Talento, arte, velocidad, todo eso distingue al FC Barcelona de cualquier otro equipo de fútbol europeo, pero además tiene otra distinción, escriben Jonathan Clegg y Matthew Futterman en el Wall Street Journal: el club ha elevado el arte de fingir faltas a nivel estratégico.
Advierten que, “El comportamiento de sus jugadores puede causar un daño serio y duradero a su reputación”.
Dividen este “teatro” en tres categorías:
“1. El llanto, las quejas y pataletas que se esperarían de un niño”;
“2. Constantes llamados a un Dios justo de que les libre de la persecución de referís infieles”;
“3. La tendencia a reaccionar a cualquier impacto con el equipo contrario, retorciéndose como Desdemona en su lecho de muerte en el acto final de Otelo de Verdi”.
Lo dicen muy en serio y documentan con datos: en 11 juegos de la liga de campeones, en esta temporada, Barcelona ha cometido 127 faltas, o sea 11.6 por juego, mientras que sus rivales le han cometido 165 faltas, 15 por juego. Han tenido 165 tiros libres en 11 partidos.
“Es decir los rivales de Barcelona han cometido casi cuatro faltas adicionales por juego, un desequilibrio que solo se compara con otros 2 entre los 32 del torneo de este año”.
Ejemplo: el caso de la polémica expulsión de Pepe, en el partido hace dos semanas contra Real Madrid. “Con Alves tirado en el suelo quejándose, un replay del video mostró que Pepe escasamente lo tocó. Pero eso no impidió que los jugadores del Barça corrieran donde Stark exigiendo que expulsaran a Pepe, quien fue suspendido”.
El arte del clavado, dice, la inventaron los italianos en los 60 y 70, la perfeccionaron los alemanes en los 90, pero Barça parece estar usándola para llegar a la final de la copa. Aún así, dice, tiene que marcar goles, algo que no ha hecho lo suficiente últimamente y muchos de sus goles han venido al cobrarse faltas.
Foto pantallazo
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