GeoPolitical WeeklyPublicado en inglés el 11 de diciembre del 2012 por Stratfor Global Intelligence bajo el título The Israeli Periphery. Traducido con autorización especial. Por Reva Bahlia, vice presidente de Asuntos Globales. El estado de Israel enfrenta un dilema geopolítico básico e ineludible: Sus necesidades de seguridad nacional superan sus capacidades militares, por lo cual es dependiente de un poder externo. No sólo requiere que ese poder posea importantes capacidades militares, sino que también debe tener suficiente terreno común con Israel para alinear su política exterior hacia el mundo árabe con la de Israel. Estos son requisitos bastante pesados para una nación tan pequeña.

La seguridad, en el sentido israelí de la palabra, a menudo se caracteriza en términos de supervivencia. Y para Israel poder sobrevivir, necesita la combinación perfecta de circunstancias geopolíticas, complejos arreglos diplomáticos y la preparación militar para responder a amenazas potenciales vecinas. Durante los últimos 33 años, un sentido de complacencia se ha apoderado de Israel dando lugar a diversas teorías de que finalmente podría superar su dependencia sobre las potencias extranjeras. Pero una familiar sensación de inquietud se deslizó de nuevo en la psique israelí antes de que ninguno de esos argumentos pudieran echar raíces. Un vistazo a la periferia de Israel en Egipto, Siria y Jordania, explica por qué.

Mantener el Sinaí como zona de contención

Hacia el suroeste de Israel se encuentra el desierto de Sinaí. Esta tierra es económicamente inútil, y sólo los beduinos endurecidos que pueblan la inmensidad del desierto consideran el terreno adecuado para vivir. Esto hace que el Sinaí sea una zona de contención ideal. Su ausencia de vida económica le confiere una extraordinaria importancia estratégica en mantener al mayor ejército árabe — Egipto – – a una distancia segura de los centros de población israelíes. Es el mantenimiento de esta zona intermedia que forma la base del tratado de paz de 1979 entre Egipto e Israel.

La pregunta que se filtra en los círculos políticos israelíes es si un Egipto islamista dará el mismo nivel de importancia a esta zona estratégica. La respuesta a esta pregunta reside en el ejército, una institución que ha formado la columna vertebral del Estado egipcio desde el surgimiento de Gamel Abdul Nasser en 1952.

Durante el mes pasado, el papel de los militares en este nueva Egipto gobernado por la Hermandad Musulmana se reveló en voz baja. La primera prueba llegó en la forma de la crisis de Gaza, cuando los militares negociaron discretamente garantías de seguridad con Israel, mientras que las Hermandad Musulmana disfrutaba estar al centro de la atención diplomática. La segunda prueba se produjo cuando el presidente islamista de Egipto, Mohamed Morsi, intentó empujar unilateralmente sobre un proyecto constitucional para institucionalizar el control del de la Hermandad Musulmana.

El ejército esperó su momento, aguardando que aumentaran las protestas hasta el punto de que los manifestantes comenzaron a atacar el palacio presidencial. Para entonces, era evidente de que no bastaba con la policía para asegurar las calles. Morsi no tuvo más remedio que recurrir a los militares para pedir ayuda, y esta solicitud reveló lo mucho que cómo los militares son indispensables para la estabilidad de Egipto.

Habrá un montón de ruido y confusión en el período previo al referéndum 15 de diciembre a medida que la oposición civil secular contra la Hermandad Musulmana continúa sus protestas contra Morsi. Pero al filtrar ese ruido, uno alcanza ver que los militares y los Hermanos Musulmanes parecen estar adaptándose lentamente a un nuevo orden de gobierno nasserista-islamista. A diferencia del tratado de paz de 1979, este acuerdo de trabajo entre el ejército y los islamistas está vivo y es temperamental. Israel puede encontrar un poco de consuelo al ver que el ejército sigue siendo esencial para la estabilidad del Estado egipcio y por lo tanto probablemente juegan un papel importante en la protección del Sinaí como zona de contención. Sin embargo, el solo observar esta danza entre el ejército y los islamistas a través del desierto es suficiente para poner nerviosos a Israel y justificar una postura militar más preventiva en la frontera.

La defensa de Galilea

En el norte, Israel no tiene una buena amortiguación. La línea de defensa más natural, aunque imperfecta, es el río Litani en el Líbano actual, con una segunda barrera de defensa entre el monte Hermon y el Mar de Galilea. El Israel actual abarca esta segunda barrera, una zona montañosa que ha sido el blanco de bombardeos esporádicos con morteros por las fuerzas del gobierno sirio en la búsqueda de rebeldes sunitas.

Israel no enfrenta una amenaza militar convencional hacia el norte, ni la enfrentará por algún tiempo. Pero la caída del norte del Levante en una guerra sectaria basada en clanes presenta un tipo diferente de amenaza en la frontera norte de Israel.

Es sólo una cuestión de tiempo antes de que las fuerzas alauitas tengan que retirarse de Damasco y defenderse contra una mayoría sunita desde su enclave costero. El conflicto necesariamente afectará al Líbano, y con ello va a desaparecer el marco en que Israel se ha apoyado durante décadas para manejar peligros no convencionales más grandes como Hezbollah.

En algún momento futuro, habrá un intento con respaldo internacional de apuntalar a un gobierno provisional y mantener la mayor cantidad de la maquinaria estatal como sea posible para evitar un escenario que siguió la invasión por EUA de Irak. Pero cuando se trata de venganzas sectarias con décadas de antigüedad, hay motivo para el pesimismo al juzgar la viabilidad de estos planes. Israel no puede dejar de pensar en términos de los peores escenarios posibles, por lo que seguirá reforzando sus defensas en el norte por adelantándose a una inestabilidad mayor.

Neutralizar el valle del río Jordán

La situación del valle del río Jordán es esencial para el sentido de seguridad de Israel, al este. En tanto que Israel pueda dominar el margen oeste del río (el área bíblica de Judea y Samaria, o la Cisjordania de hoy en día), podrá controlar las fuerzas indígenas desde el desierto más al este. Para mantener intacta esta situación, Israel de alguna manera intentará neutralizar políticamente cualquier que controla la ribera oriental del río Jordán. En el Oriente Medio después de los Otomanos, este poder tomó la forma de los monarcas hachemitas, que fueron trasplantados desde Arabia por los británicos.

La vulnerabilidad que los hachemitas sufrían como una entidad extranjera a cargo de un terreno económicamente mediocre creó las condiciones ideales para Israel poder proteger su enfoque oriental. Los hachemitas tuvieron que idear complejos acuerdos políticos en el país para sostener la monarquía frente a la izquierda naserista, amenazas de palestinos militantes separatistas y de islamistas. La clave para la supervivencia hachemita estaba en la alineación con las tribus rurales del margen este, la cooptación de los palestinos y la cooperación con Israel en materia de seguridad para mantener calmada su frontera occidental. En resumen, los hachemitas fueron lo suficientemente vulnerables como para que consideraran a Israel un socio de seguridad útil, pero no lo suficiente que impidiera a Israel basarse en el régimen para proteger su enfoque oriental. Había un nivel de tensión suficiente para mantener la asociación estratégica, pero ese nivel de tensión tenía que mantenerse dentro de ciertos parámetros.

Estos acuerdos ahora están sufriendo un estrés considerable. Los hachemitas enfrentan llamados abiertos para su renuncia al poder por parte de los mismos banqueros tribales del Este, los palestinos y los islamistas que durante décadas formaron la fundación del Estado. Eso se debe a que el propio Estado se está debilitando debido a la presión de los elevados precios del petróleo, ahora reduciendo a los subsidios en que se ha dependido para tranquilizar la población.

Se podría asumir que los vecinos de Jordania, árabes ricos en petróleo del Golfo, intervendrían mediante subsidios sólidos de ventas de energía para defender a una de las monarquías que quedan en la región del orden post-otomano en contra de la creciente marea del islamismo impulsado por la Hermandad Musulmana. Sin embargo, la amarga y vieja rivalidad geopolítica entre la dinastía hachemita Hejaz-y la dinastía saudí Nejd sobre la supremacía Arabe obstruye el camino. Desde el otro lado del golfo, un Irán envalentonado ya está tratando de explotar esta tensión árabe al aproximarse a los hachemitas con las ventas de energía subsidiadas para extender el alcance de Teherán al Margen Occidental y eventualmente amenazar a Israel. Jordania ha rechazado públicamente la oferta de Irán, y tal cooperación enfrentaría serios desafíos logísticos. Pero las negociaciones en curso entre los aliados de Irán en Bagdad y el régimen jordano merecen seguirse de cerca ya que las vulnerabilidades domésticas de Jordania seguirán aumentando.

Poderosos socios extranjeros

En este fluctuante marco estratégico, Israel no puede permitirse el lujo de ser aislado políticamente. Su necesidad de un poderoso socio mayor poderoso crecerá junto con sus inseguridades en la periferia. El patrono actual de Israel, EUA, también está lidiando con el nuevo orden islámico en la región. Pero en esta nueva dinámica regional, EUA eventualmente mirará más allá de la ideología en busca de socios para que le ayuden a manejar la región. Como lo demuestran las relaciones turco-estadounidenses de los últimos años y las interacciones recientes de EUA con la Hermandad Musulmana egipcia, será una experiencia difícil y llena de baches, mientras Washington trata de averiguar quién lleva las riendas del poder y con que tipo de islamistas puede negociar en medio de las confusas transiciones de poder. Esto es mucho más difícil de hacer para de manera independiente para Israel en virtud de su ideología, tamaño y la ubicación.

Para Israel, el campo de maniobras en política exterior se reducirá considerablemente a medida que aumenta su dependencia en de las potencias extranjeras y sus intereses chocan con los de sus patronos. Israel puede esperar mayor incomodidad en la toma de decisiones lo que exigirá mayor creatividad en su diplomacia. La ironía es que mientras que Israel es una democracia al estilo occidental, su seguridad fue mayor durante la época de las dictaduras árabes. A medida que esas dictaduras abren paso a estados débiles y a veces tambaleantes, los instintos de supervivencia de Israel volverá a ser sometidos a pruebas.

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