Estrella de pornoSi al comienzo de esta semana Donald Trump enfrentaba un problema en los tribunales y en la corte de la opinión pública con una estrella de porno que exige su derecho a hablar públicamente sobre el romance que tuvieron durante el tiempo que Melania estaba encinta, ahora son dos más.

Para un total de tres.

En los tribunales del país.

En los quinces meses de esta presidencia, la intensidad de las acusaciones de agresiones sexuales que involucran al presidente recuerda los años de Bill Clinton, en los años 90. Únicamente que en esteroides.

La oposición a Trump se ha aferrado a estas denuncias, igual que hicieran hace décadas los enemigos del entonces presidente Bill Clinton, con reportaje 24/7.

Y este es otro dolor de cabeza más para una Casa Blanca que parece rebotar de una a otra crisis.

A las denuncias de Stormy Daniels, una conocida estrella de porno, ahora se suman las victorias legales de Karen McDougal, ex conejita de Playboy; y la de Summer Zervos, participante en el programa de TV realidad “Apprentice”.

Los escándalos sexuales de TrumpMcDougal sostiene que tuvo un romance con Trump, quiere contar su historia, pero enfrenta obstáculos legales. Dice que el tabloide National Enquirer (de los que se encuentran en los cajeros de los supermercados) le compró los derechos de su historia romántica por US$150,000, y que nunca publicó, lo cual es una manera de obligarla al silencio, dice ella.

El dueño del Enquirer es buen amigo del presidente.

Un tribunal decidirá si ella tiene el derecho de contar sus experiencias. Por plata. Quizás. Pero también por mostrar la hipocresía de la administración.

Los escándalos sexuales de TrumpPor su parte, Zervos también ha ganado el derecho de demandar al presidente, ésta vez en una corte estatal. Ella lo acusa de agresión sexual — dice que la besó, la agarró, y manoseó en contra de su voluntad. Y, también que la calumnió al negarlo todo y decir que ella mintió para enriquecimiento personal.

Irónicamente, al otorgar a Zervos el derecho de demandar al presidente, la juez de New York Jennifer Schecter, ha citado un fallo previo de que nadie está por encima de la ley — ni siquiera el presidente — que en los años 90 había dictaminado un juez en contra de Bill Clinton, que intentaba evitar un juicio de agresión sexual.

En el caso de Zervos, los demandantes exigen ver todas las acusaciones de agresiones sexuales contra Trump. Todo indica que él va a tener que testificar — tal como hizo Bill Clinton.

Por ahora, la noticia que sigue en primer lugar es la de Stormy Daniels, nombre artístico Stephanie Clifford, estrella de porno que por años ha dicho que tuvo un romance con Donald Trump en 2006, también cuando Melania estaba embarazada. El abogado personal de Trump, Michael Cohen, dio a Stormy la suma de US$130,000 para que guardara silencio, pero ella y sus representantes sostienen que el acuerdo que firmó carece de validez, ya que no Trump nunca puso su firma.

Michael Avenatti abogado de Stormy Daniels lleva ya semana y media apareciendo con frecuencia en los programas de cable TV. En cuanto al manejo de los medios, podría decirse que Avenatti supera a la gente de Trump, que tiene amplia fama de ser matones, intimidando a sus opositores.

El portal de NBC News publicó una foto de Stormy Daniels tomando (y superando) una prueba de detector de mentiras que respalda sus afirmaciones de que tuvo relaciones sexuales sin protección con el actual presidente. Stormy Daniels acusa al presidente y sus abogados de violar la ley, intentar intimidarla, y de hipocresía por mentir.

Stormy ha grabado una entrevista con la revista televisada 60 Minutes de CBS, lo mejor y más respetado del periodismo en EUA, que presuntamente se transmitirá el 25 de marzo.

Líderes de la oposición a Trump, entre ellos el senador Bernie Sanders, han dicho que la “obsesión” de los medios con los escándalos sexuales (igual que la investigación sobre Rusia) son una distracción de los problemas que enfrenta el país, como la creciente desigualdad y la reforma migratoria, entre otros.

Tienen razón parcial.

Pero, al mismo tiempo, las denuncias de estas tres mujeres son parte de un tsunami de oposición a la violencia sexual por parte de los poderosos. Un movimiento que bajo las banderas de #MeToo ha tumbado a las vacas sagradas del periodismos, el entretinimiento, políticos e industriales. Y que potencia las protestas de millones de mujeres al día siguiente de que asumiera la presidencia Donald Trump — quien para entonces ya había sido acusado de agresiones sexuales por 16 mujeres.