Publicado en inglés el 21 de enero 2014 en la revista The Nation bajo el título “Purging the Legacy of Dictatorship From Chile’s Constitution”. Traducido con autorización especial. Por Alisa Solomon.
Cuando Chile se volcó a las calles el pasado 15 de diciembre para celebrar la contundente victoria de Michelle Bachelet en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, vendedores ambulantes aparecieron de la nada, con banderas para saludar esta manifestación de la victoria: “¡Michelle Presidenta!” y “Chile de todos”; una roja enorme del Partido Comunista Comunista proclamaba “100 años de lucha”, la bandera multicolor brillante de los indígenas mapuches. Había dos opciones Socialistas — una que conmemoraba al emblemático cantautor Víctor Jara, asesinado en los primeros días del golpe de Pinochet en 1973, otra prometiendo que “¡El sueño de Allende vive !”, citando el famoso último discurso del derrocado presidente, en el que prometió que algún día las calles se llenarían de gente libre para construir una sociedad mejor. Y allí estaban: miles animando a la presidente electa Bachelet quien reconoció la decisión de los chilenos de abordar “asuntos pendientes ” de la nación y “comenzar las transformaciones profundas”. Soledad Falabella, directora de ESE:O, una ONG promoviendo la alfabetización democrática y enseñante en la Universidad de Chile, levantó la mirada hacia el mar de banderas, y llena de júbilo dijo, “Por fin se han roto las cadenas de Pinochet”.
Ha pasado casi un cuarto de siglo desde que la democracia regresó a Chile, pero en la opinión de los activistas, esta elección, – – y , sobre todo, los movimientos que se lanzaron a las calles en 2011 e hicieron posible la plataforma progresista de Bachelet — representa el cambio de paradigma que requiere la democracia genuina. Nada ha anunciado más este cambio que Marca tu Voto AC, la movilización ciudadana que se gestó en torno a las elecciones, instando a los votantes a escribir las iniciales de Asamblea Constituyente en sus boletas de papel, exigiendo de esta manera un proceso participativo para la creación de una nueva constitución. La campaña ha sido muy efectiva tanto como acción directa y por su simbolismo.
La Constitución de Chile se remonta a los años de Pinochet y fue diseñada no sólo para garantizar eternamente un poder desproporcionado a la derecha, sino también para afianzar las políticas económicas neoliberales, e incluso evitar cambios legislativos a ellas. Aunque la Constitución ha sido revisada varias veces en los últimos dos decenios — remendada con más de 200 enmiendas, de acuerdo con el jurista chileno y Profesor de Derecho en Rutgers Jorge Contesse — sus mecanismos internos, fueron establecidos por los “tecnócratas de la dictadura” explica, “para prevenir canales de expresión o impedir que pasaran leyes justas”. El principal de los obstáculos para una verdadera democracia es el sistema binominal único de las elecciones: Los candidatos de varios partidos normalmente se presentan por escaños en cada distrito, y los dos con más votos llegan al congreso, lo que significa casi siempre una alta representación de los minoritarios partidos de derecha .
Pero algunos de los obstáculos menos obvios a la democracia ahora se encuentran de pleno en la agenda, también, gracias a los movimientos sociales de los últimos años entre estudiantes, ecologistas y los residentes de las provincias, que convocaron manifestaciones masivas en las calles por primera vez desde la restauración de la democracia en 1990. Las inequidades que estos movimientos han estado combatiendo están ligadas a las disposiciones de la Constitución.
Como explica Contesse , “La junta escribió todas esas nobles palabras” en el artículo 19 de la Constitución que afirma el derecho de los chilenos a la igualdad, la libertad de expresión, la privacidad y así sucesivamente “pero no puso ningún mecanismo para garantizarlas, a excepción de las libertades económicas” — los derechos para elegir a qué escuela enviar a los niños, a qué médico ver, dónde invertir su pensión, pero no el derecho a tener una educación, a la salud o a una pensión. En otras palabras, dice, se trata de libertad “para aquellos que pueden permitírsela”.
Desde sus inicios , el reinado de terror de Pinochet estuvo ligado al fundamentalismo del libre mercado, implementado por los “Chicago Boys” — los economistas chilenos que estudiaron con Milton Friedman en la Universidad de Chicago y sirvieron bajo Pinochet para desmantelar la regulación, dar la bienvenida a la especulación financiera, recortar el gasto social e implementar la privatización de casi todo. Ya en 1976, el ministro de Relaciones Exteriores exiliado de Allende, Orlando Letelier, sostuvo en esta revista que “la represión de las mayorías y la ‘libertad económica ‘ para pequeños grupos privilegiados son en Chile dos caras de una misma moneda”. ( Un mes más tarde, en Washington, DC , Letelier fue asesinado por un coche bomba de autoría intelectual por parte de la policía secreta chilena).
El retorno a la democracia, sin duda liberó del peso de la represión política, pero el absolutismo del libre mercado permaneció empotrado en la Constitución. A pesar de signos aparentes de la salud económica, los chilenos han estado luchando. El ingreso per cápita podría haber aumentado de alrededor de US$4,500 en 1990 a US$20,000 dólares en 2013, pero en gran parte debido a que la enorme riqueza concentrada en la parte superior ha aumentado la media. Chile tiene la diferencia de ingresos más pronunciada en los treinta y cuatro países que integran la Organización para la Cooperación Económica y el Desarrollo que incluye a EUA) y la tercera más alta tasa de pobreza (a pesar de los bajos números de desempleo). Los jubilados vienen cayendo en las filas de los pobres a medida que sus fondos de seguridad social privatizados han evaporado; los elevados costos de las matrículas han cerrado a todos menos a los ricos la educación avanzada.
Dando a Bachelet más del 62% de los votos, los chilenos rechazaron rotundamente el modelo económico sostenido por el presidente saliente, Sebastián Piñera, y adorado por la adversaria electoral de Bachelet, Evelyn Matthei. La presidenta electa, que vuelve con un programa más radical al cargo que ocupó entre 2006 y 2010, se comprometió a aumentar los impuestos corporativos en 20% (de los más bajos de la región) al 25% y utilizar estos ingresos para garantizar la educación gratuita. “Las utilidades no pueden ser el motor de la educación porque la educación no es una mercancía”, proclamó en el discurso de su victoria, haciéndose eco al movimiento estudiantil de masas, cuatro de cuyos radicales jóvenes líderes acaban de ser elegidos al Congreso que “los sueños no se negocian en el mercado”.
Ese movimiento, que ganó el apoyo de las generaciones mayors que se unieron a los estudiantes en las calles, señaló a la conexión entre los exorbitantes costos de las matrículas y las desigualdades construidas en la constitución. Se inspiraron en los argumentos del jurista Fernando Atria, quien ha escrito sobre una “constitución tramposa”; “no luchaban únicamente por la educación”, dice Javiera Parada, organizadora con Marca tu Voto (actriz y productora de teatro profesional). ” Estaban hablando sobre el modelo económico y político. Esto es un gran cambio para los chilenos “.
El genio de la Marca tu Voto fue fortalecer esa conexión, mediante el referéndum de los ciudadanos, para promulgar el proceso democrático que estaba exigiendo
Con menos de un año de organización a través de las redes sociales, así como los antiguos pero jamás obsoletos métodos de llamar a las puertas, el esfuerzo atrajo a miles de voluntarios para difundir la palabra y servir en calidad de escrutadores en las mesas electorales de Chile, donde los votos siguen siendo registrados y contabilizados a mano. En la primera vuelta de las elecciones en noviembre (cuando Bachelet no logró ganar una mayoría en un campo de nueve candidatos, muchos de ellos considerablemente a su izquierda), Marca Tu Voto ubicó contadores formados en un 36% de los centros de votación, según Parada, y para la segunda vuelta el 15 de diciembre, se habían cubierto alrededor del 80% de los centros de votación del país, incluyendo casi todos los que hay en las congestionadas ciudades de Santiago y Valparaíso. A pesar de algunas advertencias falsas de la derecha de que las papeletas con marcas extrañas serían declarados no válidas, más del 10% de los votantes inscribieron las iniciales — un número asombroso para cualquier campaña por escrito. Mientras tanto, una encuesta de septiembre/octubre por los principales encuestadores de Chile, el Centro de Estudios Públicos, mostró un 45% de la población enapoyo a una asamblea constituyente.
Es probable que desde entonces el número se ha disparado ya que la cuestión ha sido lanzado en la agenda popular. En opinión de la abogada y antropóloga jurídica Antonia Rivas, quien organizó para Marca tu Voto en la isla de Pascua, el tema en el mejor de los casos era marginal hace dos años y ahora está dominando el discurso. “Hasta en los periódicos más conservadores, incluso si es para atacar la idea de una asamblea constituyente, se está hablando de esto”, dice.
Esto es lo que pretendía Marca tu Voto — encender la conversación — y se declaró oficialmente cerrado inmediatamente después de la jornada electoral. Pero, señala Parada, la campaña de sensibilización “se convirtió en un movimiento social, que no nos esperábamos y para el cual no estábamos preparados” y ahora los participantes se reúnen por todo el país, organizando foros y otros eventos públicos para debatir sobre lo que debería seguir. ¿Deberían acaso presionar para una serie nacional de cabildos? ¿Audiencias en el Congreso con representantes de diversos sectores de la sociedad? ¿Alguna otra formación?
De algo están seguros: que necesitan mantener la presión para un enfoque que involucrará a la ciudadanía de manera significativa y hacer que sus opiniones se apliquen. Mientras que Bachelet, que asumirá el cargo en marzo, prometió un cambio constitucional a través de un proceso que sería “democrático, institucional y participativo”, hasta el momento no ha propuesto nada específico para el procedimiento, y a los activistas les preocupa que “institucional” tenga prioridad. Gabriel Boric, uno de los líderes estudiantiles electos al Congreso, ya distingue señales que apuntan hacia algún tipo de comisión conjunta que se haga cargo de los cambios y, dice, “no estoy dispuesto a apoyar una nueva Constitución redactada por un Parlamento binominal”. Sólo una asamblea constituyente, dice, puede superar la “ilegitimidad” de los orígenes de la Constitución.
Más que eso, Parada considera el proceso como un medio necesario para que los chilenos “aprendan a vivir juntos” en vista de su historia traumática. Aunque es probable que la coalición de Bachelet, tras haber ganado en las dos cámaras, tenga los votos necesarios para sacar adelante un documento progresista, Parada — cuyo abuelo fue desaparecido durante la dictadura y cuyo padre fue asesinado en un caso notoriamente violento — no quiere la izquierda imponga un modelo político. Para ella, eso sería actuar como la derecha. “Todos tenemos que sentarnos y hablar de una manera que no ha sucedido en cuarenta años” , dice. Eso mismo es lo que ella ha comenzado a hacer en base individual — hablando sobre el pasado y el futuro, con los partidarios de Pinochet. Un hombre que sirvió en la dictadura confesó que no había hecho lo que podía haber hecho para investigar los abusos de derechos humanos. “No podemos traer a la gente de vuelta a la vida”, le dijo ella , “pero podemos cambiar la herencia que nos dejó la dictadura: La Constitución”.