FirmarEsta columna ha sido crítica, en muchas ocasiones, de la forma en que se ha desarrollado el proceso de negociaciones de La Habana. La preocupación fundamental radica en que a veces parecería que preocupa más firmar que lograr la paz. Tiene uno esa impresión cuando por ejemplo se apresuraron a llevar al presidente y a Timochenko a que firmaran un acuerdo que no estaba acordado.

Ese acuerdo, ya acordado fue presentado el jueves. Esta versión parece que es la que es.

Juan_Manuel_UrrutiaNo caeré en la trampa de los extremos. No es posible que el acuerdo sea perfecto. Tampoco es aceptable que cualquier vacío o área gris se pueda o deba interpretar desde lo más negativo.

Seamos sinceros, lo firmado es un enorme avance, pero no significa que el 23 de marzo el país va a amanecer en paz.

Tampoco significa que el 23 de marzo, saldrán a pasearse por el país y a hacer proselitismo armado aquellos guerrilleros de las FARC que tienen que explicar crímenes de lesa humanidad.

Ni tanto que queme el santo, ni tan poco que no lo alumbre, decían las abuelas.

Cuando comenzaron los diálogos, relataba el ministro de Defensa, que hizo parte del equipo negociador en ese entonces, se creía que el tema de las victimas sería muy difícil, por no imposible de abordar.

Fundamentalmente las FARC tenían una posición radical, ni aceptaban ser juzgados por el Estado colombiano ni estaban dispuestos a pagar ni un día de cárcel o restricción a la libertad.

Al otro lado estaba, y sigue estando la derecha colombiana que básicamente no acepta el concepto de justicia transicional. Para ellos cualquier cosa diferente al sometimiento total llevaría a la impunidad de los narco-terroristas.

Así empezamos.

Hay que reconocer que, con paciencia y tesón, los negociadores y el Presidente Santos lograron convencer a los representantes de las FARC que tenían que cambiar su posición extrema.

Al firmar el acuerdo sobre el tema de las víctimas que incluye el componente de Justicia en el marco de la justicia transicional, las FARC han aceptado que habrá verdad, que serán juzgados por un tribunal especial del Estado colombiano y que habrá castigo con restricción de la libertad. Han acordado que habrá reparación.

Hay que reconocer también que el Gobierno ha tenido menos éxito con el Centro Democrático y con la Derecha. Tanto el ex presidente Uribe como el procurador se han apresurado a denunciar el acuerdo firmado ayer como un acuerdo de impunidad. No se han movido un milímetro de sus posiciones contrarias al proceso desde septiembre de 2012.

Y uno, como mucha gente, en la mitad. Confundido.

A mi hay cosas que me dan esperanza y otras que me revuelven el intestino.

Alcancé a ver a Desmond Tutu llorando mientras escuchaba los relatos de los agentes del Apartheid en la comisión de la verdad en Suráfrica. Viví la paz surafricana, con sus defectos. Creo que no hay otro camino que el de la justicia transicional.

Pero creo que ese camino debe ser transitado con prudencia. De poco o nada sirve rasgarse las vestiduras desde hipótesis extremas, como lo hacen el senador Uribe y el procurador.

Hay delitos de lesa humanidad que no pueden considerados como delitos conexos al de rebelión. Desde 1998 vengo diciendo que el reclutamiento de menores de edad, sin la palabrita esa de forzoso, es un delito de lesa humanidad. Los reclutadores de menores de edad deben ir a la cárcel. La verdad ya la dijeron los miles de niños y niñas y también de adultos reclutados cuando eran menores de edad, que se han desmovilizado.

No me gusta que se le empiece a decir retención al secuestro. Secuestro es secuestro.

Entonces cuando me dicen que se expedirá una ley para determinar cuáles son los delitos conexos con el de rebelión me da terror. Sólo pensar en el congreso enmermelado legislando sobre este tema me produce erisipela. Me brota pensar en la posibilidad de tener que escuchar al poeta Roy Barreras explicando por qué el reclutamiento de menores de edad es un delito conexo con el de rebelión.

Una vez firmado el acuerdo final, lo que es muy posible que se haga dentro del plazo anunciado que vence el 25 de marzo, vendrá la celebración del plebiscito que ya he criticado.

Imagino el siguiente escenario. La pregunta será algo así como

¿Aprueba Usted en su totalidad los acuerdos firmados entre el Estado Colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarías de Colombia, Ejército del Pueblo?

SI NO

Y la campaña el Gobierno escueta:
Si quiere la Paz vote SI
Si quiere que sigamos en guerra vote No

Y chau.

Como de un plumipupitrazo eliminaron la opción de la abstención como mecanismo de oposición, nos van a hacer aprobar lo que quieran.

U sea que si voto SI estoy aceptando que los reclutadores de niños y niñas pasen unos mesecitos en una finquita pagando su delitico conexo con el de rebelión.

Lo malo es que según el Presidente y el poeta Roy, si voto NO, estoy creando las condiciones para que esos u otros facinerosos sigan reclutando menores de edad porque si no se aprueba el plebiscito seguiremos en guerra.

Quite a pickle dirían los británicos.