Screen-Shot-2013-01-02-at-5.18.08-PM5Publicado en inglés el 23 de diciembre 2013 en la revista The Nation bajo el título “Has Marine Le Pen Already Won the Battle for the Soul of France?” Traducido con autorización especial. Por Cécile Alduy.

Hace treinta años, el 17 de junio de 1984,
 Jean-Marie Le Pen irrumpió en el centro de atención cuando su partido, el derechista radical Frente Nacional, obtuvo un récord del 11% en las elecciones al Parlamento Europeo, en una plataforma anti-inmigración, nacionalista anti-Europa. Francia quedó aturdida. En la noche electoral, Le Pen de 55 años de edad petulante y sentencioso vistiendo una chaqueta azul oscuro, hizo la siguiente predicción: “Esto es sólo el comienzo”, llamando su victoria, “la primera etapa de una larga jornada que conducirá al renacimiento de Francia”. Pero ni siquiera en sus sueños más locos, podría Le Pen haber imaginado a su propia hija Marine, ahora encabezando el Frente Nacional, navegando una de las peores crisis sociales, económicas y culturales en Francia liderara las encuestas por delante de cualquier otro candidato. Una encuesta del 25 de enero da al Frente Nacional el 23% de los votos en las elecciones de mayo al Parlamento Europeo, por delante del Partido Socialista y la derechista Unión por un Movimiento Popular (UMP). Si la predicción se hace realidad, el Frente Nacional se convertiría en la principal fuerza política en Francia.

Marine Le Pen. Foto WIkipedia Commons
Marine Le Pen. Foto WIkipedia Commons

¿Cómo un partido marginal que surgió en 1972 de una coalición ecléctica de antiguos colaboracionistas, neofascistas, antisionistas y oponentes de la descolonización llega a convertirse, si no en la fuerza dominante, al menos en una de un creciente atractivo? ¿Moderó su discurso del Frente Nacional para adaptarse a la ecología política de Francia? O, ¿dió un giro Francia peligrosamente hacia la derecha? Y, ¿cuánto más puede aumentar el Frente Nacional? Con las elecciones municipales en todo el país este marzo y las elecciones al Parlamento Europeo dos meses más tarde, 2014 será un año crucial para la
Frente Nacional — y para Francia, que tendrá que resistir, o sucumibir ante el canto de la sirena del populismo de extrema derecha.

Marine Le Pen es con frecuencia descrita como la fuerza impulsora tras este asombroso ascenso. No hay duda de que la dinámica rubia de 45 años de edad ha logrado imponer un lustre moderno a una vieja marca política. Cuando ella se hizo cargo del partido en 2011, el apellido de Le Pen era tanto un riesgo como un activo: votar por el Frente Nacional era tabú, y pocos estaban abiertos en hacerlo. Ahora “Marine”, como todos la llaman, es una estrella en ascenso. Los periodistas se apresuran en ser los primeros en reportar su último apunte. Los transeúntes se empujan para conseguir su foto con ella en los mercados callejeros. Ella lanza chistes, besa a las abuelas en el cachete o suelta una de sus muchas canciones de pop francés de los años 1970. Directa y de buen humor, madre de tres hijos con los pies plantados en la tierra aparece como una madre valiente, dispuesta a recibir los golpes en el salvaje mundo de la política. “Ella tiene unos cojones gloriosos”, comentó Gilbert Collard, antiguo izquierdista defensor de derechos de los inmigrantes que sucumbió al encanto de Marine y ahora es congresista afiliado al Frente Nacional.

Igual que Collard, muchos electores que se dejan encantar por Marine jamás habrían votado por Jean-Marie. La comparación con su padre le conviene mucho (es fácil lucir angelical al lado del “diablo”, como se le ha llamado a él); también lo hace la diferencia generacional entre ambos. Que una mujer nacida en el año 1968 esté a la cabeza del antiguamente machista partido de extrema derecha que siempre miró hacia atrás en el espejo retrovisor es en sí mismo algo revolucionario. Una madre trabajadora, divorciada dos veces, Marine “parece” feminista sin tener mucho que mostrar por ello. Habiendo heredado un partido que llamó el aborto “genocidio contra los franceses”, comparable con los hornos crematorios de Auschwitz, ella sólo ha tenido que ser ligeramente moderada sobre el tema — proponer dejar de reembolsar las terminaciones de embarazo — para sonar liberal.

Simbolismo republicano, la Libertad guiando al pueblo
Simbolismo republicano, la Libertad guiando al pueblo

Su atractivo también surge de una estrategia mediática bien orquestada. Incluso antes de que ella se hiciera cargo del partido en 2011, Marine había presionado para que un cambio de imagen radical de la marca Le Pen para que hacerla más aceptable para los nuevos segmentos del electorado: dejando atrás el discurso antisemita que su padre utilizó para atraer los medios de comunicación; adoptando una imagen cuidadosamente pulida, un uso estratégico de los valores republicanos para fustigar Islam en nombre del laicismo, y una agenda económica renovada que cita a economistas ganadores del Premio Nobel como Joseph Stiglitz y Paul Krugman para dar credibilidad a sus intentos de alcanzar el poder. Ella ha controlado y profesionalizado al partido, aplicando una política de cero tolerancia en la exhibición por sus miembros de parafernalia nazi y comentarios racistas en público, y reclutando nuevos cuadros, atractivos de y treinta años con las manos limpias y pasados sin antecedentes. Ella se ha lanzado tras el voto de la juventud, confiada de que las referencias a la guerra de Argelia o la Segunda Guerra Mundial (un punto condenatorio para el Frente Nacional, conocido por su nostalgia colonial y simpatías revisionistas) se pierden sobre todo en las nuevas generaciones. En cambio, ella ofrece rápidos ascensos en el partido para activistas jóvenes: en las elecciones municipales de marzo, el 14 por ciento de sus candidatos tendrá 30 o menos años. La única parlamentaria del Frente Nacional, Marion Maréchal-
Le Pen ( la sobrina de Marine), fue elegido a los 22 años.

Las nuevas caras vienen con nuevas palabras. Al igual que otros movimientos de la extrema derecha europea, como el Partido por la Libertad que encabeza Geert Wilders (PVV) en los Países Bajos, el Frente Nacional ha se ha posesionado de palabras claves democráticas, incluso de izquierda. Inspirado por la teoría de la hegemonía ideológica de Gramsci, el Frente Nacional entendía el poder de las palabras ya en la década de 1990. Notas internas filtradas a la prensa durante la época revelaron un plan concertado para ganar la batalla semántica e imponer su vocabulario y — su visión del mundo — en el debate público: las asociaciones de derechos de los inmigrantes, como SOS Racismo se llamarían “el lobby pro- inmigración”; mondializacion (globalización ) sido renombrado mondialisme insinuando a través de la rima más que la razón que era una ideología tan peligrosa como el comunismo. Por encima de todo, las palabras extrême droite (extrema derecha) fueron prohibidas cambiadas vraie droite (verdadera derecha), más presentables. (En línea con este legado, Marine Le Pen, ha amenazado recientemente con demandar a los periodistas que llamen a su partido como perteneciente a la extrema derecha — un paso algo extraño para la  autoproclamada campeona de la libertad de prensa).

Ahora, el Frente Nacional ha ido un paso más allá, al secuestrar y explotar los mismos conceptos que antiguamente oponía. Le Pen invoca la “libertad”, “la democracia”, “la justicia ” y “la laicidad” para respaldar su afirmación de que “el sistema” está traicionando los principios republicanos de Francia. No importa que el Frente Nacional sea el heredero político de los movimientos de la derecha radical del anti-republicanismo, la anti-Ilustración y el monarquismo como la Action Française (el candidato del Frente Nacional para el cuarto distrito de París es un miembro de la liga monárquica ). El “nuevo” Frente Nacional está dispuesto a mostrar respeto por la letra, sino el espíritu, de los principios democráticos .

Y así, Le Pen se ha reposicionado como la única líder dispuesta a defender los derechos del pueblo, especialmente el derecho a la libre determinación. Cuando ella acusa a las instituciones supranacionales no electas , como el Fondo Monetario Internacional o de la Unión Europea de controlar el gobierno de Francia, ella hace eco de una creciente desconfianza entre el electorado de que su voz y su voto no cuentan para nada. También señala que a pesar de haber ganado el 18% de los votos en la elección presidencial de 2012, el Frente Nacional todavía tiene sólo una congresista que represente sus ideas ante el Parlamento, lo cual es su opinión constituye una violación de la representación democrática.

 

Mosquée de Paris
Mosquée de Paris

En el mismo sentido, ella es generalmente cuidadosa de combatir el Islam en nombre de los valores liberales y por razones políticas y no religiosas o étnicas . “El Islam es 
poco soluble en el laicismo”, afirmó calmadamente la primera vez que la entrevisté en octubre de 2012 . Ella llegó a deplorar la discriminación contra las mujeres y los gays en los barrios de mayoría musulmana. Al pretender ponerse del lado de las víctimas de la misoginia y la homofobia, ella debilita las acusaciones de racismo formuladas en su contra. Ella también aparece como la defensora definitiva de uno de los más arraigados principios republicanos, la laïcité francesa, un modelo secular de la vida cívica que prohíbe los símbolos religiosos en los espacios públicos. “El pañuelo en la cabeza se utiliza como un medio de presión política — presión política a la que los propios musulmanes seculares son sometidos”, continuó un  tanto hipócritamente manifestando simpatía por la población que ella ha estado atacando sin descanso. Pero un momento después  traicionó el antagonismo cultural que avala su recién descubierto interés por la laïcité: “El que una nueva religión tenga crecientes demandas que chocan con las costumbres, los códigos, los modos de vida, los hábitos, de un país fundado desde muy antiguamente en los valores judeo-cristianos, eso es un problema”.

De hecho, sus famosas arengas sobre la libertad y la igualdad se oponen selectivamente a presuntos “abusos”: “el racismo anti- blanco”, por ejemplo, o la censura del discurso del odio. En nombre de la libertad de expresión, condenó en enero la prohibición preventiva útlimo espectáculo del controversial cómico Dieudonné por varios municipios (el cómico , un amigo de Le Pen padre, ha cuestionado reiteradamente en sus parodias la veracidad del Holocausto); cuando fue levantada su inmunidad parlamentaria como diputada europea en julio de 2013 a raíz de investigaciones sobre acusaciones de incitación al odio racial, ella habló de “persecución” (ella había comparado las oraciones musulmanas en la calle a la ocupación nazi). El nombre de Marine podría tener solo unas cuantas letras menos que Marianne, el símbolo de la República Francesa, pero disfrazarse de demócrata no la convierte una.

Las políticas sociales y económicas también se han vuelto a empaquetar con un toque populista moderno. Detener la inmigración ya no es el principal artículo de fe en la plataforma del Frente Nacional (para la elección presidencial de 2012, se había reducido el número siete). En lugar de ello, Marine Le Pen da una vuelta al lenguaje racial y apela a la dinámica de la clase. Denuncia medidas como la “Euroausteridad” impuesta por los alemanes que dominan la zona euro –impulsa una agenda atractiva para las multitudes con sus discursos proteccionistas, en pro de la reindustrialización y un estado de bienestar reforzado (exclusivo para los ciudadanos franceses). Aquí también suena más como la izquierda que como la derecha: ataca las grandes fortunas, promete nacionalizar los bancos comerciales y separarlos de las instituciones de inversión, pide extenciones en los servicios públicos y se compromete a reducir la edad de jubilación de nuevo a 60. En su libro de la campaña presidencial de 2012, citó a Carlos Marx con más frecuencia que al teórico nacionalista Charles Maurras .

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Estos comentarios anticapitalistas no hacen
 del Frente Nacional un partido marxista, sin embargo, ni siquiera uno de la izquierda. Jean-Yves Camus, analista de los movimientos de extrema derecha en Europa, comenta que culpar a los financieros es parte de la herencia populista del Frente Nacional. “La extrema derecha europea tiene un siglo de tradición de discurso anticapitalista …. El Frente Nacional no es de izquierda, simplemente porque esté a favor de la intervención del Estado en la economía”. Sin embargo, Marine Le Pen manipula hábilmente los símbolos de la clase obrera. Su partido es ahora la primera opción para los trabajadores y los desempleados, y su asesor político, Steeve Briois (también el secretario general del Frente Nacional), tiene una buena oportunidad de ganar un cargo público en la ciudad minera de Hénin-Beaumont, en el norte desindustrializado este meses. El afiche de su campaña incluye una cita de Jean Jaurès, el padre del socialismo francés. ( Jaurès, en caso de que Briois lo haya olvidado, fue asesinado en 1914 por un nacionalista francés).

Las ganancias políticas que Le Pen puede esperar de su postura republicana y estrategia de triangulación son enormes y onerosas. Laurent Bouvet, un profesor de ciencias políticas en la Universidad de Versailles Saint-Quentin-en-Yvelines, explica, “Cuando [Marine Le Pen] finge defender la República, la laicidad, las mujeres o los derechos de los homosexuales, ella desdibuja la imagen tradicional de la extrema derecha ….  Ella tiene la perspicacia política para ubicarse en el centro del debate político al mostrar que las soluciones de los demás no funcionan y que ella puede pedir prestado del repertorio de todos las fuerzas políticas — que es pragmática, pero al mismo tiempo sabe hacia donde se dirige. Es una combinación letal” .

Además de su habilidad táctica, Le Pen también se ha beneficiado de una flujo más amplio hacia la derecha de todo el espectro político. La derechista UMP ha estado cazando en el territorio del Frente Nacional por un tiempo: el gobierno de Sarkozy convirtió en hábito los ataques contra los inmigrantes e inició insidiosos “debates” sobre la identidad nacional y el Islam en 2009 y 2011. Ahora, el Gobierno socialista está usando la mano dura contra la inmigración ilegal y los campamentos de romaníes por miedo a parecer “blandos”. En el frente económico, el nuevo amor los socialistas por el mundo empresarial, la economía del suministro ha dejado estupefactos a los constituyentes básicos. Según Bouvet, “La izquierda, igual que la derecha, es responsable del ascenso del Frente Nacional en las encuestas y en las urnas. El factor esencial de la estructuración de los últimos treinta años es que la izquierda ha abandonado a la clase baja en términos de políticas sociales”. Añádale a a esta mortal mezcla la incapacidad de uno y otro lado para dar la vuelta una economía estancada, y empezará a entender por qué Le Pen aparece ante muchos como el último recurso político en un país luchando por su supervivencia económica y cultural.

Con un desempleo que escasamente se ha movido de su nivel récord del 11% y la noticia de los despidos masivos que monopolizan los titulares, Marine Le Pen hace eco de las preocupaciones legítimas de los que temen que el modelo de redistribución social de Francia está amenazado por la feroz competencia internacional y las estrictas normas europeas. Ella también ofrece una narrativa para enmarcar la experiencia de la pérdida de identidad y la movilidad social descendente. “Ahora se trata de nación contra globalización”, me dijo. “¿Seguimos con mondialisme — la supresión de las fronteras, la desregulación total de la economía, los poderes financieros que gobiernan el mundo — o consideramos que las naciones deberían tener voz y voto sobre ello, por lo que les devolvemos sus derechos”. Su discurso de la recuperación soberanía nacional llega a la gente: en una encuesta de enero emitida por el Instituto del Centro de Ciencias Políticas de Investigación Política (Cevipof ) , el 61% cree que la globalización es una amenaza para Francia; 
el 70% quería dar mayor poder a los gobiernos nacionales y menos a la UE. La mayoría de los trabajadores declaró, igual que Le Pen, que Francia debería retirarse del euro – una estadística impensable hace sólo unos años .

Por primera vez desde que el llamado grupo de Identidad, Tradición, Soberanía en el Parlamento Europeo sufrió una implosión en el 2007, tras sólo unos meses de existencia, los partidos anti-europeos de extrema derecha podrán ser capaces de unirse en un grupo parlamentario oficial en Estrasburgo, con todo el peso político que ello trae. En noviembre 2013, los líderes de PVV de los Países Bajos, Vlaams Belang de Bélgica (Interés Flamenco ), la Liga Norte de Italia, los Demócratas de Suecia y el Partido de la Libertad de Austria convocaron con Marine Le Pen en Viena para formar la Alianza Europea para la Libertad. Jean-Yves Camus es cauteloso al calificar lo peligroso o incluso la eficiencia que podría traer una coalición de este tipo: “El poner apartidos nacionalistas de toda Europa en la misma habitación siempre ha terminado en intensas peleas entre la gente que tiene muchas razones para estar en desacuerdo por razones religiosas o étnicas, o en torno a conflictos fronterizos no resueltos o en las memorias nacionales en conflicto”. Otros analistas señalan que dicha coalición reuniría en el mejor de los casos entre el 4 y el 6.5% de los escaños en el Parlamento Europeo — no lo suficiente para hacer daño real.Puede que las elecciones municipales no sean el maremoto que Le Pen ha esperado. Por falta de candidatos creíbles, ahora se espera que el Frente Nacional participen en sólo 500 de los 36,000 pueblos y ciudades donde las elecciones tendrán lugar en marzo. En los últimos meses, desertores han aparecido en la prensa describiendo nauseabundos comentarios racistas que han escuchado en reuniones exclusivas para miembros. Como resultado, la popularidad de Le Pen, así puede haber tocado su techo.
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Pero la verdadera medida de su éxito puede ser menor en las encuestas que en las mentes de la gente. Respecto a la inmigración y el islam, ella ya ha ganado: de acuerdo a la misma encuesta Cevipof
, el 66% piensa que hay demasiados “extranjeros” en Francia (un aumento del 49% en 2009 ), y el 63% cree que el Islam no es compatible con los valores de la sociedad francesa. El tema se ha convertido tan explosivo que desafiar estos puntos de vista es un suicidio político: tanto en la izquierda como en la derecha, pocos tienen el coraje de oponerse con hechos a la narrativa del Frente Nacional de que los inmigrantes roban puestos de trabajo y beneficios, a pesar de que los estudios muestren que la inmigración en su conjunto aporta un beneficio neto de entre 4,000 y 12,000 millones de euros al presupuesto anual del estado. En otros temas, también, la opinión pública está demostrando ser terreno fértil para los esfuerzos electorales del Frente Nacional. La desconfianza en las instituciones políticas es rampante: solo el 8% tiene confianza en los partidos políticos, el 23% en los medios de comunicación, el 23% en el Parlamento. Al igual que Le Pen, el 85% piensa que Francia está en declive. Y con el 78% de los encuestados respondiendo que la democracia no está funcionando bien en Francia, el desencanto democrático está en su apogeo.

De hecho, el estado de ánimo en Francia se ha convertido bastante tóxico. El otoño pasado, la ministra de Justicia, Christiane Taubira , que es negra fue comparada con un mono en las manifestaciones contra el matrimonio gay; en la portada Minute, un semanario de extrema derecha; y en la página de Facebook de un candidato del Frente Nacional. Luego vino el escándalo de Dieudonné, y Francia descubrió que los mensajes de YouTube antisemitas atraen a cientos de miles de visitas. El 26 de enero, una mezcolanza con sabor a Tea Party, que incluía manifestantes anti-impuestos, fanáticos pro-vida , anti-gays y fanáticos Dieudonné marchó a París en números alarmantes, movilizando a miles de personas coreando consignas como “¡Judios fuera , Francia no es tuya!”. Ello plantea nuevamente la importante pregunta: ¿Quién ha cambiado más en los últimos años, el Frente Nacional o los franceses?

Pregunté a Le Pen si pensaba que había ganado en el frente ideológico . “Oh, sí. Hemos logrado un gran número de victorias ideológicas”, respondió rápidamente. “El problema es con ello no basta: Tenemos que transformarlas en victorias políticas”. Con dos rondas de elecciones en los próximos meses y un clima político pernicioso, ella podría ser capaz de lograr precisamente eso.

Artículo en inglésFoto cortesía by dalbera via flickr