Screen-Shot-2013-01-02-at-5.18.08-PM5Traducimos, con autorización especial, el editorial de la revista The Nation sobre la crisis en Ucrania, publicado el 3 de marzo, 2014, bajo el título “Time for Realism and Common Sense on Ukraine”. 

La escalada de la crisis en Ucrania ha desatado un imprudente traqueteo de misiles en este país. Como tuiteó el profesor de la Escuela Kennedy Stephen Walt el 2 de marzo: “El discurso público sobre la situación #Ucrania alcanza nuevas alturas de hipérbole. (‘Nueva Guerra Fría, la Tercera Guerra Mundial’, etc.). Una exageración retórica no es útil”. Es posible que estuviera pensando sobre el neoconservador Charles Krauthammer, quien en su columna del Washington Post pidió a EUA que diera un anticipo de US$15 mil millones para Ucrania y enviara una armada naval en el Mar Negro. En un titular, el mismo periódico dijo que la crisis “pone a prueba el enfoque de Obama en la diplomacia sobre la fuerza”, citando a Andrew Kuchins, del Center for Strategic and International Studies que critica al Presidente Obama por “sacar de la mesa la opción del palo”.

El gobierno de Obama ha respondido a la crisis usando la fuerza en su propia retórica. Cuando el presidente ruso Vladimir Putin hizo caso omiso de la advertencia de Obama en el sentido que habría que “pagar un precio” si Rusia envia tropas a Crimea, el secretario de Estado John Kerry denunció el “acto descarado de agresión”, y prometió que “Rusia va a perder, el pueblo ruso va a perder”, sugiriendo “la congelación de activos, el aislamiento con respecto al comercio, la inversión … el rublo bajando”, al tiempo que prometía la asistencia económica de un “tipo más grande” para cualquier gobierno que emerja en Kiev. Cabezas más frías incluyeron al embajador de Ronald Reagan a Rusia, Jack Matlock, quien describió las advertencias del gobierno de Obama a Putin como “desacertadas” y sostuvo que “cualquier leve esperanza de que Moscú pudiera evitar la intervención militar abierta en Ucrania desapareció cuando Obama de hecho lanzó el guante y lo desafió. Esto no fue sólo un error de juicio político — fue una incapacidad de comprensión de la psicología humana — a menos que, por supuesto, en realidad quería una intervención rusa, que para mí es difícil de creer”.

Debemos pausar, respirar profundo y dar vistazo sobrio antes de comprometer dinero y prestigio a un nuevo liderazgo que sigue aún sin resolver en un país, en la frontera de Rusia — y uno que ha tenido una existencia independiente frágil de apenas dos décadas. Un poco de historia también nos sería útil si vamos a entender la rápida evolución de los acontecimientos. Cuando Rusia desplegó tropas en Crimea, ahora estamos cosechando los amargos frutos de un profundamente defectuoso acuerdo  post Guerra Fría que más parece Versalles que Bretton Woods, un acuerdo inflamado por la miope decisión estadounidense de expandir la OTAN hacia el este, y llevar a cabo otras políticas dirigidas a aislar a Rusia e ignorar los intereses rusos .

El envío ruso de fuerzas militares a Crimea es una clara violación del derecho internacional, tal como lo ha declarado el gobierno de Obama. Putin justifica la invasión como necesaria para proteger a los ciudadanos y aliados rusos, pero ello no es sino una hoja de parra inaceptable. La administración tiene razón en condenarlo, al igual que debería hacerlo la comunidad mundial, aunque gran parte del mundo hará una mueca de ironía dle Secretario Kerry al denunciar una invasión de un país soberano como inaceptable en el siglo XXI, cuando EUA sólo ahora está terminando su “guerra de elección” en contra de Irak, que se encuentra a miles de kilómetros de distancia de los Estados Unidos. Crimea, por supuesto, no sólo limita con Rusia sino que alberga su flota del Mar Negro, la cual, por acuerdo de tratado entre Ucrania y Rusia, podrá permanecer allí por lo menos hasta 2042 . Crimea históricamente fue parte de Rusia hasta 1954, cuando el líder soviético Nikita Khrushchev la transfirió a Ucrania en lo que muchos vieron como un gesto de buena voluntad.

Viktor Yanukovich fue impopular, corrupto y comprometido, pero él era el presidente democráticamente electo de Ucrania. Él había estado dirigiendo al país hacia un “Acuerdo de Asociación” con la Unión Europea el pasado otoño cuando se dio marcha atrás después de que Rusia le ofreció US$15 mil millones en ayuda financiera al país al borde de la quiebra. Ello dio lugar a manifestaciones en las calles, estimulados en parte por la UE y EUA, que finalmente sacaron del poder a Yanukovich.

Ucrania está profundamente dividida. Como dice David Speedie, de US Global Engagement en el Carnegie Council of Ethics in International Affairs: “En términos simples, la mitad de las personas en Ucrania ven hacia Rusia y la otra mitad hacia Occidente”. Como Nicolai Petro demuestra en su informe del 3 de marzo en TheNation.com, los nuevos líderes en Kiev incluyen derechistas ultranacionalistas que, en uno de sus primeros actos, derogaron la Ley 2012 que permite el uso a nivel local del ruso y otras lenguas minoritarias. (Esa medida fue revocada, pero no antes de despertar una profunda desconfianza y temor en Crimea semiautónoma y muchas otras partes del este y el sur de Ucrania, que está poblada en gran parte por personas de habla rusa). También vale la pena señalar que un aliado clave del nueva gobierno, con posiciones centrales de liderazgo en el Parlamento y las fuerzas del orden público, es el Partido Svoboda, que el Parlamento Europeo ha condenado por sus “puntos de vista antisemitas y xenófobas racistas”. Incluso más a la derecha está el neofascista Sector Derecho, que domina el Maidan, o la Plaza de la Independencia, en el corazón de la rebelión, que se ha negado a disolver y ejerce influencia significativa en las decisiones del nuevo régimen .

La decisión de Yanukovich de posponer el Acuerdo de Asociación de la UE no era irracional. Se habría obligado a Ucrania a decidir entre Rusia y la UE, de plano rechazando la oferta de Putin de un acuerdo tripartito que permitiera Ucrania mantener sus lazos con Rusia. Independientemente de la oferta en diciembre de Putin de un rescate financiero, Ucrania depende económicamente en gran medida de Rusia, que suministra y subsidia la energía (a costo calculado en US$4 mil millones al trimestre) y representa el 60% de su comercio. La UE y los EUA, a pesar de su bravuconería , no van a sustituir esta profunda conexión con la ayuda occidental y el comercio. Los estadounidenses de todo el espectro político no estarán entusiasmados con el envío de miles de millones a un país en el otro lado del mundo mientras estamos recortando en inversiones vitales en casa. La UE , dominada por Alemania, ha infligido brutal austeridad a sus propios miembros que pasan por dificultades, como Grecia, España y Portugal. No hay ninguna razón para pensar que la UE, con o sin el FMI, no impondría un régimen igual de duro en Ucrania como el precio de la ayuda financiera. Cualquier gobierno responsable en Kiev debe examinar con mucho cuidado el nivel de apoyo que ofrecen estas instituciones occidentales, así como las condiciones asociadas a la misma.

Como en una novela de pasión, los medios occidentales que en gran parte desprecian o distorsionan el contexto y la historia, Putin es el villano designado. Pero Ucrania es fundamental para la seguridad de Rusia, y los temores rusos que se derivan de la inestabilidad en su vecino de al lado son mucho menos sobre las relaciones económicas con la Unión Europea (la propia Rusia es una importante fuente de energía para los europeos ) que sobre la nueva ampliación de la OTAN a su fronteras. Una Ucrania hostil podría desplazar las bases rusas en el Mar Negro, ofrecer el puerto a la flota americana y proporcionar un punto donde colocar bases para la OTAN. Esto no es un temor irracional. Pese a las promesas de George H. W. Bush de no extender la alianza militar de la Guerra Fría de Occidente al reunificarse Alemania, nueve antiguas naciones del Pacto de Varsovia y tres ex-repúblicas soviéticas ahora se han incorporado a la OTAN, con EUA y OTAN incluso creando un puesto militar en Georgia. Y el Acuerdo de Asociación UE, anunciado como ofreciendo el libre comercio, de hecho incluía cláusulas militares que requerían la integración de Ucrania en la estructura militar de la UE, incluida la cooperación en  operaciones de gestión de crisis civiles y militares” y “ejercicios pertinentes” sobre ellos. A nadie debería sorprender el que Putin reaccionara negativamente ante tal perspectiva. Es difícil imaginar a cualquier gobierno de EUA aceptar la decisión de México de unirse a una alianza militar con Rusia.

Los expertos necesitan una fuerte dosis de realismo y sentido común. Es absurdo regañar a Obama por “sacar de la mesa la opción del palo” — la realidad innegable es que en el caso de Ucrania, él no tiene ningún palo. Los estadounidenses no tienen ni el deseo ni la razón para ir a la guerra con Rusia sobre Crimea, y la UE y EUA no están a punto de suplantar la influencia económica de Rusia en Ucrania. Washington no va a proporcionar la ayuda, el comercio o la energía subsidiada que necesita Ucrania; y la UE — que aún está sumida en su propia y profunda crisis económica — no tiene los medios para ofrecer a Ucrania mucho más allá de la austeridad dolorosa. Se ha quedado sin puesto un líder ucraniano impopular, pero el nuevo gobierno no fue elegido, no es legítimo y no del todo ha estabilizado. La comunidad internacional debería presionar con firmeza en pro de un compromiso, antes de que este país frágil y amargamente dividido se desmiembre.

Guerreros fríos de sillón, frustrados en los obsoletos think tanks “estratégicos” regados por Washington seguirán aullándole a la luna, pero la política estadounidense se debe ejecutar sobriamente. El presidente debe trabajar con la UE y Rusia para preservar la unidad territorial de Ucrania, apoyar elecciones libres y permitir que Ucrania forome parte de la UE y la Unión Aduanera de Rusia, mientras que prometen de que la OTAN no se extenderá a Ucrania. Ha llegado el momento de reducir las tensiones y crear la posibilidad, no trazar líneas, mostrar musculaturas retóricas y avivar las llamas de la locura .

Junta editorial, Marzo 3, 2014