Juan-Manuel-2He sido un decidido y optimista defensor del proceso de paz.

Creo desde lo más profundo de mí ser que poner fin al conflicto es inaplazable.

No he visto evidencia que me permita creer que el sometimiento propuesto por Álvaro Uribe sea posible, si él no pudo someter a las FARC ¿quién podría?

El discurso de Iván Márquez en Oslo hace ya casi un año era desalentador. Mamerto y pendenciero, mostraba una actitud cínica. Yo me hacía la ilusión que eso era estrategia de negociación.

Pero cuando el tono no cambia se va perdiendo la ilusión.

No me gusta la forma en que unas negociaciones que iban a ser discretas, casi que secretas, se han ido convirtiendo en una telenovela de mal gusto.

El reparto incluye en el papel protagónico a los negociadores de las FARC que día de por medio le anuncian al país cuáles son sus descabelladas pretensiones en una clara violación de los acuerdos iniciales que planteaban que no se iba a discutir sino lo que estaba en la agenda y que la negociación sería “secreta” ya que nada estaba acordado hasta que todo estuviera acordado.

El papel antagónico lo ha ido asumiendo el Presidente Santos que día de por medio le responde a las estupideces de las FARC, tratando d recordarles de qué se trata el proceso.

Como en una tragedia griega clásica el papel del coro lo han asumido, por una parte el Puro Cuento Democrático a punta de vallas de Pachito, de sandeces de Paloma de la guerra  Valencia y de twitts de mister president; y por otra parte los políticos y oportunistas de turno que al vaivén de las olas critican o apoyan.

En el papel secundario más importante aparece el vocero del equipo negociador del Gobierno, un mesurado Humberto de la Calle que con sus menos frecuentes intervenciones nos hace creer que el proceso sigue siendo serio.

El reparto lo completan un poco de guerrilleros y guerrilleras gorditos y sonrientes, a quienes se les nota que hace años no han estado en el “monte” y que siempre tratan con muy poco éxito de poner cara de inteligentes cuando se paran detrás de los descabellados jefes que se turnan para recordarle al país el cinismo del “ejército del pueblo”.

Los demás miembros del equipo negociador del Gobierno apenas asoman la cabeza.

No me gusta le fondo porque el protagonista y el antagonista en lugar de pelearse por seducir y por conquistar la paz se han dedicado a tratar de seducir a una desencantada opinión pública.

Las FARC creen que a alguien, que no sea Piedad Córdoba, seducen proponiendo aplazamientos de elecciones, asambleas constituyentes y anunciando que ni le van a pedir perdón a nadie ni van a entregar las armas. Para matizar su cinismo, siguen asesinando civiles, con especial saña en contra de mujeres y niños, en atentados terroristas de la peor calaña.

El Presidente por su parte cree que recupera su decaída imagen, subiendo el tono y la frecuencia de sus intervenciones en cuanto foro participa.

La verdad es que desde que se anunció un acuerdo sobre el tema agrario, que parece ser un acuerdo sobre lo que no se está de acuerdo, lo único que hemos visto los colombianos son desatinadas salidas de las FARC y constantes “regaños” del Presidente.

Hoy en una entrevista publicada por El Espectador, Catatumbo expone las más ridículas y soberbias razones por las cuales ellos creen que no tiene porqué entregar las armas.

Me asusta que cuando se está tratando el tema crucial de la participación en política, que es la vía para el retorno de los líderes de la guerrilla a la vida civil, los cabecillas de las FARC muestren una actitud cada vez más cínica y más agresiva en sus innecesarias pero muy frecuentes declaraciones a los medios.

Y me asusta que el Gobierno no haya logrado poner en cintura los afanes mediáticos de Catatumbo y sus compinches y se sienta obligado a participar del contrapunteo.

Yo  esperaba un proceso de paz diferente. Este se me está pareciendo cada vez más a los fallidos intentos del pasado.

No quiero perder la esperanza pero me la están poniendo muy difícil