logo-mainPublicado en la revista The Nation bajo el título “Israel Must Stop Its Campaign of Terror”. Traducido con autorización especial.

Pasadas más de tres semanas desde que Israel lanzara su último asalto contra la Franja de Gaza, y sin que se perfile una tregua duradera, la situación en Israel/Palestina ha caído a nuevos y desconocidos horrores. Lo que comenzó como una incursión bruta por parte de Israel, acompañada de una andanada de cohetes por Hamas, ha explotado en algo terriblemente peor: un desangre que, al cierre de esta edición de The Nation, había cobrado un saldo de más de 1,200 palestinos y 56 israelíes muertos; y tornado a Gaza en un paisaje de la desesperación humana. Mientras tanto en Cisjordania, donde miles de palestinos se han volcado a las calles para las mayores protestas en años, los soldados israelíes han respondido con fuego real; diez palestinos murieron en un período de cuatro días. Y en Israel, donde la derecha empoderada se encuentra en ascenso, turbas nacionalistas han atacado en varias ocasiones a manifestantes contra la guerra palestinos y judíos.

La creciente espiral de violencia es una noticia terrible para toda la región, pero para nadie más que los 1.8 millones de palestinos atrapados en la lacerada Franja de Gaza. Allí, las bombas de “precisión” del ejército israelí han arrasado familias enteras de veinte y treinta personas; chicos jóvenes fueron hechos pedazos mientras jugaban al fútbol en una playa; y barrios enteros han sido arrasados por el abrumador fuego israelí. Las Naciones Unidas han estimado que hasta un 74% de los palestinos muertos en Gaza han sido civiles, con un promedio de un niño muerto cada hora durante un periodo particularmente violento de 24 horas. Con las fronteras cerradas e incluso las escuelas de la ONU bajo ataque, simplemente no hay lugar para donde puedan huir los palestinos.

“Nos dijeron que estaríamos seguros”, dijo Hussein Shinbari a Sharif Abdel Kouddous, colaborador de The Nation, después de que fuera alcanzada por una explosión que mató a 16 personas la escuela de la ONU en Beit Hanoun, donde se había refugiado la familia de Shinbari. (Israel ha negado su responsabilidad en el mortífero ataque.) Shinbari fue el único de su familia que sobrevivió.

Ante tales horrores, los principales diplomáticos del mundo, cada vez más alarmados, han saltado de un país a otro con la esperanza de juntos poder lograr un alto el fuego entre Israel y Hamas, como lo hicieron durante los últimos dos conflictos de Gaza, en 2008-09 y 2012. “En nombre de la humanidad, la violencia tiene que parar”, imploró el 28 de julio el secretario general de la ONU Ban Ki-moon. Sin embargo, con nada más que una serie de fracasos que mostrar por estos esfuerzos — principalmente una propuesta formulada por el Secretario de Estado John Kerry que pedía una tregua de siete días, durante la cual ambas partes podrían trabajar hacia una permanente — la situación en Gaza sigue a deshilvanándose.

“Tenemos que estar preparados para una campaña prolongada”, anunció el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu pocos días después de rechazar el esfuerzo de Kerry.

Existen varias razones por las que estas propuestas han fracasado, dejando a Kerry y su reparto internacional de diplomáticos agitándose en las alas. Ciertamente, los líderes de Israel y Hamas se han aferrado a sus posiciones — presos entre fantasías de cambio de régimen, el castigo colectivo y la seguridad — en el caso de Israel; supervivencia, resistencia y venganza, en el caso de Hamas. Tampoco ha ayudado el que los países que negocian en su nombre apenas se llevan entre sí. Como resumió The New York Times: “EUA no trata directamente con Hamas. Y los países con vínculos más estrechos, Qatar y Turquía, tienen relaciones tensas con Egipto, cuyo plan de cese al fuego ha proporcionado el marco general para los esfuerzos de Kerry”.

Igualmente debilitante ha sido la naturaleza sesgada del mismo proceso de cese al fuego: ​​el intento de enmarcar como una lucha entre iguales un conflicto flagrantemente asimétrico entre la potencia ocupadora y los ocupados y, aún más, colocar a una superpotencia muy sesgada en la posición de intermediario. Incluso en este momento, cuando Israel ha movilizado su poderoso ejército para aplanar partes de Gaza, los líderes estadounidenses, desde el presidente al Congreso, se han alineado para afirmar el “derecho de Israel a la autodefensa.” Y en un alarde contundente de apoyo a la impunidad, EUA fue el único en votar en contra de una resolución de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU para investigar violaciónes del derecho internacional, incluyendo posibles crímenes de guerra, cometidos en los territorios palestinos ocupados durante la actual embestida.

Recientemente ha habido señales leves de un cambio en los más altos niveles, cuando Kerry y, en menor medida, el presidente Obama ha expresado su frustración con total desprecio de Israel por las vidas palestinas. “Los palestinos necesitan poder vivir con dignidad, con un poco de libertad, con bienes que puedan entrar y salir”, dijo Kerry en un comunicado que presagiaba el proyecto de alto el fuego que presentó el 25 de julio. Ese proyecto enfureció a los líderes israelíes, que se niegan a siquiera contemplar el levantamiento del bloqueo de siete años de Gaza. Pero cuando Kerry volaba de regreso a casa impulsado por los vientos de cola de la derrota, quedaba claro que Estados Unidos está muy lejos de usar las cartas más poderosas que posee: la amenaza de retirar la totalidad o parte de los US$3 mil millones anuales en ayuda militar para Israel.

El fracaso de las propuestas de alto el fuego ha dejado un vacío en donde continúa floreciendo la impunidad. Sin embargo, corrientes diversas y humanitarias de la sociedad civil internacional han estado respondiendo, presentando demandas que Washington es demasiado tímido para hacer. Esto incluye sesenta y cuatro premios Nobel y figuras públicas — entre ellos el arzobispo Desmond Tutu y Noam Chomsky — que han pedido un embargo internacional de armas contra Israel. Incluyen juristas como John Dugard, Noura Erakat y Peter Weiss, que han exigido el fin al castigo colectivo de Israel en Gaza y el comienzo de los “procedimientos para hacer rendir cuentas a los responsables de violaciónes del derecho internacional”. Incluyen grupos judíos como Jewish Voice for Peace, que ha defendido incansablemente los derechos palestinos, y J Street, que está presionando para poner fin al bloqueo a Gaza. Y también los grupos palestinos de la sociedad civil que llaman a la resistencia no violenta a través de boicots, desinversión y sanciones.

Juntos, estos actores están esbozando un plan, a la vez necesario y con ilusión, para poner fin a la crisis. Aunque pueden no estar de acuerdo en todos los puntos, sus llamadas forman las bases de una resolución justa: el cese inmediato del asedio y bombardeo de Gaza por parte de Israel; monitores del alto el fuego controla para que rindan cuentas las partes responsables; investigaciones sobre los crímenes de guerra cometidos por Israel y Hamás; y el fin al gran pecado de la ocupación.

Todas estas recomendaciones se enfrentan a enormes obstáculos, y que nunca van a tener lugar hasta que Israel, EUA y Hamas sean presionados a que las promulguen. Pero a medida que continúa el ciclo de la impunidad, las demandas de la sociedad civil son la mejor esperanza para palestinos e israelíes.

Junta directiva, julio 30, 2014

Artículo en inglés

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