Con dos meses largos para la elección 2020, los resultados no están garantizados y Donald Trump puede sacar un as de su manga y declarse ganador.

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De lo que no queda duda alguna es que el presidente más narcisista de la humanidad, hasta un punto patológico, sigue perdiendo apoyo por donde quiera que mire.

El más reciente es la salida de Kellyanne Conway, quien el domingo en una nota anunció su renuncia. Ella ha sido una fiel portavoz del presidente desde antes de la elección y salía en los medios (en su mayoría Fox News) con regularidad. Es una fiera.

Renunció, según una carta, para dedicarse más a su familia.

La pelea entre los Conway fue durante meses un espectáculo público: Su marido George fundó el Lincoln Project, que reúne republicanos en contra de Trump. Tenía una presencia muy activa — marcada por un genial sentido del humor, y brillantes videos, que ponían furioso a Trump.

Una hija adolescente de los Conway había denunciado a Trump, a su mdre y también a su padre. Alcanzó los titulares y los Conway han decidido ausentarse del público por un rato.

La renuncia de Kellyanne Conway tiene lugar al día siguiente de las declaraciones grabadas que han surgido de la jueza Maryanne Trump Barry, quien llamó a su hermano un falso, mentiroso, incapaz.

El día anterior había caído preso Steve Bannon, arquitecto de la campaña Trump 2016. Fue Bannon quien acuñó el mensaje de que Trump hablaba por la gente olvidada del sistema, que en última instancia le dio los votos necesarios en los precintos necesarios de los estados claves para su victoria minoritaria.

Pero Conway, Trump Barry y Bannon no son los únicos que se ha marchado de la campaña. Hay muchos más.

Informa CNN: Un alto funcionario (retirado) del Departamento de Seguridad Nacional lo consideró un peligro para el país. Un amigo prominente con un horario de máxima audiencia en Fox News lo ha llamado “loco”, según un nuevo libro sobre la cadena.

John Bolton, antiguo asesor de seguridad nacional escribió en su propio libro que le importan poco los derechos humanos. James Mattis, exjefe del Pentágono y ministro de defensa, lo llamó “el primer presidente en mi vida que no intenta unir al pueblo estadounidense”.

Esos sentimientos fueron respaldados por un exjefe de gabinete. Un exsecretario de Estado lo declaró “indisciplinado”. Otro ex asesor de seguridad nacional calificó sus intentos de solicitar ayuda extranjera en las elecciones como inaceptables. Un asesor de Seguridad Nacional ha calificado algunas de sus acciones como “profundamente inquietantes”. Un jefe de comunicaciones de corta duración ha cuestionado su estado mental. Un ex asistente y concursante de un reality show lo llamó racista.

La larguísima lista personas que conocen y han trabajado junto al presidente Donald Trump, pero que ahora cuestionan su capacidad para el cargo, parece en constante expansión .

Para un presidente que valora la lealtad por encima de casi cualquier otro atributo, pero que no es necesariamente conocido por reciprocar, las deserciones de funcionarios y confidentes que lo conocían bien son un golpe no solo político sino personal.

Funcionarios de la campaña y de la administración dicen que mediante la convención persiguen el objetivo de presentar un retrato de Trump como un trabajador incansable por el pueblo estadounidense, con la esperanza de negar la acusación que hicieron los demócratas en su propio evento de que ignoró la pandemia de coronavirus y, en general, no es apto ni está interesado en ser presidente.

Sin embargo ha jugado más golf que cualquier otro presidente.

Muchos que ha trabajado con Trump, o que lo han conocido de toda su vida, lo presentan como alguien frío e incompetente.

Entre ellos se incluye Miles Taylor, un designado político que sirvió en el Departamento de Seguridad Nacional de 2017 a 2019 y la semana pasada anunció que estaba apoyando al rival de Trump, Joe Biden. Al hacer su anuncio, Taylor recordó experiencias preocupantes con el presidente durante su mandato, incluida la acusación de Trump de usar repetidamente su cargo para obtener beneficios políticos y de demostrar crueldad, como cuando Taylor dijo que Trump parecía respaldar el uso de gases lacrimógenos contra migrantes a lo largo de Estados Unidos -Frontera con Mexico.

El propio Trump denuncia a quienes lo atacan. Respecto a las palabras de su hermana, escribió, “a quién le importa”.

En realidad, a veces parece que todos los días otro amigo o miembro del personal se está volviendo contra Trump, a menudo de manera dramática y en muchos casos junto con la venta de su nuevo libro. (El más reciente, una memoria de una amiga de la primera dama, donde presuntamente denuncia a la familia Trump, y que se publicará pronto).

¿Libros? Cada semana uno nuevo. Pronto saldrá el de Michael Cohen, “Disloyal, a memory”. Cohen, quien fue abogado personal de Trump por más una década, dice que documentará sesiones de prostitutas y el llamado “Golden Shower”.

Trump siempre ha exigido de los integrantes de su equipo que firmen acuerdos de confidencialidad, pero cada cual ha encontrado la manera de evadirlo.

Es poco probable que Kellyanne Conway se pronuncie en contra del presidente. Es seguro que por cada asesor que se marcha, hay una cola dispuesta a llenarlo de elogios.

Ha llegado el ocaso para un falso profeta.