“Contemplo con soberana reverencia el acto del pueblo americano en su conjunto que declaró que su legislatura ‘no hará ley alguna con respecto a la adopción de una religión o prohibiendo el libre ejercicio de dichas actividades,’ erigiendo de esta manera una barrera que separe la Iglesia y el Estado”, estas palabras de Thomas Jefferson patriota, precursor, presidente, y uno de los padres de la nación americana deberían servir como marco al debate si Barack Obama es o no musulmán.

Diversas encuestas de opinión indican que un creciente número de personas en el país, en su gran mayoría partidarios del movimiento de base conocido como el Tea Party creen que el presidente Obama es musulmán. Esto tiene todo tipo de implicaciones políticas que pueden perjudicar al presidente.

Pero se basa en una premisa: que ser musulmán va en contra de los principios básicos los EUA.

El debate sigue. Por un lado, los auto denominados medios “conservadores” siguen divulgando los rumores, los cuales cruzan el mundo con la velocidad del internet. La Casa Blanca, por su parte, asegurar que el presidente es cristiano. Pero hasta el momento nadie ha dicho algo que debe decirse: en una nación en donde el estado y la religión están constitucionalmente eparados, la religión presidencial –musulmán, cristiano, judío, budista, pagano, o ateo– no debería tener nada que ver. Absolutamente nada.

Y es hora que alguien lo diga claramente y sin rodeos, “Y si fuera musulmán, ¿qué?”