Screen-Shot-2013-01-02-at-5.18.08-PM2Nota del director:  Desde que The Nation publicó la nota siguiente, EUA ha aceptado algunas de las propuestas diplomáticas que surgieron de la iniciativa de Rusia; sin embargo la premisa básica a favor de una alternativa que no sea bélica sigue teniendo vigencia. 

Publicado en inglés en la edición del 30 de septiembre de 2013 de la revista The Nation bajo el título “Syria: Alternative to War”. Traducido con autorización especial. Por Stephen P. Cohen y Katrina vanden Heuvel. 

 

Katrina vanden Heuvel
Katrina vanden Heuvel

Luego de afirmar durante semanas que “no hacer nada” es la única alternativa a una respuesta militar “limitada” al presunto uso por el régimen de Assad de armas químicas en Siria — lo cual en lenguaje directo significa una guerra estadounidense ilegal contra una nación que no ha amenazado a EUA — la administración Obama ha continuado el desprecio de Washington posterior a la Guerra fría a soluciones diplomáticas en las crisis internacionales. Y lo ha hecho en el mismo tono triunfalista, de EUA como nación indispensable, que inspiró los bombardeos de la administración Clinton de Yugoslavia en 1999 y la desastrosa guerra de la Casa Blanca de Bush contra Irak, ambas llevadas a cabo sin un mandato de las Naciones Unidas y en contra de las protestas de Rusia.

Sin embargo, la propuesta del ministro ruso de Asuntos Exteriores del 9 de septiembre de poner las armas químicas de Assad bajo control internacional deja claro que una solución diplomática a la crisis de Siria es eminentemente posible. El presidente Obama calificó la iniciativa de “potencialmente positiva”, mientras que en Washington los poderosos grupos de presión pro-guerra y anti-Rusia, como de costumbre, la rechazaron como falsa y “muy malas noticias”. De hecho, el mejor enfoque siempre ha involucrado tanto al Consejo de Seguridad de la ONU como a Moscú. Hasta ahora, el gobierno de Obama se ha negado a seguir este camino con el argumento de que el presidente ruso, Vladimir Putin, a quien se ha denigrado en repetidas ocasiones, utilizaría el veto de Rusia para bloquear cualquier acción militar — en efecto rechazaría la diplomacia antes de siquiera intentarla.

La administración Obama ahora debería apoyar plenamente una sesión de emergencia del Consejo de Seguridad sin pedir medidas militares inmediatas. En vez, la sesión debe comenzar con un examen completo de las acusaciones contradictorias sobre quién utilizó armas químicas: el régimen de Assad, como insiste la Casa Blanca, o los insurgentes sirios, como sugiere el Kremlin. Toda la evidencia, incluyendo los resultados de la reciente misión de inspección de la ONU, debería ser evaluada por el Consejo de Seguridad.

Incluso si la evidencia apunta de manera concluyente hacia Assad, la necesidad de un enfoque no militar sigue siendo abrumadora, si está respaldado por EUA, Rusia, cuyo papel como líder político y logístico es fundamental, y la ONU. Assad debe tener a su disposición un período de tiempo limitado para colocar todas sus instalaciones de producción y arsenales químicos bajo control conjunto de Rusia y la ONU. Moscú y especialistas de la ONU — ambos de los cuales poseen amplio conocimiento y experiencia en este asunto — comenzarían entonces el complicado proceso de destrucción de estas instalaciones y armamento, ya sea en el mismo sitio donde se encuentren o fuera de Siria, como ha sido el caso en otros países. Además, Assad firmaría el tratado internacional de 1993 que prohibe la producción y el uso de tales armas y exige su destrucción.

Segmentos influyentes de la clase política y los medios de EUA se oponen vehementemente a cualquier papel central para Rusia. Durante años, han demonizado Putin en lugar de analizar lo que realmente dice acerca de los desarrollos internacionales. Pero teniendo en cuenta su argumento de hace mucho tiempo de que las políticas agresivas estadounidenses, en vez de impulsar la democracia, han venido impulsando una peligrosa inestabilidad y el yihadismo en el Medio Oriente, existen buenas razones para pensar que Putin sería receptivo a este tipo de acercamiento diplomático a la crisis siria. Después de la propuesta de 9 de septiembre realizado por su ministro de Exteriores, difícilmente puede haber ninguna duda. (Por lo menos, la insistencia de Putin en una solución pacífica debe ser probada.)

Sin duda, las ventajas de la cooperación ruso-estadounidense serían enormes, posiblemente, un punto de inflexión en las relaciones internacionales. EUA evitaría una acción militar que podría causar la muerte de muchos sirios inocentes sin eliminar la capacidad de las armas químicas de Assad, inflamando nuevamente la opinión musulmana y árabe en contra de EUA; socavaría a los moderados que recientemente han avanzado en Irán; no haría nada para poner fin a la guerra civil en Siria, de hecho posiblemente haciendo un acuerdo negociado aún menos probable; crearía otro precedente de guerras estadounidenses no autorizadas que otros más pueden imitar; y daría mayor impulso en  la peligrosa dirección hacia una nueva Guerra Fría entre Washington y Moscú. En cambio, un esfuerzo diplomático conjunto en la ONU podría restaurar la necesidad y la legitimidad del Consejo de Seguridad; revivir el plan de EUA y Rusia para una conferencia de paz de Ginebra sobre Siria; reparar las relaciones dañadas innecesariamente entre Obama y Putin; y conducir a una cooperación más amplia en la lucha contra el terrorismo internacional y sobre otros conflictos peligrosos que se avecinen.

No debe perderse esta oportunidad para una resolución no militar de la crisis. Es una prueba importante para los líderes estadounidenses y rusos, especialmente el presidente Obama, que una vez hizo un llamado a una “nueva era de la diplomacia estadounidense”, promesa que todavía requiere acción.

Artículo en inglés

Sobre los autores: Stephen P. Cohen y Katrina vanden Heuvel