Screen-Shot-2013-01-02-at-5.18.08-PM22Publicado en inglés el 5 de octubre 2013 en la revista The Nation bajo el título “This Week in ‘Nation’ History: Eighty Years of Opposition to Universal and Affordable Healthcare”. Traducido con autorización especial. Por Katrina vanden Heuvel.

Sigue aturdiendo el hecho de que los republicanos de la Cámara

Katrina vanden Heuvel
Katrina vanden Heuvel

realmente han cerrado el gobierno federal en un intento de prevenir la expansión de la atención de la salud asequible para millones de estadounidenses vulnerables. Pero la oposición empresarial y conservadora a la cobertura universal había existido desde la década de 1930, cuando muchos apoyaban incluir un seguro nacional de salud en la Ley del Seguro Social y el senador Robert F. Wagner de New York propuso lo que hoy llamaríamos Medicare para todos. Las campañas para derrotar lo que el colaborador de The Nation Leonard Robins llamó en 1978  “la última gran obra inconclusa de la legislación sobre el bienestar previsto en el New Deal de Roosevelt” siempre han sido respaldadas por sumas incalculables de dinero de las empresas y marcadas por una racha particularmente coherente de la retórica macartista y predicciones fatales.

En “Who Fights Health Insurance?” (23 de junio de 1945), la periodista Geraldine Sartain escribió acerca de los esfuerzos de la administración de Harry Truman por resucitar las propuestas nacionales para un seguro de salud anteriores a la guerra, y la feroz oposición de la industria:

La batalla contra el seguro de salud ha comenzado nuevamente, esta vez se caracteriza por varios desarrollos nuevos. Los más importantes son las campañas publicitarias promovidas por la profesión médica organizada en como su última batalla en contra de lo que llama la “medicina socializada”.

Sartain señaló que la American Medical Association había colocado seis anuncios pagados instando a los editores de periódicos y revistas a

decirle al pueblo estadounidense qué peligros le esperan: que su “inestimable patrimonio”, el sistema de empresa privada, corre peligro de extinción, que “la relación sagrada entre el médico y el paciente” está igualmente amenazada (no se hace mención de los millones de nuestra gente que prácticamente no tienen relación con los médicos, sagradas o no, porque no tienen el dinero para pagar por ellos); que “la santidad de la personalidad humana” se verá afectada, que los médicos van a “ser reglamentados y subordinados al burócrata, y las personas obligadas por ley a aceptar dicha atención médica que podría ser proporcionada por un burócrata designado políticamente”.

La campaña de publicidad añadió que el seguro nacional sería “un paso fatal hacia el control totalitario absoluto sobre la vida y el destino de todos los hombres”. ¿Suena familiar?

Cuarenta y ocho años después, cuando otro nuevo presidente demócrata luchaba por la reforma de salud a fin de proporcionar una cobertura universal, el editor de The Nation David Corn escribió en “Big Players vs. Single-Payer” (26 de abril, 1993) acerca de los esfuerzos de la industria de los seguros y de la AMA para descarrilar las propuestas de un solo punto de pago, que entonces disfrutaba de 70% de aprobación entre los estadounidenses

Los realistas entre los activistas en pro de un pagador único están tratando de encontrar la manera de empujar cualquier plan que surja de la Casa Blanca más cerca de su ideal. No va a ser fácil. En el frenesí de cabildeo que vendrá, deben provocar gritos públicos de apoyo que se escuchen por encima del estruendo de los grupos de interés especial y dan tremendo susto a los legisladores.

Posteriormente, los miembros del congreso que favorecían un solo punto de pago tendrán que decidir dónde trazar la línea. El plan del Presidente — llámese finalmente como se llame — puede resolver algunas de sus demandas, y los legisladores a favor de un solo punto de pago pueden dar forma al proyecto de ley durante el debate en el Congreso. Pero en algún momento se pueden enfrentar a la pregunta, ¿vale la reforma imperante su voto? En caso de que se conforme con, por ejemplo, competencia administrada con acceso universal, el control de costos y un paquete mínimo de beneficios decentes como lo mejor que se puede lograr en este momento ?

Nada se va a decidir pronto. Una reforma de uno de los mayores sectores de la economía de EUA no va a pasar rápido — puede que ni siquiera pase este año, si es que ocurre en absoluto. El sistema político puede afrontar un trabajo de reforma tan pesada solamente una vez cada varias décadas: sería bueno si Washington lo hicera bien la primera vez. Sin embargo, el resultado probable es una media reforma que no desafíe demasiado profundamente las prerrogativas de los poderosos. Si después de eso los estadounidenses creen todavía que el sistema de salud está en crisis, los que piden un solo punto de pago podrán tener su oportunidad.

Los Clinton, claro está, resultaron trágicamente receptivos a la campaña en contra de un solo punto de pago y el esfuerzo de la reforma se disipó en llamas. Hace cuatro años, el movimiento por un pagador único en la salud enfrentó una tormenta aún más fuerte, y el presidente Obama finalmente dejó caer incluso la “opción pública” que, tal vez no por casualidad, disfrutó del mismo nivel de 70% de apoyo entre los estadounidenses como el plan de único pagador había tenido dieciséis años antes y que esta revista llamó “necesario pero … de ningún modo suficiente”. Sin embargo, incluso la Ley de Asistencia Asequible altamente diluída produjo gritos histéricos de socialismo y de paneles de la muerte — y ahora un cierre general del gobierno — por el mismo equipo que ha estado haciendo los mismos argumentos alarmistas sin fundamento de los últimos ochenta años. En cuanto al futuro cuando Corn predijo que el seguro universal de salud en realidad podría ser ensayado, lo único que podemos decir es: que venga pronto ese día.

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Artículo en inglés