En su lucha contra el oficialismo demócrata, el socialista Bernie Sanders obtuvo espectaculares resultados en las dos elecciones primarias la noche del 17 de mayo.
En Oregon, derrotó solidamente a Hillary Clinton, llevándose un 54.5% de los votos contra un 45.5% para ella.
En Kenyucky, estado sureño que tanto Hillary Clinton como su marido el expresidente Bill han ganado y el cual no hace mucho ella parecía tener planchado, los resultados han sido tan cerrados que no han sido certificados.
Clinton le lleva una ventaja de menos de 2,000 votos — algo que podría interpretarse como una victoria moral para Sanders y una pírrica para Clinton. (O un desastre, si se tiene en cuenta que obtuvo casi 250,000 votos menos que en 2008).
Nuevamente han mostrado el dinamismo de la campaña del septuagenario que hace un año nadie fuera de su estado conocía, y a quien las encuestas no le daban el menor chance.
Ambas fueron elecciones primarias cerradas, es decir únicamente podían participar en ellas los miembros registrados en el partido demócrata. A lo largo de esta campaña electoral Sanders, quien en su larga carrera política se ha mantenido independiente de los dos principales partidos, ha logrado mejores resultados en las primarias en que pueden votar los independientes.
Igualmente, nuevamente pone de relieve las debilidades de Hillary Clinton, quien inició su campaña presentándose como inevitable. A menos de dos meses de la convención del partido Demócrata, todavía no ha podido afirmarse como la portaestandarte indiscutible de su formación.
Según la hoja de ruta trazada por los Clinton, el proceso de nominación sería un evento festivo, una especie de consagración y un ensayo para las elecciones generales.
Contaban con el apoyo del oficialismo demócrata.
Igualmente, contaban con el circo de 17 candidatos republicanos atacándose a gritos, insultos, mordiscos y madrazos.
Pero no contaban con la astucia de Bernie Sanders, un candidato que contra viento y marea ha presentado un formidable desafío. Su discurso en contra de las desigualdades económicas, sociales y raciales — y de la corrupción política financiada por las grandes fortunas del país — ha resonado entre amplios segmentos de EUA, particularmente entre los obreros que perdieron sus puestos como resultado de los llamados tratados de libre comercio.
Y la juventud que ve un futuro cada día más nublado.
Ahora, en las fases finales de la campaña primaria, los republicanos ya han básicamente nominado a Donald Trump. Han aceptado su discurso racista y xenófobo.
Y ahora están en un proceso de pulirlo a medias para presentarlo y venderlo al electorado en la campaña que se inicia este otoño.
Las encuestas a nivel nacional acercan cada día más a Donald Trump y Clinton, quien sigue sin ganar el mandato. Ambos candidatos tienen mayor desfavorabilidad que favorabilidad entre el electorado.
Sin embargo, Sanders le gana a Donald Trump. Sus ideas socialistas no asustan más.
Sanders busca llegar a la convención con suficientes delegados para mostrar que no todo el partido apoya a Clinton. Y, potenciando las encuestan en que él desempeña mejor que Clinton contra Trump, luchar por la nominación.
Enfrenta una enorme burocracia oficialista luchando por su supervivencia.
Las tensiones entre los campos Clinton y Sanders se hacen cadía más evidentes.
En la Convención Demócrata del estado de Nevada la semana pasada, ambos campos terminaron en empujones e insultos — lo cual fue ampliamente reportado (y exagerado) por los medios corporativos, que no esconden su preferencia por Hillary Clinton.
Según la campaña de Sanders, los clintonistas trataron de usar maniobras burocráticas que beneficiaran a Clinton.
Las próximas elecciones serán el 24 de mayo en el estado de Washington.
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