Al aproximarse el quinto aniversario de que reventara la crisis fiscal del 2008 en EUA, con repercusiones globales y que ha resultado en decenas de millones de empleos perdidos y la tragedia social y personal que ello trae, solo un banquero hay sido juzgado y condenado por violar toda una serie de leyes.
Y, como indica Jesse Eissinger en una extensa nota en el New York Times, Karen Serageldin no es uno de los grandes. Why Only One Top Banker Went To Jail for the Financial Crisis pinta un panorama de un Departamento de Justicia que no posee las orientación, las herramientas, el conocimiento legal y, por ende, la disposición para llevar a la justicia a los capos de Wall Stree.
Apartes de la nota.
La historia financiera estadounidense generalmente se ha desarrollado como una serie de auges seguidos de caídas seguidas por jucios criminales. Después de la crisis de 1929, las Vistas Pecora potenciaron la indignación pública, y el presidente de la Bolsa de Valores de New York terminó en la cárcel. Después de los escándalos de las cajas de ahorro y préstamo de la década del 1980, 1100 personas fueron procesadas, incluyendo altos ejecutivos de muchos de los bancos más grande que quebraron. En los años 90 y a principios de la década del 2000, cuando al romperse la burbuja del Nasdaq se revelaron escándalos de contabilidad corporativa generalizada , altos capos de WorldCom, Enron, Qwest y Tyco, entre otros, fueron a la cárcel.
La crisis de crédito del 2008 fue muy superior a las anteriores y era solo de esperar que le seguiría una ronda similar de juicios. En 2009, el gobierno de Obama nombró a Lanny Breuer para encabezar la división criminal del Departamento de Justicia. Breuer se centró rápidamente en la profesionalización de la operación, introduciendo el rigor de una empresa tan prestigiosa como Covington & Burling, donde había pasado gran parte de su carrera. Breuer reclutó abogados de élite de las empresas corporativas y él mismo pidió en repetidas ocasiones al “Equipo Breu”, como se les conocería más tarde, que había que “llevarlo al siguiente nivel”.
Pero la represión nunca tuvo lugar. Durante el año pasado, he entrevistado a los intermediarios de Wall Street, ejecutivos bancarios, abogados defensores y decenas de fiscales actuales y anteriores para entender por qué la mayor catástrofe económica causada por el hombre desde la Depresión resultó en el encarcelamiento de un banquero de inversión — uno que se encontraba a varios peldaños por debajo de las cúplas de poder corporativo en una institución financiera de segundo nivel. Muchos asumen que las autoridades federales simplemente carecían de las agallas para perseguir a los poderosos banqueros de Wall Street, pero ello oculta una dinámica mucho más compleja. Durante la última década, el Departamento de Justicia sufrió una serie de derrotas en jucios corporativos, lo que dio lugar a cambios fundamentales en la forma en que abordó los delitos de cuello blanco. El departamento comenzó a centrarse en buscar arreglos en lugar de perseguir penas de prisión, con el resultado involuntario de impedir que sus cuadros ganaran la experiencia necesaria para derrotar a lo bufetes de abogados más formidables. En el momento en que Serageldin cometió su crimen, las directivas del Departamento de Justicia, así como las de las oficinas de los fiscales generales de EUA, buscaban atenuar el énfasis en casos financieros complicados — incluso descuidar indicios que sugerían que los ejecutivos de Lehman sabían más de lo que estaban admitiendo sobre el problema de liquidez de su banco. A mediados de los años 90, los juicios por crímenes de cuello blanco representaron un promedio del 17.6 por ciento de todos los casos federales. En los tres años que terminaron en 2012, el porcentaje fue del 9,4 por ciento.