En medio de una pandemia que ha cobrado un desproporcionado saldo humano con más de 200,000 muertos, millones de damnificados por una economía que sigue sin recuperarse después de que cerrara el país en marzo, con millones que se han movilizado movilizaciones masivas contra brutales asesinatos por las fuerzas del orden de ciudadanos negros, EUA  participará en el último día de una elección presidencial que ha sido de todo menos ordenada. 

Donald J. Trump, el hombre que sorprendió las encuestas en 2016 para llegar a La Casa Blanca, ha sobrevivido varias investigaciones, escándalos, denuncias legales e incluso el juicio conocido como impeachment. Enfrenta acusaciones de agresión sexual, y un complicado caso por presunto fraude fiscal y lavado de dinero. Llega al fin de su campaña rezagado en las encuestas con muy bajas posibilidades de ganar su reelección: alrededor del 10%.

El presidente ha movilizado huestes de sus partidarios, armados que han intentando intimidar al público, prometiendo actos de violencia hasta el punto que muchas ciudades han optado por cerrar vitrinas.

Abogados del presidente también están presentando demandas a diestra y siniestra para anular votos.

El mismo Trump ha dicho en múltiples ocasiones que si pierde es debido al fraude,

Joe Biden, un político que lleva casi medio siglo en la capital, décadas como senador y vice presidente de Barack Obama, es ampliamente considerado el favorito. De estar correctas las encuestas, ganaría é,l y su partido Demócrata también podría aumentar su ventaja en la Cámara de Representantes e incluso tomar mayoría del Senado.

Pesan como una espada de Damocles, sin embargo, los resultados de 2016, cuando el mismo día de la elección Hillary Clinton era considerada favorita. Fuera de cuatro años de Trump, hay enormes diferencias entre las campañas, siendo la más importante las márgenes de Clinton en estados claves como Michigan y Wisconsin, que eran mucho más débiles para ella de los que tiene Bide hoy día. Encuestadores demócratas han comenzado a discutir la posibilidad de ganar, además, baluartes  republicanos por años como Arizona, Georgia o incluso Texas. 

No obstante lo anterior, hasta el último momento Donald Trump siguió haciendo campaña como si estuviera ganando. Básicamente dijo que la pandemia está controlada. Y prometió reconstruir lo que él llamó la mejor economía de la historia de EUA.

Desde que se recuperó del Covid-19, Trump ha optado por dedicar sus últimos esfuerzos a su base, con una serie de mítines en estados claves, ante miles de personas, que lo ven de manera cuasi religiosa. Es Trump en su elemento, inventando, exagerando, mintiendo, atacando a sus adversarios y enemigos reales e imaginarios — incluso bailó ante el clamor de las multitudes de ciudadanos blancos de bajos recursos, con cachuchas rojas pidiendo el regreso a una gloria que si existió ellos definitivamente nunca disfrutaron: su “base”. 

Inspirados por él, grupos de seguidores, del ala más violenta del Trumpismo, se han organizado caravanas de camionetas pick-up, con enormes banderas, la de EUA, una en gris negro con una franja azul, y las de la campaña Trump. Muchos de estos camiones llevan pasajeros armados. En Texas obligaron a un bus de la campaña Biden a cancelar un evento.

Además, en varios estados de la Unión Americana, abogados del partido republicano han intentando parar o invalidar cientos de miles de votos.

Paralelo a este amenazante espectáculo que recuerda un poco las concentraciones pro Hitler en Alemania años 30, y las patrullas de los Talibanes, el electorado viene votando ordenadamente por semanas. Para ello han desafiado todo tipo de trabas e impedimentos: haciendo colas durante horas en medio de la lluvia o el sol, desplazándose grandes distancias para ejercer su derecho ciudadano.

Camiones de Trump
Camionetas pro Trump atacan bus campaña Biden

El proceso de inscripción de votantes varía según el estado, igual que varían los plazos para contar los votos ausentes, ya sean de miembros de las Fuerzas Armadas, o personas que por una razón u otra prefieren votar por correo. 

Se calcula que 100 millones de sufragios ya han sido depositados. 

Se anticipan alrededor de 150 millones de votos.

Mucho ha cambiando entre el electorado desde la elección pasada. Millones de estadounidenses que han cumplido 18 años podrán votar por primera vez este año, inmigrantes se han naturalizado y con ello ganado el derecho a votar. También, por razones demográficas han tenido lugar cambios en la composición racial y étnica del país. 

Igualmente, ha cambiado la relación del pueblo con su gobierno. Millones han visto que el poder del estado beneficia a los más ricos — desde los planes de salud para los contagiados por Covid hasta los fondos con que dijeron ayudar a las víctimas del descalabro económica. Las investigaciones a Trump han desenmascarado la podredumbre que socava los derechos demócraticos. Muchos más que antes comprenden que el racismo es institucional, la impunidad policial, la norma. Y han visto, al mismo tiempo como las bases se movilizan con organizaciones como Black Lives Matter, grupos progresistas y socialistas, impulsando candidatos que promueven una agenda en beneficio de los intereses de los trabajadores.

Es tal la fuerza del movimiento progresista en EUA que sin ellos Joe Biden y el establishment del partido demócrata no podrían enfrentar a Trump.

Si lees esto antes de que cierren los puestos de votación, ¡vota!