Juan Manuel SantosHe recibido una que otra increpación por el mote del “man del pájaro en la solapa”. Procedo a explicar, yo no justifico mis acciones ni mis escritos, esos se tienen que justificar solitos.

Juan_Manuel_UrrutiaEn 2012 el Presidente Santos, de forma valiente y admirable decidió que era hora de sentarse a dialogar con las FARC para tratar de llegar a un acuerdo de desmovilización y de cesación definitiva de las hostilidades entre ese movimiento guerrillero y el Estado Colombiano.

Cumplía el deber constitucional, que otros trataron con menos éxito, de lograr la Paz para Colombia.

En su momento defendía con vehemencia el proceso. Me parecía admirable.

El líder del equipo negociador de las FARC, se despachó en Oslo, con un discurso agresivo y muy poco conciliador.

Seguí defendiendo el proceso y entendí ese discurso como una posición de negociación y no como una posición innegociable.

Los diálogos se comenzaron a extender. Los seguí defendiendo y tratando de entender y de explicar que una negociación de esas puede ser mucho más compleja que lo que se pueda prever en sus inicios.

He seguido de cerca todos y cada uno de los acuerdos anunciados sobre los diferentes puntos.

Sigo creyendo que un acuerdo con las FARC es importante para iniciar el camino de construcción de la Paz.

¿Entonces que es la joda? Dirá Usted querido lector.

Resulta y pasa, como dice el lechero que le compra la leche a mi esposa, que en 2014 el Presidente resolvió que iba a convertir a la pobre palomita en el logo de su campaña reeleccionista.

Politizó los diálogos y resolvió apropiarse de la Paz, que es de todos.

Se colocó la paloma en la solapa y convirtió el acuerdo con las FARC en la PAZ, así con mayúsculas.

Los críticos del proceso de Paz se volvieron enemigos de la Paz. Hizo alianzas no muy santas con todo aquel político que dijera apoyo la Paz o sea que ensalsara los acuerdos, así se salvó el peor alcalde que ha tenido Bogotá en su historia y así terminó de ministra de trabajo la testigo de excepción del peor asalto que se haya cometido en la historia a las arcas de ciudad alguna.

Firmar a toda costa y a cualquier precio se convirtió en una necesidad imperiosa pues todo el capital político del Presidente quedó hipotecado a la palomita blanca de la solapa. Los notarios ante quienes se registró la escritura de la hipoteca son los “negociadores de las FARC” a quien yo he llamado los vacacionistas de La Habana.

Con un congreso sometido, el Presidente ha forzado la legislación para “blindar” sus acuerdos y tiene razón.

Los acuerdos son posiblemente buenos. Discrepo de las extremas y mal intencionadas críticas de la oposición. Creo que el cese bilateral y definitivo de las hostilidades, la dejación de las armas y la reincorporación de los guerrilleros a la vida civil son un avance definitivo para la construcción de la Paz. Para llegar a ese punto es necesario hacer concesiones.

¿Se han hecho demasiadas? No sé.

Lo malo de los acuerdos no es su contenido, ni siquiera las concesiones. Lo malo es que los están blindando y los están incorporando a la Constitución sin que los colombianos sepamos qué es lo que se acordó.

Hasta ahora NADA ESTÁ ACORDADO puesto que no todo está acordado y así quedó acordado (redundancia intencional) desde el comienzo.

O sea que están blindando y nos van a pedir que votemos en un plebiscito por unos borradores de acuerdos que no conocemos.

Mientras eso sucede el país se descuaderna.

Los niños y niñas no tienen alimentación escolar porque la ministra anda ocupada organizando campos de verano. Presentaron un proyecto de ley que parece estar durmiendo el sueño de los justos en el congreso.

El Catatumbo es un polvorín, allá secuestran periodistas y el presidente lo niega.

La inseguridad en las ciudades va en aumento y la criminalidad extrema, casas de pique, explotación sexual de niñas y niños, micro-tráfico y toda clase de modalidades de extorción se propagan como pólvora encendida.

Indígenas y “campesinos” tienen el sur del país paralizado y desabastecido.

Los transportadores en paro amenazan con bloquear las vías que lo indígenas y los campesinos no han bloqueado.

La famosa aceleración de las obras de infraestructura, las vías de cuarta generación, que se iban a financiar con el producto de la venta de ISAGEN parecen estar paralizadas. ¿y la platica?

Se viene una temporada de lluvias que podría ser parecida a la de 2010-2011, causada de nuevo por el fenómeno de la niña, y todo parece indicar que, pese al Fondo de Adaptación, no estaremos preparados.

La corrupción sigue desbocada.

Los colombianos sentimos que no hay gobierno.

Las encuestas no pueden ser más contundentes, más del 60% de los colombianos apoyan el proceso de paz y votarían si, a ojo cerrado, en el famoso plebiscito y sin embargo menos del 25% apoyan la gestión del Presidente.

Pero él se pasea con la paloma en la solapa o la camisa de jugador de bolos llena de logos, afirmando que cuando firme los acuerdos llegaremos a Camelot, las Bacrim, lo elenos, y todos los criminales de diversos pelambres se someterán, llegará la inversión extranjera, habrá empleo.

La tarea esencial es construir la paz. Colombia está abocada a una reflexión profunda y dolorosa para superar el conflicto. No basta con las buenas intenciones y los viajes del Alto Consejero para el Posconflicto.

La polarización generada por la politización de La Paz, la actitud pendenciera y revanchista de Alvaro Uribe y de sus seguidores y el falso optimismo del Presidente y de sus áulicos nos alejan de la tarea esencial.

Es hora de que los hombres que han gobernado a Colombia en los últimos 14 años dejen de lado odios y rencores y comiencen a construir la paz. Porque señores la Paz Empieza por Casa.