Juan-Manuel-26-300x270Al kebab, a la brocheta, al pincho, se les dice Chuzos en algunas regiones de Colombia.

Los chuzos son muy sabrosos.  Los hay de carne, los hay de pollo, los hay mistos, con cebolla, pimentón, tómate.  Y hay otros chuzos.

En el lenguaje cachaco el chuzo es un restaurante de regular presentación, comida y servicio.  “No voy a ese sitio, es un chuzo”, decimos con frecuencia.

Chuzar es el acto de enterrar objeto picudo o punzante en las carnes de otro ser.

Pero chuzar es también introducir algún método de escucha o monitoreo con el fin d conocer el contenido de las conversaciones de voz o texto y las transmisiones de datos de personas de las que los Estados sospechan que pueden significar algún nivel de riesgo para el Estado chuzador.

Generalmente los sitios desde donde se hacen esas  escuchas, sobre todo cuando son operaciones encubiertas o a cubierta, que es el eufemismo que usan las Fuerzas Armadas en Colombia, son unos chuzos.

Y lo que sale de esos chuzos: las chuzadas son cada vez menos sabrosas y sobre todo menos aceptables.

Mientras esto escribo estoy oyendo una entrevista de mi emisora favorita Blu Radio en la que fundamentalmente el señor Comandante del Ejército Nacional de la República de Colombia emula y supera a Cantinflas al tratar de explicar que era lo que pasaba en el chuzo desde donde chuzaban supuestamente a los negociadores de paz y quién sabe a cuántos políticos.

Lleva el pobre tipo media hora explicando que sí, pero que no.

Que tal vez que de pronto pero que solo lo legal, que lo ilegal, no eso no.

Explica que tan solo se enteró el 4 de febrero que la Fiscalía les había allanado, el 28 de enero el chuzo chuzadero.

Si yo fuera el pobre general colgaría el teléfono luego de hacer un ruido algo así como grshshshshshhs huy carajo se perdió la señal. Y parece que eso hizo porque ya lo tenían los periodistas más ensartado que una cebolla en un kebab.

Hay un señor refugiado en Rusia, Edward Snowden, porque le contó al mundo como era que las agencias de inteligencia norteamericanas chuzaban desde los ciudadanos del común hasta a los jefes de Estado amigos, como la señora Ángela Merckel.

El presidente Obama lleva meses tratando de explicar y aclarar.

Y es que esa chuzadera por legal que les pareciera a los que chuzaban tuvo muy mala cara.

Peor es el caso del diario inglés News of the World, el más amarillo de los amarillos que tuvo que cerrar sumido en un escándalo de enormes proporciones porque se descubrió que andaba chuzando a todo mundo.

Ahí están las diferencias.

Los Estados chuzan legítimamente, en principio.

Los operadores de las agencias de inteligencia se extralimitan en su celo y conducen operaciones ilegitimas como chuzar a los jefes de Estado amigos y totalmente ilegales como chuzar la sala plena de la Corte Suprema de Justicia.

Nadie que se respete en el mundo de la inteligencia y de la contra inteligencia, es decir del espionaje y del contra espionaje, negará la importancia del chuzo.  Es tan vital para esas agencias como lo son los kebabs del barrio latino en París para  la supervivencia de los estudiantes quebrados y para la nutrición de los backpackers que visitan la  ciudad luz.

Pero nadie acepta que individuos u organizaciones para estatales o privadas conduzcan ese tipo de operaciones de inteligencia.

El kebab privado no es de buen recibo, es ilegal y se digiere con mucha dificultad.

Para los intelectuales mamertos la noticia de una chuzada es una más en la larga lista de las violaciones de los derechos de los ciudadanos por parte del  Estado, a menos que el chuzador sea un régimen de sus gustos y entonces las chuzadas se hacen en defensa de la revolución.

Con la noticia divulgada en la madrugada de antier por Semana.com a la que todos los medios han hecho caja de resonancia desde el momento mismo de su publicación, se ha visto un maravilloso espectáculo de rasgamiento de vestiduras.

Hasta el propio Presidente se despachó y, como lo hace con frecuencia hoy en día con cuanto episodio o comentario contrario a sus deseos reeleccionistas, no se tardó en calificar estas nuevas chuzadas de “obscuros intereses de los enemigos de la paz”.

En Presidente, como en sus mejores tiempos, reculó.

Los cocineros del chuzo ya no son obscuros enemigos de la paz, sino un grupo de miembros de las fuerzas armadas luchando contra el terrorismo.

Como a mí con el cuento de las pruebas PISA le tocó sentarse a bordar para reparar las rasgadas vestiduras.

Punto cadeneta punto señor Presidente.

Dios nos ampare y nos favorezca.

Las nuevas chuzadas han puesto en tela de juicio a la cúpula de la inteligencia militar.

Ya fueron descabezados dos generales, lo que disgustó mucho al candidato Uribe, quien en su momento defendió a capa y espada, con escapada y exilio mentiroso en Panamá a su chuzadores.

Especulaciones van y vienen.

Que si sabían, que si no sabían.

Que si contaron, que si no contaron.

Que a quien le pasaban la información.

Todo eso se irá sabiendo y será bocado de cardenal para los medios y para los intelectuales y columnistas.

Unos denunciarán, unos explicarán, unos chivos expiatorios caerán.

Lo que queda claro es que con el avance de la tecnología las chuzadas, como los kebabs, serán cada vez más frecuentes, y más fáciles de hacer.

Lo que queda claro es que los “chuzables”, por su misma dependencia de la tecnología, sus contantes comunicaciones por teléfonos inteligentes desde donde se reportan por la vía del correo electrónico, o de los chats y mensajerías instantáneas, son cada vez más vulnerables a que los chucen y los cocinen, con cebollita y pimentón.

Lo que es obscuro, muy obscuro, es que los consumidores de chuzos son cada vez más.

La demanda ha aumentado, y que por ende desde un sinnúmero de chuzos, expertos chuzadores de las más diversas calañas operan servicios que van desde los muy legales hasta los muy ilegales.

A la sociedad “moderna” se le está haciendo tarde para enfrentar y regular estos asuntos y evitar los desbordamientos que van resultando de la impresionante velocidad con que se desarrolla la tecnología.

Kebab