercarse a sus hijos por medio del deporte. Pero hay más. Jaguares, jóvenes de bien, busca darles empleo a los jóvenes por medio de trabajos temporales que les ayuden a la economía familiar. De la mano del sector público y privado, jóvenes mayores de 18 años pintan escuelas, limpian calles, parques, hacen carpintería, jardinería, se ganan la vida. Para los más pequeños, hay actividades deportivas, culturales, artísticas en las escuelas públicas del oriente de la ciudad.

Lupe Cadena se viste de luto. Suéter morado, bufanda gris. Sentada en un escritorio ve pasar las fotos de Rodrigo.

—Esta me la mandó una amiga de él, esta otra también, es que muchos amigos me mandan fotos de Rodrigo todavía y aquí las voy guardando —sonríe al ver la nariz de Rodrigo untada de pastel en su último cumpleaños.

Cuando no está aquí, Lupe se reúne con organismos internacionales, consulados, embajadas, asociaciones civiles, autoridades locales, estatales, federales. Intercambian experiencias, busca fondos para ampliar la red de apoyo a los jóvenes, para pintar la casa, para ponerle un baño, para contratar a un sicólogo más.

—Hay mucho trabajo por hacer. Tenemos toda una generación de niños víctimas de la violencia, con odio, resentimiento, falta de sensibilidad, muchos de ellos no tienen ambos padres, muchos de ellos son criados por abuelos, por abuelas, por tíos, primos, muchos de ellos necesitan un abrazo.

Faltan doce días para que el calendario marque 30 de enero, Lupe y Fernando lo saben, la nostalgia invade una oficina pintoresca donde las fotos de los muchachos del fútbol americano los hacen suspirar.

—30 de enero para mí significa Rodrigo Cadena Dávila y los nombres de 15 jóvenes más que partieran junto a él aquel día, significa lucha, es recordar la fecha en que mi hijo partió de la manera más cruel en que se le puede quitar la vida a un ser humano. Pero a la vez también significa no olvidar, para que no se vuelva a repetir. El 30 de enero significa para mí, como decía mi hijo, no dejar de mover las piernas y aquí estoy moviéndolas por él, por los jóvenes como él, 30 de enero es un homenaje a la vida.

El año pasado Lupe vio a Rodrigo en un niño de siete años vestido de futbolista americano. Meses atrás, un papá le había pedido la foto de Rodrigo para después mostrársela en el campo de fútbol a un joven tan parecido a él que por minutos sintió que lo veía corriendo detrás del balón.

—Son esos ángeles que Dios nos envía de alguna manera, son esas caricias al alma que nos da a través de los niños, de los jóvenes que veo, que se parecen a él, que ayudo por él.

Cinco personas han sido juzgadas por la masacre de Villas de Salvárcar en el 2010. A uno lo liberó la Suprema Corte de Justicia, no por ser inocente sino por tomarle su declaración en una guarnición militar. Se cuenta que más de 16 criminales participaron en el asesinato que enlutó a Ciudad Juárez; se sabe también que la carpeta de investigación continúa abierta. Se sabe que hoy Ciudad Juárez necesita contar una historia de paz.

Ellos se lo merecen.