Fresas con cremaPor Hernán Escobedo David — Carolina, quien era una niña hace unos 45 años, decía que a ella le gustaban las fresas con crema pero sin fresas. Esta expresión (como tantas otras que usan los niños y que resultan divertidas para los adultos) causa hilaridad porque es una forma extraña de referirse a la crema batida con azúcar.

Juan Manuel, hoy, nos dice que a él le gusta la iglesia católica pero sin papa. Una extraña forma de referirse a las ONG caritativas que no se opongan a la distribución de condones.

La intención de esta nota polémica no es defender al papa actual y mucho menos al anterior. En realidad lo que quiero defender es el buen uso de las palabras. Juan Manuel debe recordar que en las clases de religión cuentan que el primer papa fue San Pedro: “Eres Piedra y sobre esta piedra construiré mi Iglesia”. Imposible que lo haya olvidado. Querer una iglesia sin papa no es pues un olvido sino una forma laxa de usar las palabras “iglesia” y “papa”. En efecto, Iglesia Católica sin papa es lo mismo que edificio sin cimientos, es decir, nada; pura palabrería.

Lo que me impulsa hacia esta controversia es que este tipo de palabrería abunda hoy por muchas partes. Un ejemplo es la forma como muchas personas usan hoy la palabra “familia”. Hasta hace unos treinta o cuarenta años en todos los colegios de Colombia, en las primeras clases de ciencias sociales se enseñaba que el núcleo de la sociedad era la familia y que ésta estaba compuesta por un padre, una madre y sus hijos. A mediados de los años 80, un colega hizo para el Ministerio de Educación Nacional un estudio con el que se quería establecer si eso que se les enseñaba a los niños acerca de la familia correspondía con la experiencia personal de cada uno de ellos.

Resultó, según este estudio, que además de la que se mencionaba en las clases de sociales, “había otros 17 tipos de familia”. Resultó, además que, en esa época, las familias clásicas como la que, según los libros, era el núcleo de la sociedad, representaban menos de 50%. Hoy sabemos que este porcentaje puede ser mucho más bajo. Ejemplos de “familias no clásicas” son una madre con sus hijos, un padre con sus hijos, una madre con su madre (o abuela) y sus hijos, una abuela con sus nietos…

Este estudio originó muchas reflexiones valiosas: ¿Qué puede sentir un pequeño estudiante que no tiene una familia clásica cuando lee en su libro que la familia está formada por padre, madre e hijos? ¿Si en la mayoría de los casos un estudiante no vive con su papá, o su mamá o sus hermanos y la sociedad existe todavía, qué sentido tiene decir que la familia es el núcleo de la sociedad?

No sobra recordar que muchos colegios católicos no admitían estudiantes que no tuvieran una familia clásica. Si hoy persistieran en esa actitud necia no serían rentables pues su matrícula sería la mitad o un tercio de la que tienen.

Estas reflexiones totalmente legítimas y varios cambios obligados como el citado en el párrafo anterior, llevaron poco a poco a una posición bastante equivocada, desorientada, pero, al parecer, políticamente muy correcta: decir que todo vale, que familia puede ser cualquier cosa. Analicemos, por ejemplo, la siguiente definición de Eduardo Umaña Luna que encontré citada en un libro titulado “Entre la memoria y el olvido – Voces de madres” publicado por Acción Social de la Presidencia de la República en 2010. Dice que por familia se entiende “un grupo humano compuesto por personas de distintas edades y sexos, entre los cuales al menos dos de los adultos mantienen relaciones sexuales; poseen residencia común y un fin determinado de cooperación económica.” Tanto el título del libro como su cita los he transcrito de manera exacta, sin quitar ni poner absolutamente nada.

En mis clases de lógica de las ciencias usaba el recurso didáctico de comparar a las definiciones con los porteros de los clubes o discotecas que se reservan el derecho de admisión. La definición, al igual que el portero, decide quién entra dentro del concepto y quién no entra. Analicemos las decisiones que hay que tomar obedeciéndole a la definición de Umaña Luna.

  • Una familia clásica deja de ser familia cuando, por problemas circulatorios severos, el padre presenta una disfunción eréctil que le impide tener relaciones sexuales con la madre de esa familia.
  • Lo mismo sucede si el señor o la señora deciden no tener más relaciones porque las tienen con la vecina o el vecino, respectivamente.
  • Otro caso diferente, pero también excluido, se obtiene si se retoma la misma proposición anterior sin el “respectivamente”.
  • Dos hermanos gemelos dejan de ser familia si sus padres mueren en un accidente aéreo, pero volverán a serlo si, con el fin de ahorrar dinero, le arriendan un cuarto de la casa que les dejaron sus padres a una pareja adulta, de edades diferentes a la de ellos (pueden ser menores), que tengan relaciones sexuales.
  • Desde luego un padre viudo con sus dos hijos no es una familia ni tampoco lo es una madre viuda con su hija única póstuma.
  • Una pareja y sus hijos dejan de ser familia en el momento en el que éstos últimos dejan de vivir bajo el mismo techo de sus padres porque se han ido a estudiar o se han casado.

Uno puede divertirse largas horas encontrando ejemplos de conjuntos de personas que no pueden ser consideradas como familia según la definición citada, pero que en realidad sabemos que lo son, y ejemplos de personas que en realidad no son familia pero que según esta definición toca aceptar que lo son.

En un proyecto (en el que se trata de ayudar a adultos entre 18 y 35 años para que cursen y aprueben, al menos, el noveno grado y estudien una carrera técnica en el Sena) en el que estoy participando actualmente, nos interesa responder la pregunta ¿qué factores se pueden asociar con el hecho de que una persona se haya retirado del colegio y no haya obtenido su título de bachiller?

Este estudio y otros datos permiten defender la hipótesis de que las malas relaciones en las familias clásicas o en las de tipo Umaña Luna son las responsables de muchos casos de deserción escolar. Ahora, si bien las familias clásicas con buenas relaciones son escasas, no he encontrado en el estudio al que me he referido ni en otros, familias no clásicas con buenas relaciones. Por el contrario, estas “familias” tienden a ser altamente inestables y conflictivas, con relaciones dominadas por odios y rencores, por envidias y rivalidades, todo lo cual las hace altamente nocivas para cada uno de sus miembros.

Ahora sí al grano: desde mediados del siglo pasado las familias han venido enfrentando problemas hasta el momento poco estudiados que han determinado un número creciente de separaciones, de familias rotas.

La reacción (en mi opinión totalmente errónea y desorientada) ha sido la de decir “no pasa nada”; el asunto es que no podemos seguir concibiendo la familia de una manera anticuada. Ahora la familia puede ser sin papá, sin mamá o sin hijos. También puede ser con papá y mamá de sexo masculino, o papá y mamá de sexo femenino. Para evitar el aleteo de quienes defienden el pensamiento políticamente correcto: la familia puede ser con papá y mamá que tienen una morfología masculina o con papá y mamá que tienen una morfología femenina.

Puesto que los problemas no se resuelven cambiando las palabras que utilizamos para referirnos a ellos, puesto que las diferencias no se borran utilizando un solo término de manera indistinta y confusa, creo que es mucho mejor decirle fresas a las fresas, crema batida con azúcar a la crema que le gustaba a Carolina y a las fresas con crema, pues fresas con crema.

Foto cortesía de cali4beach via flickr