burundiCRONICAS — Estoy en África, de vuelta, octubre de 2015. Espero la última conexión hacia mi destino final Buyumbura la capital de Burundi, en Addis.

Hace seis años, la última vez que vine, Etiopía salía de una crisis, era un país pobre. El aeropuerto era africano, pequeño, desordenado, sucio. Con algo de gobierno y de visión, Addis es ahora el segundo aeropuerto de África después de Johannesburgo si se tiene en cuenta el número de conexiones, el de Lagos mueve más pasajeros pero allá nadie conecta para ninguna parte.

En cuatro años construyeron un aeropuerto que les ha permitido posicionar a la aerolínea nacional de propiedad del Estado como la primera de África. Mucho me impresiona la calidad del servicio de Ethiopian. Aviones nuevos, personal entrenado, itinerarios cumplidos. En las tres horas que estuve en el aeropuerto de Addis salieron a la hora anunciada unos 50 vuelos, todos de Ethiopian a todos los destinos posibles de África, de Europa, y hasta Asia.

Sigo para mi destino real, Buyumbura. Me voy con ganas de volver a Addis, a ver cómo les ha ido, a comer la mejor comida italiana de toda África en un restaurante de una familia italiana que está ahí hace cien años o más.

Al llegar a Buyumbura, me encuentro un aeropuerto pequeño, discreto, sólo hay dos aviones. Personal somnoliento se pasea por los corredores. La amabilidad de los africanos, “bonjour mon ami soyez le bienvenu” es la frase con que me recibe el agente de inmigración. Ya me siento en casa.

El carro que me viene a recoger tiene el timón del otro lado, a la derecha. Noto sin embargo que manejan por la derecha como en Europa y no a la izquierda como en Inglaterra o Suráfrica. Imagino el despelote que puede ser uno tratar de manejar por el lado que es con el timón en el lado que no es o por el lado que no es con el timón en el lado que es. Cualquiera de las dos me aterroriza.

Afortunadamente no hay casi carros, ni buses, ni motos. Gente caminando, mucha. Mujeres con los uniformes de las iglesias, coloridos, amplios, hombres con túnicas de moradas, rojas, escena que se repite todos los domingos en todas partes de África. Se visten para ir a la iglesia.

Llegado al hotel, empieza la rutina de siempre. Inspección del baño ¿está limpio? Busco la cajilla de seguridad, pasaporte y tarjetas de crédito bajo clave. Reviso los canales de la tele, no mucho, pero igual hay uno de deportes y uno de noticias, con eso me defiendo.

Bajo a reconocer el lugar. La piscina correcta, en una de esas, madrugo a echarme una nadada. Paso por el gimnasio, bastante pobre pero hay una bicicleta. Abordo un tema más importante, el bar.

Cuando uno va a pasar tres semanas solo en un hotel en una ciudad en donde le aconsejan a uno no salir de noche solo, el bar del hotel se vuelve un sitio primordial.

Me vienen a la memoria interminables partidos de pull (pool?) en el bar del hotel Montana en Pétionville en 1991, mientras abajo en las calles de Puerto Príncipe se apilaban los muertos con las llantas incendiadas alrededor del cuello.

Ojalá, me digo casi que en voz alta, que esta vaina no se salga de madres. Resulta que el presidente de Burundi ha decidido, como cualquier Uribe, que quiere un tercer mandato. Trató de cambiar la constitución y perdió por un voto. Dicen que le hicieron falta Sabas y Yidis. El cuento es que el voto que le hacía falta correspondía a un miembro de la Corte que estaba en Suráfrica. Le mandaron el pasaje para que viniera a votar. Lo estaban esperando en el aeropuerto unos ex militares de la oposición que se lo llevaron a pasear para que no pudiera llegar a votar, como cualquier Diego Palacios con Teodolindo.

Lo malo es que el acuerdo que terminó con la sangrienta guerra civil entre Hutus y Tutsies, ¿se acuerdan de hotel Rwanda? establecía que no habría más de dos mandatos y si este tipo insiste es posible que haya problemas, serios. Veremos. Por ahora extrema precaución. Hotel-oficina-hotel.

Fue una noche de superación del jet lag, varias despertadas, disciplina de no poner la tele ni encender la luz, hay que dormir, de lo contrario seré un zombie buena parte de la semana.

El lunes me recoge un vehículo, 4X4, marcado “misión médica”. Conduce una mujer, Alice, pone muy buena música. El director del proyecto me recibe muy amable y procede a darme un corto briefing de seguridad. “Básicamente el viernes en la tarde pensamos en decirle que no viniera” me dice y sigue “pero nos imaginamos que ya había arrancado y además lo necesitamos con cierta urgencia”. Chévere, pienso.

Para tranquilizarme me explica que en la guerra civil que duró de 1993 hasta 2005, casi no mataron extranjeros que la mayoría de los 300,000 muertos fueron Hutus o Tutsies. Me agarra el brazo y me dice “toi tu es blanc mon ami” (fresco, tu eres blanco).

Me voy a almorzar con una de las personas a quienes estaré ayudando y entrenando. Eraste, es nativo de Burundi, de procedencia Hutu, de familia apenas acomodada. Se había ido con mucho esfuerzo a los Estados Unidos a estudiar universidad y lo agarró la guerra por allá.

“Aproveché y me declaré refugiado. Acabé college e hice un masters en Washington DC. Tengo pasaporte americano, en la guerra mataron a cinco primos míos, “j’ai eu de la chance quoi” (Tuve suerte). Me dice mientras está pendiente de la radio.

Las noticias son en francés. La manifestación anti tercer mandato que estaba convocada para la mañana del lunes fue aplazada.

Trato de entender. El presidente perdió la votación en la Corte, ya no hay caso. Me explican; si pero no quiere obedecer y quien sabe qué diablos va a hacer.

Las elecciones son el 26 de mayo. La inscripción de candidatos debe hacerse entre el 30 de abril y 9 de mayo, eso estaba cuadrado para que una vez aprobado el tercer mandato por la Corte, el presidente se lanzaba y no tendría competencia que se le pudiera medir en una campaña de dos semanas. How clever, diría mi hijastra educada en el LSE.

Pero no le funcionó la patraña y la ambición del presidente Nkurunziza, en el poder desde el fin de la guerra civil ha desatado una ola de protestas que por ahora ha reprimido con energía. La vaina se puede dañar. Ya se habla de refugiados que han huído a los campos en Ruanda y el Congo.

¿O será la platica? Se rumora que el Presidente y algunos de sus amigos giraron a través de unas embajadas unos recursos para comprar el avión presidencial. Se habla de catorce millones de dólares.

¡La plata salió y el avión nunca llegó!

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