Screen-Shot-2013-01-02-at-5.18.08-PM5Publicado en inglés el 30 de octubre 2013 en la revista The Nation bajo el título Why It’s Always Been Time to Legalize Marijuana — Let’s put an end to the war that has ruined so many lives”. Traducido con autorización especial. Por Katrina vanden Heuvel.

Katrina vanden Heuvel
Katrina vanden Heuvel

“La marihuana es realmente una droga de entrada”, bromea Sanho Tree del Institute for Policy Studies. “Es una droga de entrada a la Oficina Oval”. En efecto. De Bill Clinton con sus palabras, “Yo no a la aspiré”, pasando por George W. Bush “Yo era joven y tonto” a la adolescencia de Barack Obama con su grupo el Choom Gang (“Aspiré con frecuencia – de eso se trataba”), los últimos tres presidentes más o menos han reconocido que rompieronlas leyes de EUA contra las drogas.

Todos fueron elegidos. Y luego reelegidos.

Esto plantea preguntas obvias: Si Clinton, Bush y Obama, antiguos fumadores de marihuana, fueron considerados lo suficientemente responsables para dirigir la nación más poderosa del mundo, la mayor economía y el ejército más fuerte (con miles de armas nucleares) , ¿por qué seguimos arrestando a jóvenes y mujeres, sobre todo a jóvenes afro- americanos y latinos — por hacer lo mismo que hicieron estos hombres? ¿Por qué un sinnúmero de personas se pudren tras las rejas por delitos de drogas no violentos? ¿Y por sigue la marihuana siendo clasificada como una droga peligrosa?

Esto es especialmente insólito al tener en cuenta que casi la mitad de todos los estadounidenses — incluyéndome a mí — admite haber por lo menos probado la yerba. Como madre que ha tenido conversaciones sobre el uso y abuso de sustancias con mi hija de 22 años de edad, he pasado dificultades explicándole por qué ella puede comprar tabaco libremente, que sin duda puede matarla, pero no marihuana, que seguramente no lo hará.

Cuando la Decimoctava Enmienda prohibió el alcohol en 1920, pasaron trece años antes de que se admitiera el fracaso y promulgara la Vigésimoprimera, que terminó la prohibición. Por el contrario, hace ya casi ochenta años desde que la Oficina Federal de Narcóticos inició la era de “Reefer Madness“. Las décadas siguientes han sido una debacle, desde la “guerra contra las drogas” de Nixon a la creación, por Joe Biden, de un “zar antidrogas” nacional.

Tanto fracaso. Tantas vidas arruinadas. Tanto tiempo desperdiciado.

Basta ya. Es la hora de terminar la prohibición de la yerba. Es la hora de legalizar la marihuana .

Desde la década de 1960, The Nation ha desafiado la guerra de EUA contra las drogas. En un número especial de 1999, argumentamos a favor de la despenalización de la marihuana y otras drogas, pedimos tratamiento, no castigo, y que se viera el uso y abuso de drogas únicamente como un asunto de salud pública. En el otoño de 2010, esta página expresó su aprobación a la Proposición 19 de California para legalizar la marihuana. Ese diciembre, publicamos una edición especial pidiendo “un enfoque más sensible … que reconozca la profunda injusticia del encarcelamiento en masa”.

¿Entonces, ¿por qué el apoyo a pleno pulmón de la legalización ahora? Debido a que el país está listo. Ya otros países han mostrado el camino. A nivel internacional, el movimiento para legalizar la marihuana está a todo vapor. En Uruguay, el gobierno del presidente José “Pepe” Mujica está a punto de aprobar un proyecto de ley que legalizaría e impondría impuestos sobre el cultivo y la distribución de la marihuana.

En este país, como destacó Ethan Nadelmann de la Drug Policy Alliance en nuestra edición especial de 2010, ha ido aumentando el apoyo público a la legalización del uso de la marihuana — del 12% en una encuesta de 1969 de Gallup, al 25% en 1995, al 36% en el 2005 llegando al 48% — casi la mayoría — el año pasado. El cambio demográfico sobre este punto ha sido impresionante, similar al de la opinión sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo. Casi un año después de que Colorado y Washington aprobaran históricas medidas de legalización, Gallup informó en octubre que el 58% de los estadounidenses apoyan la legalización. Si el Congreso — con su raquítica aprobación del 8% — quiere disfrutar de una popularidad tan alta como la de la marihuana, podría considerar volver a examinar la prohibición federal de la yerba.

Un buen comienzo sería una ley para regular, controlar e imponer impuestos, lo cual reduciría el enfoque de la guerra contra las drogas en las personas de color, los pobres y los jóvenes, y aumentaría sustancialmente los ingresos fiscales. La cámara puede apoyar un proyecto de ley presentado por Dana Rohrabacher, y co-patrocinado por Steve Cohen, Jared Polis, Earl Blumenauer y otros, que dice que la prohibición de la marihuana según indica la Ley de Sustancias Controladas no “aplica a ninguna persona que actúe en cumplimiento de Estado las leyes”. Esto podría ayudar a que más estados y localidades introduzcan iniciativas electorales para despenalizar la marihuana sin temor a la intromisión federal.

El Departamento de Justicia también debe cumplir con las directrices voluntarias del Fiscal General, Eric Holder, que minimizan el énfasis en delitos de marihuana, alivian las restricciones a los dispensarios de marihuana medicinal y permiten a los estados que comiencen a experimentar con normas más cuerdas.

El presidente Obama debe ordenar una revisión de la clasificación de la marihuana como una droga de Clase I, que define falsamente la yerba como peligrosa, adictiva y sin uso médico legítimo. Él debe entonces conmutar las condenas de los presos por delitos de marihuana no violentos, o al menos sentar las bases para dicha acción a finales de 2016.

Después de todo, el joven Barry Obama estuvo a solo un pequeño paso — una luz trasera descompuesta en la camioneta Choomwagon, una parada de tráfico por un policía malgeniado, un error de mala suerte en la famosa tolerancia de Hawaii — de convertirse en otra joven víctima afroamericana más en la fallida guerra contra las drogas de este país.

Y una vez que esto sucediera: no más posgrado en Columbia  Ni cargo de editor de Harvard Law Review. Ni Senador de EUA por Illinois. Ni Presidente de los Estados Unidos. Sólo otra dolorosa estadística más en una guerra que debería haber terminado hace mucho tiempo.

Basta ya de vidas perdidas en EUA. Tiempo de respirar.

Artículo en inglés